Espacio de opinión de Canarias Ahora
Muerte de un ciclista
Paco circulaba respetando escrupulosamente el carril-bici de la Avenida Marítima. En la Ciudad Deportiva de Gran Canaria otro compañero de trabajo lo esperaba para entrenar juntos. Pero Paco no llegó a las canchas del Martín Freire. Una rueda que se da contra el bordillo justo donde el carril hace una curva, un arcén que no existe, unos coches que pasan rápido a unos centímetros de la acera. Todas las peores circunstancias se juntaron. El cuerpo de Paco cayó a la carretera, un coche pasó por encima y se acabó la vida. Una joven de 15 años y su hermano de 13 perdieron un padre, una mujer perdió a su compañero, unos bomberos perdieron a un líder.
Los trabajadores del parque de Bomberos del aeropuerto de Gran Canaria vivieron la semana pasada el martes más triste de su vida. La Policía llamó para comunicarles que su jefe, Paco Castellano, había fallecido atropellado por un coche en la autovía marítima. Isidoro estaba de guardia, no podía creer lo que le estaban contando. Los bomberos acababan de perder a un jefe que se comportaba como un compañero más, un auténtico líder, que se ganaba la autoridad por su nobleza. El dolor se extendió hasta Madrid, Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife y La Palma. Hasta Gran Canaria se trasladaron bomberos de los aeropuertos de Fuerteventura, La Palma y Tenerife para dar el último adiós a Paco y mostrar su solidaridad con su familia y sus compañeros.
Juan Antonio Bardem dirigió en 1955 la película Muerte de un ciclista. Alberto Closas representaba a un profesor universitario que iba en su coche con su joven amante que interpretaba Lucía Bosé. La pareja atropelló a un ciclista. Se bajaron del coche, vieron el cuerpo moribundo del ciclista y después de comprobar que no había testigos decidieron huir. La película obtuvo el gran premio del Festival de Cannes. Pero algunos poderes del franquismo supieron leer la crítica velada de Bardem y calificaron la cinta de “gravemente peligrosa”.
En el caso de Paco la conductora del vehículo no huyó. Aunque no tuviera culpa, probablemente no pueda olvidar jamás lo ocurrido. La asociación Las Palmas en bici ha sido testigo de lo que ha ocurrido en los últimos años. Dicen los miembros del colectivo ciclista que en el año 2004 el concejal de Seguridad Vial, Paulino Montesdeoca se comprometió a poner vallas protectoras en puntos peligrosos del carril-bici, uno de esos puntos era la curva donde se tropezó la bici de Paco. Los ecologistas tienen un documento donde se recogía ese compromiso, con sello del Ayuntamiento y firmado por un técnico municipal.
El ex concejal del PP no se ha pronunciado públicamente sobre lo ocurrido, quien sí habló fue el actual Director de Seguridad del Ayuntamiento. Dos días después del accidente José Luis Sebastián hizo una estadística: en doce años de carril-bici ha muerto una persona, por tanto estamos ante un hecho “desgraciado que no es habitual”. No sé si Sebastián estuvo en el lugar de los hechos, basta ver la foto del periódico para comprobar que Paco circulaba por un carril-bici a unos centímetros de una autovía sin arcén, sin ningún tipo de valla protectora, en un suelo resbaladizo porque suele estar húmedo por el agua del mar. Con estas circunstancias hablar de una sola muerte en doce años no es un hecho desgraciado, es un milagro. La curva donde Paco cayó a la carretera es tan “gravemente peligrosa” para los ciclistas como era la película de Bardem para los defensores de la moral franquista.
El nuevo gobierno municipal de la capital grancanaria está tardando en aplicar medidas de seguridad en los puntos más peligrosos del carril-bici de la autovía marítima. Espero que José Luis Sebastián no se deje llevar por las estadísticas y escuche al colectivo Las Palmas en Bici. Los bomberos y los ciclistas ya le hicieron un sencillo homenaje a Paco Castellano Vera. Ahora le toca al Ayuntamiento, convertir el carril-bici en un espacio seguro para ciclistas y peatones es su deber. Porque ese carril es un peligro, aunque no lo digan las estadísticas, lo dice la memoria de Paco.
Juan GarcÃa Luján
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