Crisis, navidad, familia

Como la navidad es, además, una fiesta eminentemente familiar y la familia está en crisis, peor me lo ponen. En Nochebuena debiera ser obligatorio un servicio de restaurantes de guardia para que las circunstancias no obligaran a la gente a cenar en casa y con los parientes. Esa convivencia impuesta por la tradición es el origen de disputas, peleas, y muchas urgencias sanitarias. Si la parentela no se puede ni ver durante todo el año, ¿por qué forzar esos encuentros que empiezan con regalos y sonrisas, para acabar tan frecuentemente en batallas campales?... La familia es un valor. Si funciona, claro, porque con la familia, hay que tener suerte, como con todo. Y si nos sale rana más vale pasar de ella antes de someternos a la carga vitalicia de la desdicha.

Ahora, para el día 30 se anuncia una manifestación en Madrid a favor de la familia. Los convocantes acusan al gobierno de haber minado los cimientos de la sagrada institución. A mi se me antoja que, aunque la cita tenga una respuesta multitudinaria, manifestarse a favor de la familia es como manifestarse a favor del buen tiempo. El clima es incontrolable. Y las cuitas familiares impredecibles. Lo que ha hecho el Gobierno contra el que los asistentes al tumulto del 30 irán, sin duda, es procurar que las familias, de todo tipo, puedan ser más felices. Dando más facilidades, por ejemplo, a quienes se quieran divorciar. El divorcio, como el matrimonio homosexual, es un derecho. No una obligación. Ningún señor está obligado a casarse con el guardia de la esquina y yo no lo haría jamás. Que ellos puedan hacerlo, ni a mi ni a mi familia ha de afectarnos. Y si todos los que vayan la manifestación que les digo son felices con su pareja, pues nadie les pide que se divorcien, por supuesto. Al contrario, se les felicita y, quizá, hasta se les envidia. Mientras no intenten llevarnos al redil del sacrificio y a la literalidad del hasta que la muerte nos separe.

José H. Chela