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Cara y cruz de la recesión

Raúl García Brink / Raúl García Brink

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La actual recesión hunde sus raíces en el desaforado crecimiento del sector inmobiliario jaleado por unos bajos tipos de interés, cuyo incremento no han podido soportar una parte importante de los compradores estadounidenses. La crisis financiera ha obligado a realizar sucesivas inyecciones de dinero desde los bancos centrales, aunque no queda claro cuál es la auténtica naturaleza de esta medida, si no es más que un parche provisional o si realmente tendrá un efecto duradero. Sin embargo, la inquietud que produce una posible parálisis de la economía a nivel internacional debería hacernos reflexionar sobre el modelo de desarrollo sobre el que se ha sustentado nuestra economía en las últimas décadas.

Salvando las distancias, el estallido de la burbuja inmobiliaria en los EE.UU. es un claro aviso para navegantes. Llevamos años escuchando el discurso de la necesidad de diversificar la economía, de invertir en conocimiento e investigación, de desarrollar una economía con valor añadido. Pero, como todos bien sabemos, la realidad ha sido otra bien distinta. Incluso a Zapatero se le vio el rejo durante uno de los famosos debates electorales televisados cuando insistió en defender las bondades de la inversión en infraestructuras como solución a un posible estancamiento de la economía. Y es que al final parece que no hay otras alternativas distintas a las de los equipos médicos habituales, es decir, el hormigón o las carreteras.

En mi opinión, es necesario impulsar una reconversión de nuestro actual modelo de desarrollo potenciando otros sectores de la economía. Así se ha hecho en otros lugares del mundo como Nueva Zelanda, que ha pasado de vivir de la ganadería a convertirse en una potencia I+D+I, las nuevas tecnologías de la información o el turismo sostenible. Lo que no parece de recibo es seguir diciendo una cosa y haciendo otra. Así, seguimos apostando por el turismo de masas, mientras la reducción de las exportaciones es la prueba palpable del declive y falta de competitividad del sector industrial.

Debemos llevar a la práctica aquello que todo el mundo sabe que es necesario hacer, pero que por apatía o intereses inconfesables no deja de ser mera palabrería demagógica.

El Informe Stern dejó bien claro que los costes de mantener dinámicas insostenibles van a ser difícilmente asumibles en un futuro escenario de cambio climático. Y nadie cuestiona ya el imparable ascenso de los precios de los combustibles fósiles en el futuro. Como no soy un técnico en la materia, prefiero abstenerme de realizar pronósticos que seguramente no se cumplan, pero sí tengo claro que debemos apostar por la diversificación económica y la sostenibilidad. La especulación inmobiliaria, la ocupación desmedida del territorio o la esquilmación compulsiva de los recursos naturales sólo conducen al desastre o, si me lo permiten, a la barbarie. Pensemos que la recesión en el actual contexto de una economía globalizada y de la sociedad del riesgo también es una oportunidad para reconducir el rumbo insostenible de nuestra economía, es decir, para construir un mundo más sensato.

Raúl García Brink

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