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La visita del Papa
Opté por pasar página hasta que, hablando con amigos que se confiesan católicos, oí comentarios que creo oportuno traer aquí. Uno se refería a que el Papa sólo dijo lo que le han contado acerca de la situación de la Iglesia en España gente como el cardenal Rouco Varela y su entorno. Es decir, los integristas que ya intentaron persuadir a los fieles de que la Iglesia estaba siendo perseguida en nuestro país; supongo que se referían a los promotores bancarios, que no los dejan estar para que domicilien los pagos que reciben del Estado.
O sea: no me creo que el Papa estuviera mal informado o lo engañaran. Pero no hace falta meterse en los berenjenales curiales de saber quién le susurra al oído porque sus palabras se corresponden a la ejecutoria de su antecesor y de él mismo para acabar de extirpar el Concilio Vaticano II. Juan Pablo I y Benedicto XVI han desplazado a cardenales y obispos que trataron de abrir la Iglesia a los tiempos y promovieron a representantes de las corrientes más integristas y eso es lo que hay. Por sus obras los conoceréis.
Y ya que de los años 30 habló el Papa, diré que no es ningún secreto el papel de la Iglesia española en la guerra civil, a la que entronizó como Cruzada, y durante los cuarenta años de dictadura con Franco fijo bajo palio. Todos hemos visto imágenes de obispos y curas bendiciendo brazo en alto, al estilo fascista, los cañones de matar; por no hablar de su silencio cómplice ante los crímenes de la sangrienta represión y las condenas a muerte. La Iglesia no sólo no se ha arrepentido de aquello sino que promueve en España las añoranzas del nacionalcatolicismo que determinaron sus arremetidas contra la memoria histórica; que no les impidieron practicar la suya mediante beatificaciones masivas de religiosos asesinados durante la guerra civil, con olvido de los curas que pasó Franco por las armas, que no cuentan para ella. Los posicionamientos de la jerarquía española contra leyes votadas democráticamente en el Parlamento también concuerdan con la reprimenda del Papa a España; en exclusiva, porque no se atreve a hacer lo mismo en otros lugares.
Los reproches de Benedicto XVI, no nos engañemos, no fueron casuales ni consecuencia de malos consejos e informaciones sesgadas. Responden a la política vaticana que preconiza y no creo necesario insistir en que no es un modesto e influenciable cura de pueblo.
Otro comentario, escuchado a cristianos de base y leído a teólogos proscritos y no sé si excomulgados, es que va siendo hora de que el Vaticano renuncie a ser un Estado y dejen los Papas de jugar con su doble condición de político como jefe de Estado y de jefe religioso infalible, de modo que criticarle por sus actitudes políticas equivalga a ataque a la religión que lidera y que exige, a su vez, la sumisión a sus dictados de los gobiernos. La religión, en cuanto fe sincera de millones de personas e impulsora de los miles de religiosos que trabajan por los demás en todo el mundo, a menudo incomprendidos y marginados por la jerarquía, son acreedores de un reconocimiento y un respeto que no merece la Curia y quienes se alinean con ella. Ni siquiera con la coartada de la obediencia.
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