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Medallas de hojalata

16 de agosto de 2024 12:25 h

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Es paradójico que los Juegos Olímpicos sean precisamente los que te impidan hacer deporte. Al menos durante las dos semanas largas que duraron las Olimpiadas de París. A todos los deportistas les gusta ver deporte, además de practicarlo. 

Normalmente durante el año los deportistas aficionados corren o juegan con normalidad en los ratos libres que les permite su agenda. Si hay un partido importante o cualquier acontecimiento deportivo televisado, se las arreglan para conciliar su actividad física con la retransmisión. 

Sin embargo, durante las Olimpiadas, que se celebran cada cuatro años, no es posible buscar tiempo libre si uno quiere verlas al completo con todas sus modalidades deportivas, a no ser que lo haga de madrugada o use la bicicleta estática en la sala de la tele. 

Durante el año, el deportista amateur y diletante que le gusta el fútbol, el baloncesto, el balonmano, el voleibol, el tenis, el golf o el sursum corda prepara su agenda para hacer deporte en las horas que no coincidan con las retransmisiones televisivas.

Durante los diecisiete días seguidos de Olimpiadas es imposible lograr un horario compatible para hacer deporte y verlo a la vez. Tiene bemoles que sean precisamente unos Juegos Olímpicos deportivos los que te priven de seguir ejerciendo tu actividad física preferida. O una cosa o la otra. 

El deporte en general y las olimpiadas en particular siempre nos dejan imágenes emotivas y entrañables pero también otras hipócritas y falsas, como por ejemplo cuando algunos deportistas se señalan el escudo de la camiseta en un gesto más folclórico que patriota. Es un guiño patriotero y chovinista, ya que hablamos de las Olimpiadas de París.

Sin ir más lejos, esto acaba de ocurrir con dos deportistas emblemáticos para España: los tenistas Nadal y Alcaraz, pasado y presente del tenis de élite español. Cuando participan en las olimpiadas se besan constantemente el escudo nacional de la camiseta y proclaman a los cuatro vientos que son españoles muy españoles y mucho españoles, pero cuando tienen que jugar con España la Copa Davis la rehusan porque prefieren los torneos individuales en los que ganan mucha pasta y suben en el ranking mundial de la Asociación de Tenistas Profesionales (ATP). 

Su patriotismo es fingido, como lo es el de muchos futbolistas que se besan el escudo cada vez que meten un gol, cuando en realidad deberían besarse el bolsillo y la cartera, que son realmente los que les interesan a estos mercenarios del deporte.   

Yo no critico que los deportistas se vendan al mejor postor (al fin y al cabo viven en una sociedad capitalista de libre mercado), lo que me repugna es que presuman y quieran hacerse pasar por patriotas cuando son simplemente deportistas de élite que funcionan como mercenarios al servicio de los mejores pagadores. 

No hay que avergonzarse por reconocer la realidad. El equipo de la vida de Mbappé no es el Real Madrid sino el club que más le pague en el presente. Antes el equipo de su vida era el París Saint Germain. Ahora es el Madrid y si mañana juega en la Unión Deportiva Las Palmas, será este el equipo de su vida.

Igual que el equipo de la vida de Figo era el Barcelona antes de fichar por el Madrid. O el de Luis Enrique era el Madrid antes de fichar por el Barcelona. El equipo de la vida de los futbolistas es el que más les paga, que suele coincidir siempre con el que están militando en ese momento. 

Los deportistas de élite son mercenarios que cambian de bando como de número de cuenta corriente. Son de su banco mientras se porte bien con ellos y ganen dinero, pero si viene otro banco que les dé más beneficios e intereses, se pasan a él raudamente sin pensarlo dos veces. 

Así funcionan los mesnaderos y los condotieros. Si el rey o el señor de la guerra del enemigo les paga más, se pasarán al adversario con los ojos cerrados. El interés y el dinero estarán para ellos siempre por encima del corazón y los sentimientos, por mucho que se besuqueen cínicamente el escudo. 

Algo que también molesta de las Olimpiadas es su obscena y abyecta politización. En esta última se prohibió competir a Rusia, entre otros países, por su invasión de Ucrania, pero en cambio se permitió hacerlo a Israel, a pesar de la invasión de Gaza y los asesinatos de 40.000 palestinos, una buena parte de ellos niños y civiles indefensos.

El deporte de élite está muy manoseado y desvirtuado. Igual que hay medallas de metal, desgraciadamente también hay patriotas de hojalata.

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