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Cohabitación

Francisco Pomares

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Las declaraciones de Clavijo desmarcándose de la gestión del Gobierno de Canarias en asuntos sociales ha suscitado el interés en los medios y la ciudadanía. Un interés alimentado por la muy socarrona respuesta de Rivero, al asegurar que cuando supo de las declaraciones creyó que las había hecho alguien del PP. Pero al margen de ese toma y daca tan característico del ajuste de cuentas entre colegas de partido, lo que está claro es que Clavijo y Rivero han roto todos los canales de comunicación. Clavijo cree que para recuperar el voto de la calle precisa distanciarse de quien es visto –según los sondeos que maneja Clavijo- como el peor presidente de la Autonomía, responsable de una gestión en tiempos de crisis que no ha contentado a nadie. Sería injusto decir que Rivero no se ha esforzado: es un hombre que trabaja mucho, o al menos eso es lo que él nos dice a todas horas. Pero ha sido un presidente inmovilista, incapaz de renovar equipos (ha mantenido con el PP y con el PSOE a la misma pléyade de petard@s), autoritario, belicoso y empeñado en un enfrentamiento con el Gobierno de la nación que –a la postre- a quien ha perjudicado ha sido a Canarias. Su intención de volver a repetir un tercer mandato colocó a Coalición en el disparadero (es el primer presidente públicamente rechazado como candidato por su propio partido) y ha sido un tipo bastante follonero en sus relaciones con los estamentos y grupos sociales. Se ha peleado con los médicos, con los jóvenes, con los medios de comunicación, con los funcionarios y con los empresarios.

Apartarse públicamente de Rivero, su gestión y sus modos de gobernar es casi una cuestión de supervivencia para Clavijo. Y por eso va a seguir haciéndolo cada vez con más insistencia. Clavijo no tiene ningún interés en cohabitar con Rivero. Lo que quiere es desmarcarse de él, demostrar que puede ser un presidente diferente y hacer las cosas de una forma diferente. La imputación le ha convertido en un candidato expuesto y frágil y un permanente pulso con Rivero –sobre todo si lo hace en nombre de las políticas preteridas y los grupos y ciudadanos ninguneados y maltratados por Rivero- sitúa la atención en dónde más le gusta al personal: en la bronca y el espectáculo. Y además, en esa dinámica es fácil contar con la colaboración de Rivero. Responde a todas las provocaciones como un torito bravo. Esta precampaña no va a ser la de la cohabitación. Va a ser la de la tetosterona.

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