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Las mujeres que sobreviven al océano

Un grupo de mujeres llega a El Matorral después de varios días en una patera.

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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Un día antes de llegar a tierra había dejado de sentir al bebé que esperaba desde hacía casi nueve meses. Cuando su patera logró llegar a Arguineguín el 14 de febrero, ella fue trasladada de inmediato al Hospital Materno Infantil, donde dio a luz al cuerpo sin vida del niño. En la misma embarcación viajaba una mujer que tuvo a su hijo en mitad del mar y otra embarazada de 29 semanas en buen estado de salud, tal y como han explicado a esta redacción fuentes sanitarias. De nuevo, las aguas que bordean el Archipiélago fueron el escenario de una muerte perinatal.

El primer caso fue el 9 de enero, cuando una mujer llegó a Lanzarote y perdió a su hijo de siete meses tras sufrir un aborto pocas horas después de que una compañera de viaje viera nacer y morir a su hijo en plena travesía. El nombre de Justine también quedará grabado en la memoria de la lucha feminista. La marfileña murió el año pasado al lanzarse al mar en plena noche para buscar a su hija de ocho años, a la que quiso traer a Europa para salvarla del maltrato de su padre y a quien creía perdida en el océano, pero ya estaba en la playa.

Las Islas han experimentado en los últimos meses un repunte de la llegada de mujeres y embarazadas que han sobrevivido a la ruta canaria. El vicepresidente regional de Cruz Roja, Gerardo Santana, explicó a Efe que esta situación no se vivió ni siquiera en 2005 y 2006 en la denominada crisis de los cayucos. Podían llegar casi 500 personas al día, “pero no mujeres ni bebés”.

Superar la impiedad del océano es solo uno de los obstáculos que ellas deben sortear. Caer en redes de trata de personas sufriendo “entre 15 y 20 penetraciones diarias”, violaciones, amenazas, agresiones sexuales y explotación son los principales peligros que experimentan las mujeres que quedan en manos de mafias, que incluso en ocasiones son quienes las dejan embarazadas. Así lo explica una de las integrantes del programa Daniela, Begoña Vera, un servicio integral de atención a mujeres víctimas de trata con fines de explotación sexual y de prostitución.

Alana (que ha preferido no dar su nombre real para mantenerse a salvo) salió desde Costa de Marfil y en camiones atravesó Ghana, Gambia, Senegal y Mauritania. Desde este último país, caminó por el desierto del Sáhara hasta llegar a Dajla, punto del que partió su patera hacia Europa. “Te enfrentas a muchísimos robos, hambre, calor o frío. Pero el que más pasa una mujer es el temor a ser violada y quedar embarazada. No solo por el trauma de una agresión, sino quedarte embarazada y subir así a una patera disminuye la capacidad de sobrevivir a la travesía”, explica a Canarias Ahora la superviviente a través de una traductora facilitada por la Asociación de Mujeres Africanas en Canarias. Y estos miedos se hicieron realidad. Alana vio cómo soldados marroquíes agredían a las mujeres del grupo con el que iba.

Una vez has emprendido el viaje, no hay vuelta atrás. La magistrada experta en migraciones Pilar Barrado señala que existen casos de mujeres que, al ver que las condiciones del trayecto no son las prometidas, intentan no emprenderlo. Sin embargo, son golpeadas, agredidas y obligadas a subirse en las pateras. “Esto lo han declarado mujeres y hay médicos forenses que han objetivado agresiones de palos que les dan en la espalda”, señala la jueza. Aun así, muchas veces son cuestionadas por haber subido a la embarcación con sus bebés. La Justicia, explica la experta, tiene la obligación de identificar a aquellas mujeres que sean víctimas de trata.

“Para mí, negarme nunca fue una opción. Tenía claro que quería salir de mi país y me daba miedo que me estafaran como le ha pasado a mucha gente. Además, la gente que se niega después le es imposible volverlo a intentar”, apunta. Su vida estaba “llena de carencias”. Tiene tres hijos, que siguen en Costa de Marfil, y sus padres son muy mayores. “Era más viable que yo saliera e intentara mandarles algo de dinero que estar sin trabajo y sin ningún tipo de ayuda social”.

Esta pesada mochila sigue cargándose en España. Las dificultades administrativas para alcanzar la plena integración, el desconocimiento de la cultura y del idioma se suman al estigma y al rechazo que reciben por una parte de la sociedad. En algunos casos, siguen estando controladas, perseguidas y amenazadas por las mafias, con quienes pueden haber contraído alguna deuda. “A veces amenazan a las familias si ellas les deben dinero. Si no han pagado el viaje, entonces es porque han sido traficadas”, explica Begoña Vera.

La superviviente solo tiene palabras de agradecimiento hacia las personas que la atienden, aunque echa en falta personas con las que hablar su idioma para poder entender todo lo que le dicen. Además, señala que en el centro de acogida en el que está y que ha preferido que no se publique, le faltan elementos de aseo como compresas.

Tomar medidas judiciales es un complejo proceso que se vuelve cuesta arriba. “A veces sufren algún tipo de agresión y ni siquiera son capaces de identificarlo por todo el machaque que arrastran”, comenta Vera. A pesar de ello, las mujeres extranjeras víctimas de violencia de género, cualquiera que sea su situación administrativa, tienen garantizados los derechos reconocidos en la Ley Orgánica [...] de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, así como las medidas de protección y seguridad establecidas en la legislación vigente.

Así lo recoge la Ley de derechos y libertades de los extranjeros en España. En esta línea, a pesar de que la mujer se encuentre en situación administrativa irregular, se suspenderá, en caso de que se haya incoado, la ejecución de las órdenes de expulsión. Las devoluciones tampoco podrán ser ejecutadas cuando la medida suponga un riesgo para la gestación o la salud de las mujeres embarazadas.

En cuanto a la solicitud de protección internacional, la norma que regula el derecho al asilo y la protección subsidiaria establece que “se tendrá en cuenta la situación específica de las personas solicitantes [...] en situación de vulnerabilidad”. En este grupo se encuentran, entre otros colectivos, las mujeres embarazadas, las familias monoparentales con menores de edad y las personas que hayan sufrido violaciones, torturas, violencia psicológica, física o sexual y víctimas de trata.

Restaurar el mundo interno

La atención psicológica es una de las tablas de salvación a las que pueden agarrarse. Entre las principales consecuencias de vivir hechos extremos figura el estrés postraumático. “Muchas veces sufren abusos mientras esperan el viaje o son violadas para permitir que viajen a un tercer país”, explica el psicólogo de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) Juan Ramón Benítez. Algunos de los síntomas que genera este estado son las pesadillas, dificultades para establecer relaciones de afecto con el entorno, evitar ciertas personas o momentos porque recuerdan a un acontecimiento concreto, la hipervigilancia o la fobia al mar. Estas vivencias también pueden provocar pérdida de autoestima y sentimientos de vergüenza o culpa. Benítez señala que no en todas las mujeres aparece este tipo de estrés: “Destaca su fuerte capacidad de resiliencia y de mirar hacia delante”.

En el caso de quienes pierden a sus bebés, la terapia trata de restaurar “la pérdida del mundo interno” y, en la parte social, se intenta facilitar el duelo a través de ciertos rituales. “El luto que ejercían nuestras abuelas avisaba a los demás de que requerían apoyo externo, pero estos símbolos se han ido perdiendo”, subraya Benítez. Cuando se trata de otras culturas, entidades como CEAR dan acompañamiento e intentan dar un nombre a las personas que han muerto y recuperar los cuerpos cuando es posible, “respetando siempre los espacios”.

Esta ONG, que cuenta con cuatro psicólogos y psicólogas en Gran Canaria y uno en Tenerife, atiende a los migrantes cuando pasan a formar parte de sus recursos alojativos. A pie de playa, la atención corre a cargo de Cruz Roja y del Servicio de Urgencias Canario. El SUC “solo realiza la primera asistencia sanitaria en el lugar”. En el caso de mujeres embarazadas o que hayan dado a luz en la travesía, “se trasladan a un centro hospitalario y es allí donde las atienden los especialistas”, detallan fuentes de este servicio.

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