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25N | Día contra la violencia machista
Aquí dentro no hay nada

Globos violetas en una manifestación contra la violencia machista.

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Ha sido ahora, hace un rato. Acabo de decidirlo: me dejaré morir. 

Aquí dentro no se ve nada. Solo siento huesos. Hue... huesos por todas partes. Huesos encima de mí, huesos debajo, huesos sobre la cama, huesos en la cocina.

Siento huesos rotos, como astillados, como haciéndole agujeros a la piel, como queriendo salir, como queriendo coger aire, como queriendo encontrar una forma desesperada de vivir. Se acabó, me dejaré morir.

Las sábanas están acartonadas, duras, húmedas, sucias. Las siento rojas, arrugadas, hechas una bola. Están como si estuvieran abrazándose las rodillas, acurrucadas de la agitación, del temblor, de la agonía. Están retorcidas de dolor.

Huelo en ellas la sangre pero no lo sé. Aquí dentro, dentro de mí, no se ve nada. Estoy cansada. Muy cansada. Sepo a hierro, a óxido. Me bebo la sangre. Es mía. Reconozco bien su sabor. Está colándose entre los dientes; la saboreo como un helado, me la bebo, me la trago y la disfruto como una niña para saborear lo poco que queda de mí.

Mis muslos pesan como si fueran hormigón. Mi pecho está roto. Mi piel está áspera en las piernas, en el pómulo. Mi parte de delante se junta con la de detrás. No hay nada entre la piel. Está hueco, vacío. Mi estómago está en realidad en mi espalda. Mi corazón cayó debajo de la cama junto con el alma. 

Me siento hinchada, inflamada, violeta. Noto cómo van naciendo los hematomas. Cómo arden. Cómo duelen. Mi pelo sigue desmenuzándose, partiéndose, cayéndose como si fueran lágrimas aunque hace horas que ya no me arrastra de él. O eso creo. No lo sé. No siento nada. No sé qué pasa fuera de mí.

Mis mejillas han empezado a empapar como si fueran una bayeta. Estoy llorando pero solo lo sé porque me mojo. No siento nada. Ya, desde hace unos minutos, he empezado a dejarme morir.

— Mami, ya se ha ido. ¡Despierta! ¿Me llevas al cole?

Abrí los ojos rápidamente y vi los suyos. Vi su impaciencia, su inocencia, su vida. No me quedó de otra. Tomé una segunda decisión: No puedo morir ahora. 

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