Que la Audiencia de Cuentas de Canarias pierde prestigio ya ha quedado dicho aquí en numerosas ocasiones. Y de eso tienen la culpa todos los partidos políticos con representación parlamentaria, incapaces de hacer las cosas con un poquito de dignidad institucional. Ese descrédito ya se ha traducido en desencanto entre la plantilla de funcionarios, con un grado de desidia y de asuntos propios a media mañana para ir al súper, que no se pueden imaginar. Debe haber traspasado fronteras autonómicas el desprestigio, porque de otra forma no se entiende que no le haga caso ni el Tribunal de Cuentas del Estado. Interesantes y muy amorosos informes remitidos a ese órgano estatal desde Canarias duermen el sueño de los justos mientras que otros en los que nadie fio su honra, se tramitan dentro de los plazos normales y corrientes. Llaman y preguntan y, si es de Canarias, como quien oye llover. Penoso, oiga.