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Rakkautta & Anarkiaa 2012: Rat King

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Sin el mundo virtual actual, serían legión aquellos que vivirían totalmente aislados del mundo, sin relacionarse con ningún otro ser humano como ellos. Para quienes viven en dicha dimensión paralela a la del resto de los mortales, estar pendiente del flujo continuo de información que bombardean sus ordenadores acaba por convertirse en algo más importante que comer, dormir e, incluso, respirar.

Juri forma parte de ese grupo de seres humanos que viven del tejido virtual de todo lo que se desarrolla dentro de él. Hijo de unos padres separados -razón por la cual le tocó quedarse a vivir con una madre amante de la caza y la taxidermia- su existencia discurre entre sus clases diarias en el instituto, su relación con Mia, la cual no pasa por su mejor momento, y su pasión por los juegos on-line.

En realidad, Juri pasa cada vez más tiempo en su guarida, literalmente, pues su habitación tiene el aspecto de una cueva, jugando a un trepidante y sangriento juego de guerra, junto con su grupo de amigos virtuales. Su pasión desmedida es, en parte, la razón de que el resto de su vida cada día se resienta más, sobre todo sus estudios y su relación con Mia.

Todo cambia, radicalmente, cuando uno de sus más “cercanos” amigos virtuales, desaparece sin dejar rastro y, a reglón seguido, Niki, otro de sus mejores amigos, le llama para encontrarse con él, en persona, y por primera vez.

Una vez que Juri acude a la cita se verá las caras con su amigo, otro adolescente como él, aunque atrapado en un juego mucho más peligroso que cualquiera de los que ambos conocían hasta ese momento.

Al principio, Juri no sabe qué pensar, pero, ante la insistencia de su amigo, decide darle cobijo, excusa ideal, por otra parte, para que Niki le cuente a su amigo cuáles son la peculiaridades del juego en el que anda envuelto.

Una vez que Juri pica el anzuelo, Niki no solamente le inducirá a jugar bajo las retorcidas reglas del juego en el que dice estar envuelto, sino que, aprovechando la circunstancia de su parecido con Juri, le irá robando poco a poco su vida.

De esta forma, la película se desarrolla en dos niveles, el real y el inventado por Niki, los cuales acaban difuminándose y confundiéndose. Al final, Niki es Juri, pero Juri no sabe quién es, por mucho que trate de recuperar aquello que le han robado.

Para colmo de males, Niki, ya transmutado en Juri, sueña con emular a los no menos dementes Eric Harris y Dylan Klebold, protagonistas de la masacre del instituto norteamericano de Columbine, en abril de 1999 o a Timothy McVeigh, responsable del atentado en el edificio federal Alfred P. Murrah, en la ciudad de Oklahoma, en 1995.

A Niki ya hace tiempo que los muertos a los que disparaba en la pantalla del ordenador le dejaron de interesar y, llegado un momento, su demente psique le llevó a buscar emociones más fuertes y cadáveres reales, no virtuales. Claro que ¿por qué conformarse con una sola víctima, pudiendo causar una masacre que figure en los libros de historia?

Rat King es mucho más que la historia de dos adolescentes que viven en un mundo virtual, alejado de una realidad que ni les gusta, ni les tolera tal y como son. Rat King pone sobre le tapete de juegos, los problemas de una generación que busca como sobresalir, pero que no acaba de encontrar un revulsivo que le permita conseguirlo.

Y, en muchos casos, ese revulsivo tiene que ver, o está relacionado, con la violencia más extrema y descarnada, la cual simbolizan muy bien los ya mencionados Eric Harris y Dylan Klebold o, al tratarse de una película finlandesa, Pekka-Eric Auvinen y Matti Saari, responsables de las matanzas en las localidades finlandesas de Tuusula y Kauhajoki, respectivamente.

Niki es, según el principal responsable de la película, su director y guionista, Petri Kotwica, la lógica evolución de dos psicópatas como lo son Pekka-Eric Auvinen y Matti Saari, mucho menos audaces que la versión cinematográfica construida por Kotwica.

Y no valen explicaciones maniqueas o que sólo apuntan en una dirección, como suele ser habitual. Por mucho que les moleste a los no menos dementes integrantes de la todopoderosa Asociación Nacional del Rifle norteamericana, los videojuegos son mucho menos peligrosos que la facilidad y tolerancia social de la que se valieron dos adolescentes como Eric Harris y Dylan Klebold para equiparse antes de su famosa masacre.

Hay muchos otros factores, tales como la falta de comunicación entre padres e hijos, entre profesores y alumnos, o el interés de los adultos en perpetuar tradiciones como la caza, sin contar con la responsabilidad que entraña la de poner un arma en manos de un adolescente sin la adecuada formación en su uso.

Además, no se debe perder de vista la cantidad de mensajes y eslóganes que convierten a un asesino sádico y descarnado en un fenómeno de masas, capaz de generar pingues beneficios a su alrededor.

Niki no es sino el reflejo de todos esos adolescentes que acaban por sucumbir a dichos mensajes, aunque también no se debe perder de vista la sociopatología que domina los actos del adolescente, cada vez más encantado con las atrocidades que comete.

El único pero que tiene la película tan notable como ésta, es que, inexplicablemente, su edición en DVD no trae subtítulos en inglés, por lo que la limita, solamente, al mercado nórdico y no da la posibilidad al resto de los espectadores de otras latitudes a disfrutar con ella, a no ser que se pueda ver en alguno de los muchos festivales de cine que se celebran a lo largo y ancho del globo.

Salvo por esta circunstancia, Rat King es una película que se debería proyectar en los institutos de todo el mundo más o menos civilizado, en especial por su tratamiento carente de artificios innecesarios, los cuales ni hacen falta, ni ayudan al resultado final de la cinta.

Eduardo Serradilla Sanchis

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