Olimpiadas de Roma y Tokyo: 60 años de recuerdos y contrastes

28 de julio de 2021 12:01 h

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Volver la mirada atrás se castigaba en ocasiones en la Biblia como a la mujer de Lot convertida en estatua de sal y en la leyenda griega de Orfeo con la pérdida del ser amado, Eurídice. Pero los recuerdos y la memoria son una mirada interior a nuestras experiencias vitales y no deben ser castigadas por los dioses griegos ni por los bíblicos.

El mundo helénico nos dio la filosofía de Sócrates y Platón, la idea de la Democracia y además las Olimpiadas. Su denominación se debe al lugar de su celebración: Olímpia donde estaba el santuario más importante del dios Zeus situado en el valle del Alfeo. Se celebraban cada cuatro años entre los meses de julio y agosto. El valor de los Juegos antiguos era múltiple: tanto como manifestación religiosa de acatamiento a los dioses, como periodo de paz entre las ciudades-estado griegas favoreciendo la amistad y alianza entre sus pueblos y ciudadanos.

En cada ciudad-estado sus magistrados como autoridad representativa las organizaban. La vida pública se paralizaba durante las fiestas suspendiendo toda actividad oficial. Durante las Olimpiadas solamente se resolvían asuntos de extrema urgencia. Se acudía a ellas desde los sitios más remotos y se establecían treguas de carácter sagrado. Los juegos públicos eran ocasión de acercamiento y reforzamiento de las relaciones interhelénicas ya que equivalían a verdaderas asambleas generales del pueblo griego.

En tiempos modernos a iniciativa del barón francés Pierre de Coubertin se celebraron las primeras Olimpiadas modernas teñidas del espíritu deportivo del “sport” británico. Sin duda, Coubertin era una personalidad que sobrepasaba la cortedad de miras de su época y apuntaba a un futuro no visible ni previsible en aquellos momentos.

Si hoy, debido a la Pandemia que nos azota, el público presente en los estadios es mínimo, parece una repetición del año 1896 en Atenas en que solamente unas decenas de atletas de nueve naciones se asomaron a los Juegos. Hoy la cantidad de público presente, entonces los deportistas participantes. Naturalmente, dejando fuera la televisión y modernos medios de comunicación. En cualquier caso, los Juegos Olímpicos resucitaron.

Entre las primeras de 1896 y la XVII Olimpiada de 1960 en Roma, a las que tuve la suerte de asistir como participante del equipo español olímpico, debían haberse celebrado unas 16 olimpiadas, pero tuvieron lugar sólo 13 debido a las guerras del siglo. Y debido a la derrota del EJE fascista en la 2a.Guerra Mundial, el deporte español no pudo integrarse antes debido al aislamiento de la Dictadura de Franco.

En Roma no pudimos obtener ninguna medalla de los primeros puestos y la mía como participante la he perdido. De recuerdo me quedan unas toallas deshilachadas que mi madre conservó como oro en paño, aunque, como digo, paño bastante deshilachado. Ahora en las del 2020 (que por el Covid se retrasaron al 2021) el equipo español gracias a una joven de 17 años, Adriana Cerezo, obtiene una medalla de plata en Taekwondo. No queda más que desearle a esta luchadora nuevos éxitos en su carrera deportiva internacional. El triunfo de Adriana Cerezo ha sido una sorpresa de las que aparecen en cada Olimpiada, como lo ha sido también el del tunecino Hafnaoui, de 18 años, que sorprendió con el oro en los 400 libres. Ahmed Hafnaoui nadaba por la calle ocho ( las calles centrales se dan a las mejores marcas por el espectáculo y las laterales a los no-favoritos) proclamándose campeón olímpico en la prueba de 400 metros libres de estos Juegos Olímpicos de Tokio. Las “calles” en las piscinas están formadas por corcheras que flotando delimitan el espacio correspondiente a cada nadadory las laterales están sujetas al oleaje de los que van delante. El australiano Jack McLoughlin, que lideró gran parte de la prueba, y el estadounidense Kieran Smith, completaron el podium de ganadores.

En las Olimpiadas de Roma 1960 aparece una figura que nuestro equipo y yo equipo podíamos ver pues destacaba en los comedores comunes por su estatura, era el boxeador Cassius Clay, más tarde Mohamed Alí y campeón del Mundo de pesos pesados en boxeo. Otra figura extraordinaria fue la de Wilma Rudolph. Su vida sería motivo del telefilme Wilma, escrito y dirigido por Bud Greenspan en 1977. Wilma Rudolph merece especial atención de verdad ya que de niña los médicos le habían diagnosticado que no volvería a andar y por su tesón y fuerza de voluntad acabó convirtiéndose en triple campeona olímpica de velocidad al ganar el oro en los 100, 200 y 4x100 metros lisos en los Juegos Olímpicos de Roma 1960, hace ahora 60 años.

Ambos, Cassius Clay y Wilma, eran afroamericanos y ambos lucharon contra el racismo norteamericano y protestaron contra la Guerra del Vietnam. Más tarde, John F. Kennedy sería asesinado en el atentado de 1963, Robert Kennedy sería asesinado en su exitosa campaña por obtener la candidatura presidencial demócrata en California el 5 de junio de 1968 y a Martin Luther King le asesinaron el 4 de abril de 1968 a los 39 años, por arma de fuego en Memphis. El racismo y la guerra de Vietnam son el fondo ideológico y social de aquellos asesinatos, presentes en las mentes despiertas ya en 1960, recordando que desde enero del 1960 John F. Kennedy había entrado a competir por la candidatura presidencial del Partido Demócrata pese a ser católico. Visitó las minas de carbón y conversó con los mineros para lograr su apoyo; la mayoría del electorado en Virginia Occidental era conservadora y protestante, muy recelosa del catolicismo de Kennedy; pese a ello resultó victorioso en Virginia Occidental, lo que confirmó su prestigio como candidato de atractivo popular. Pero en la soleada Roma de 1960 no podíamos sospechar nada de eso ni era lo que nos preocupaba.

Entonces era Papa Juan XXIII y nuestro equipo tenía prevista una audiencia con el Sumo Pontífice que no se llegó a celebrar. Entonces me alegré y hoy lo lamento. La participación canaria en Roma 1960, fue de nueve en total, seis nadadores y tres boxeadores...

RECUERDESE: no éramos profesionales, no nos pagaban nada por entrenar ni por competir, sólo los viajes y las dietas, aunque aquello para nosotros era suficiente. Nos daban el dinero de las dietas en divisas, o sea, en la moneda de los países en que se celebraban los campeonatos y así teníamos algo para comprar.

Los boxeadores eran Cesáreo Barrera, Carmelo García y Eusebio Mesa. Cesáreo Barrera “el bombardero del Puerto” tenían una lesión en su mano izquierda de un entrenamiento y perdió en la primera pelea en el peso medio ante Van Duivenbode, de Holanda. Carmelo García en el superligero perdió en su primer combate contra el australiano Kazpriz. Eusebio Mesa fue eliminado por el húngaro Torok en el peso mosca también en su primera pelea.

La participación de Rita Pulido significó el debut femenino de la mujer canaria en una competición olímpica. Julio Cabrera, José María Cossío, Emilio Díaz Miranda, Heriberto de la Fé y José Vicente León por Gran Canaria, completaban la representación de nadadores. Rita Pulido fue, con solo 15 años, por haber batido tres veces el récord nacional de los 100 metros estilo libre ese año, y aunque no consiguió pasar de la primera ronda rebajó en tres décimas su mejor marca. Todos hicimos lo mejor que pudimos. Y todos fuimos eliminados.

Junto o al frente del equipo nacional iba un personaje extraño cuyo papel no estaba claro si era de la Delegación de Deportes o de la Policía Secreta, pero que era el que mandaba, hacía y deshacía. Y ese individuo, cuyo nombre nunca supe, decidió que el equipo canario regresara a España supuestamente por los gastos, aunque él nos acompañó en el avión de regreso y con las misma volvió a Roma, pues para eso sí había dinero. Varios del equipo queríamos permanecer en Roma. Yo le dije que quería quedarme y que me pagaba la estancia y gastos ya que no se está en una Olimpiada todos los días y todavía había mucho que ver. El tipo se negó y yo, ya en el Aeropuerto, estuve jugando con el pensamiento de quedarme y armar el escándalo pudiendo asilo político. Estuve hasta el último minuto pensando:¿me quedo o regreso; me quedo o cojo el vuelo? Y por mi cabeza pasaban múltiples consideraciones de orden político ya que entonces yo estaba en el clandestino Partido Comunista de España y quería acabar con la Dictadura franquista y el irme de España me parecía algo así como una deserción. La revolución democrática había que hacerla dentro de España. Al final decidí volver y fui el último en montar en el avión.

¡Mi vida hubiera sido bien distinta de haberme quedado pidiendo asilo político!

Regresamos como corderitos mansos pero cabreados a la madre patria, protegida todavía de influencias extrañas gracias al clerical-fascismo que prohibía libros, bikinis y libertades, protección que no duraría mucho en lo que se refiere al desnudo del bikini ya que Fraga Iribarne con su “España es diferente” desencadenaría en los años 60 una invasión de turismo europeo ansioso de sol que mostraba sus desnudeces a cambio de divisas en nuestras playas.

Metafóricamente hablando casi no habíamos terminado de pisar tierra hispana cuando nos sacudió una sorpresa “informativa”. La prestigiosa revista norteamericana en su edición española traía en portada a la despampanante Gina Lollobrígida y se agotó en poco tiempo en todos los puestos de venta de Las Palmas. La razón de las ventas no fue el artículo sobre el que llegaría a ser legendario Ché Guevara ni tampoco la bella Lollobrígida sino una foto con el subtítulo siguiente: “Nadadora española no identificada y su novio se relajan junto a la piscina principal del estadio olímpico de Roma en 1960”.

La foto despertaría al mismo tiempo una cierta mezcla de escándalo y jolgorio en los medios deportivos.

(FOTO: Página de la revista LIFE del 3 de Octubre de 1960 en la que aparece la foto de Rita Pulido y Julio Cabrera).

En la foto aparecen Rita Pulido (morena y con ojos rasgados) peinando a Julio Cabrera (medio rubio con mentón pronunciado), mientras detrás de ellos Eduardo Ley y en el suelo de espaldas José Vicente León (ya fallecido) observan la operación. Yo, Emilio Diaz, bracista, tenía entonces 20 años, y estaba fuera del enfoque fotográfico de George Silk que inmortalizaría a Rita y Julio que tenían 15 y 18 años. La postura de ambos transmite confianza y camaradería que fue interpretado románticamente por los periodistas. Pero no eran novios. Eran muy buenos amigos y compañeros de equipo.

Estamos hablando del tiempo dominado religiosamente en Las Palmas por el Obispo Pildáin y Zapiain que prohibía fiestas populares si iban acompañadas de bailes y con Franco en lo político seguíamos con la falta de libertades políticas e informativas. Años después, ya por encima de los 70 años, Rita contaría que cuando vio la foto publicada se puso a llorar. Rompió en cachitos pequeños el ejemplar que cayó en sus manos de la revista. Hace unos 60 años y hoy nos puede parecer risible, pero no fue así a las cinco hermanas de Rita, que se enfadaron con ella cuando vieron la foto y el gesto cariñoso que podía ser considerado indecoroso. La única que la apoyó ante el pequeño escándalo fue su madre. “Julio era como un hermano y un buen amigo”, pero en aquel momento José Manuel Pulido y Rita habían empezado a salir, y a ella, con los 15 años de entonces. no le hizo ninguna gracia que esa imagen se hiciera pública.

Recordando los propósitos pacifistas de Pierre de Courbin y viendo los conflictos bélicos y las tensiones internacionales, así como falta de solidaridad en el reparto de las vacunas durante esta pandemia quizás con la excepción de Cuba, uno se pregunta si las Olimpiadas contribuyen al entendimiento de los pueblos o al exacerbamiento nacionalista. Muchos cambios han habido en el mundo desde 1960 hasta hoy, pero no todo ha sido positivo. Pero la esperanza es lo último que se pierde.

El contraste de la época y la actitud de las “chicas” lo marca en la actual Olimpiada de Tokyo la nadadora australiana Kaylee McKeown en la final de los 100 espalda al conseguir el oro y anotar un nuevo récord olímpico de 57.47 segundos. Su reacción nada más salir del agua también dejó huella en las redes sociales, donde se ha viralizado. En una entrevista con un canal australiano, preguntaron a McKeown si quería saludar a su familia. Su respuesta fue rápida: “Fuck yeah! (¡Joder, sí!)”. La reacción sorprende a la misma nadadora, que instantes después se da cuenta y se tapa llevando la mano a la boca. En 1960 no existían los móviles ni el internet y los “escándalos” no podían viralizarse. Tales expresiones eran cosa impensable en la Olimpiada de Roma. Cosas veredes, Sancho, amigo, diría Don Quijote.

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