Dicen los policiólogos de la urbe -haberlos, haylos- que la 'Supercomisaría' de LPGC es un mundo aparte, indescifrable de puertas para adentro. En el mastodóntico edificio de Luis Doreste Silva conviven especies de todo pelaje -con perdón-, desde sus sótanos sórdidos para el común de los mortales que nunca se ha visto en el trance de una detención, hasta sus plantas nobles con vistas a la ciudad y el puerto, donde el Cuerpo cuece sus secretos más inconfesables, como en todo órgano de poder. Y sin embargo, de arriba a abajo, cuando a un mortal le entra un retortijón, la 'Super' siempre tiene a mano un retrete donde aliviar las necesidades fisiológicas de todo hijo de vecino, sea reincidente o comisario en expectativa de destino. Nos perdonarán por ponernos, de golpe, tan escatológicos, pero es que si se va a la 'Super' sin haber obrado antes, mejor sea como detenido o con pase de invitado, porque si no se encontrará con que la Jefatura de Policía en Canarias no tiene servicios para el público.