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Lecciones de la huelga

Juan García Luján / Juan García Luján

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Las huelgas patronales coordinadas con los gobiernos funcionan mejor que las de algunas empresas de trabajadores. Por ejemplo Binter. La empresa de transporte aéreo redujo ayer sus vuelos a la mitad. ¿Conciencia de clase de pilotos y auxiliares? No, pura ley de adaptación de la oferta y la demanda. La gente había adelantado o retrasado los vuelos huyendo del día de huelga y los servicios mínimos impuestos por el Gobierno canario fueron una excusa para reducir su oferta y no perder dinero con aviones casi vacíos. Otro ejemplo son los taxistas, la patronal recomendó a sus asalariados que no salieran porque tenían miedo que les rayaran el coche, tanta noche de gato y mañanas de Jiménez Losantos provoca esos miedos insuperables.

La inmensa mayoría de los estudiantes ve una jornada de huelga como la fuga de San Diego. No consideran que hay que salir a manifestarse, ni hacer pancartas. Es un día libre más. Un día tonto en el que la única protesta es la que comentarán hoy en el recreo “bah, espero que el profe repita la clase. En la universidad y los institutos se puede decir aquello de ”de tal palo tal astilla“. Tenemos un profesorado conservador, conservador de lo suyo, de su bolsillo, de sus apuntes, de sus miserias. Unos fueron a clases por el compromiso con sus siglas políticas, otros porque no querían que les descontaran la nóminas, otros porque asumen los recortes en Educación como una simple incomodidad.

Las cifras que dan los sindicatos sobre el seguimiento del paro en las administraciones públicas son exageradas. Quizá las cifras que dan los gobiernos se acercan más a la triste realidad de un personal que ayer prefirió seguirle el juego a los políticos que los dirigen y desprestigian. Quizá fue una estrategia de funcionarios y laborales para lavar su imagen, precisamente en una jornada de huelga, cuando sabían que los políticos iban a contar los que iban al trabajo, decidieron combatir el absentismo.

Entre los huelguistas y los no huelguistas de ayer hay una parte importante que no cree en los sindicatos. El verticalismo, la burocracia, el pactismo, el acomodamiento de muchos delegados sindicales ha provocado este descrédito. Estas causas no tienen nada que ver con lo que cuentan desde la patronal y derecha mediática y política (perdón por la redundancia). Es justo lo contrario. La derecha los acusa de haberse quedado en el siglo XIX o principios del XX. Pues no. En aquellos siglos los sindicatos no fueron pactitas, sus dirigentes no pasaban buena parte del tiempo en suelos enmoquetados. Después de llevarlos a su redil, después de haberlos hecho firmar miles de claudicaciones, ahora la derecha quiere devorarlos. Ya no los ven peligrosos. Esperanza Aguirre, Paulino Rivero y sus tropas son como los domadores de los circos: llevan años dándoles de comer a las fieras para que no sean fieras. Por eso después de haberlos engordado ahora pretenden aniquilarlos.

Ayer sobraban los motivos para una huelga general. Hoy también y, si se mantienen los planes de recortes, mañana más. En España ha habido siete huelgas generales en 30 años. En Francia seis huelgas en un año, en Grecia perdieron la cuenta. El desprestigio de Francia lo provoca el racismo de su gobierno, no la lucha de sus trabajadores.

La manifestación del mediodía de ayer en la capital grancanaria es una de las movilizaciones más masivas de los últimos años. Una manifestación que sirvió, entre otras cosas, para comprobar que en Canarias no faltan policías y que las fuerzas de seguridad hacen un excelente trabajo de protección de los grandes almacenes, de los centros comerciales donde la coacción patronal pisotea el derecho a la huelga de sus trabajadores. Por la tarde hubo otra manifestación de Intersindical Canaria que sirvió para demostrar que no están las cosas para los corredores solitarios, para coger caminos diferentes. Se puede mantener la identidad sin restar fuerzas.

Por cierto, qué tristeza que al final de la importante manifestación en la capital grancanaria (la del mediodía) el micrófono fuera devorado sólo por los dirigentes machos de UGT y CCOO. Ni una mujer, ni un parado, ni uno de los decenas de miles de jóvenes que sufren la crisis, ni un representante de las decenas de colectivos y asociaciones que respaldaron las movilizaciones. Ellos, sólo ellos, los dirigentes machos, las estrellas de la función.

Decían los sindicalistas que Zapatero debe rectificar. Tienen razón. La principal lección de ayer es que todo el mundo debe rectificar. Los sindicatos por las cosas que ya apunté. La derecha mediática porque en un momento de profundo descrédito de la prensa, con su campaña criminalizadora del sindicalismo, ocultando la parte más exitosa de la huelga, la movilización de la calle, reduciendo las movilizaciones a contenedores de basura ardiendo, ocultando que la parte más criminalizadora fue precisamente el atropello de una sindicalista que casi pierde la vida, ocultando incluso si sus periodistas trabajadores hicieron huelga o no, con esa actitud la derecha mediática lo único que logra es aumentar el descrédito de la profesión periodística.

ZP debe cambiar su política económica. Si mantiene su postura de que no hay otra salida, que los que mandan son el FMI, los banqueros y los gobiernos derechistas de la Unión Europea, lo único que provocará es el aumento de la abstención entre su base social. Se sabe que en política si a la gente se le ofrece un programa electoral original y una copia, la gente que vota, la poca gente que vota, se queda con el original.

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