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La Francia de Sarkozy

Rafael Álvarez Gil / Rafael Álvarez Gil

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Durante los siglos XVIII y XIX se decía que cuando París estornudaba, Europa se resfriaba. Muchas cosas, incluso los usos posibles de una guillotina, no se pueden entender sin Francia. El país que es cuna de Sartre, Foucault y Derrida, de lo mejorcito de la filosofía, y que también es capaz de ganar un mundial de fútbol. La grandeza de Francia es mucha.

Nicolas Sarkozy es un tipo peculiar. No nos engañemos. Alguien que concentra tantos odios como pasiones no es normal. Es un personaje singular. Ese chico que no quisiste invitar a tu fiesta de cumpleaños, pero no te quedó más remedio que compartir la tarta. El mismo que con el paso del tiempo nunca más volviste a saber nada de él, pero que una buena tarde te enteras que no sólo ha triunfado, sino que además sale con la chica que tú siempre quisiste y que nunca aceptó ir a tu fiesta de cumpleaños. C'est la vie.

Al aspirar a ser el candidato presidencial por parte de la derecha francesa tuvo que emplearse a fondo contra Dominique de Villepin, que no es poco. Hijo de un embajador, criado en medio mundo, especialista en los últimos cien días de Napoleón, ha sido ministro de Asuntos Exteriores, ministro del Interior y primer ministro francés. Un as de la política, un hábil estratega que rezuma elegancia por doquier. Lo tenía todo. Pero perdió ante el modelo del hombre hecho a sí mismo al golpe de las adversidades vitales en su infancia.

Mientras, los socialistas franceses progresan adecuadamente. Martine Aubry y Ségolène Royal siguen limando desavenencias atravesando el camino de las disputas acentuadas. Al menos, lejos queda ya aquel año 2002 en que Le Pen, cautivando el voto del cinturón rojo parisino de voto tradicional comunista en otros tiempos, desplazó a los socialistas de la segunda vuelta en las elecciones presidenciales.

El discurso de Sarkozy es rompedor con el gaullismo, avergonzado de la herencia del mayo del 68 y ansioso de todo tipo de modernización. En él no se puede encontrar la marca gaullista, algo que resulta tan diverso como el peronismo, de su predecesor Jacques Chirac.

En el segundo semestre de 2008, Sarkozy ejerció la presidencia de la Unión Europea con notoria presencia y mando en plaza. Es más, al sucederle la República Checa a comienzos de 2009 siguió ejerciéndola de manera fáctica. Sarkozy, amante del atlantismo y de Estados Unidos, encandiló a Barack Obama en su gira europea. Las fotos de los altos mandatarios, en las que siempre se veía cerca a la pareja, ponen de manifiesto la complicidad entre ambas Administraciones. ¡Qué diría De Gaulle, que estás en los cielos!

En fin, estamos ante un personaje muy peculiar que dará mucho que hablar. Se los aseguro. Como diría los sesentayochistas, esto no es más que un comienzo.

(*) Rafael Álvarez Gil es secretario de Comunicación del PSC-PSOE.

Rafael Álvarez Gil *

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