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Aprender de la historia

José Miguel González Hernández

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La nostalgia genera desesperanza pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor. Nada más incierto, porque seguro que algunos habrán cambiado a peor, pero la gran mayoría se ha transformado en mejores escenarios. Con la democracia ha pasado algo parecido debido a que cualquier dictadura, de la naturaleza que sea, es siempre nociva porque estaríamos ante una sociedad con una población súbdita desprovista de libertades y sometida, normalmente a través del terror, bajo un pensamiento único de orden, en donde una persona o élite autoimpuesta gobierna con poder total sin sometimiento, con posibilidad de promulgar leyes con total impunidad sin limitación alguna, sin diferenciación entre poderes, sin haber tenido acceso a través de un sistema de voto representativo, en donde no se permite oposición salvo que quieras acabar con los huesos en una celda, en el mejor de los casos, si no apareces cubierto de cal sin vida en alguna cuneta.

Por el contrario, el mancomunar las decisiones, el elegir a miembros que representan a todos los estratos sociales, el delegar la gestión en garantes de la legalidad o, en definitiva, el permitir que la soberanía recaiga en el pueblo, es el sistema que, al menos garantiza un sistema lo más cercano a la libertad de elección. Es cierto que es un modelo con errores, pero que la propia participación coadyuva a su mejora.

Desde el punto de vista económico, las autarquías ocasionan retraso, ya sea por la falta de necesaria competitividad para apostar por el progreso, como por la desconfianza que genera en los agentes operadores a la hora de salvaguardar ciertas rentabilidades comprometidas y sostenidas a lo largo del tiempo, en base a la inversión inicial ofrecida. Los esquemas totalitarios, agravan dichos efectos.

En un proceso totalitario, las industrializaciones basadas en las innovaciones tecnológicas que incrementan la productividad y, con ella, la renta, están limitadas a casos muy puntuales, salvo que se encomiende a países o estructuras internacionales. Eso sí, luego hay que devolver el favor prestado. Por otro lado, los niveles de concentración de la renta se agudizan debida a las innumerables penurias con las que conviven gran parte de la población. Por ello hay que apostar por liberalizar los mercados, ofrecer seguridad jurídica a las actuaciones y regular la propiedad privada, entre otros, erigiéndose como tres de los pilares básicos para desarrollar una sociedad, entre otros.

¿Y a qué viene esta reflexión? A que es mejor no olvidar la historia, porque somos en la actualidad la suma de lo que hemos sido en nuestro pasado. Además, hay que darle el valor y memoria a lo que es necesario reforzar, mientras que hay que aprender las impurezas e injusticias, no para olvidarlas, sino para que no vuelvan a repetirse. Y si para aprender hay que desterrar, que dicho destierro sea parte del aprendizaje. La lucha por la libertad es una carrera llena de obstáculos que no está exenta de problemas. Pero al menos, dichas vicisitudes forman parte del colectivo social y será éste quien deba decidir la dirección que tomar de una forma consensuada y sin imposición alguna.

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