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Crisis sistémica

José Carlos Gil Marín / José Carlos Gil Marín

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Cuando los pueblos bárbaros comenzaron a menguar mediante la invasión los recursos de la metrópoli, y cuando la ciudadanía romana no garantizó el orden y la seguridad que antes de ella derivaba, todo se precipitó.

Huntington apunta al hundimiento cíclico de las civilizaciones, y que el de Occidente que ha empezado podrá estar finiquitado alrededor de 2500 después de Cristo tras una guerra por el petróleo que ya ha comenzado, pero que tendrá en China su máxima y final expresión conclusiva.

Éste es el comienzo del caos paradigmático civilizatorio que estamos padeciendo? A unos escasos centenares de Kilómetros el mundo árabe y el África mediterránea viven convulsionadas en una auténtica islamización.

Dentro de las fronteras, lo acontecido en Grecia es sólo la punta del iceberg, de un iceberg que se extiende como una mancha imparable por ese Sur más alejado del centro civilizatorio.

Se puede, pues, hacer una analogía entre las disposiciones finales del Imperio tardío y las actuales de los Estados sistémicos civilizatorios con las medidas que éstos toman. Unas medidas que hacen incluso ya que las llamas se acerquen hasta el mismo Partenón.

El fin tarda, pero los dolores de parto lo anuncian. Y el pueblo lo padece, los padece desde una clase política que vive aislada en su burbuja protocolaria.

La reducción de ingresos no fue advertida a tiempo por los emperadores, los cuales despilfarraban enormes cantidades de dinero.

Cuando se dieron cuenta de que sus ingresos se reducían, se les ocurrió la idea de emitir moneda con menor cantidad de metal precioso, lo que les permitiría emitir más moneda con la misma cantidad de metal. Pero esta estupidez generó una terrible crisis monetaria, la moneda se devaluó enormemente y con ella se devaluaron los ingresos del imperio por concepto de impuestos.

El Estado imperial, para poder resistir la tremenda inflación que creó, tuvo que empezar a cobrar los impuestos en grano. La crisis económica afectó a todo el Imperio, ya que estaba ocasionada por un problema monetario, y todas las provincias del Imperio tenían la misma moneda. Esta crisis generó que numerosos campesinos se arruinaran y emigraran a las ciudades en busca de trabajo, generando superpoblación en muchas de ellas, lo que a su vez generó epidemias por la falta de higiene y un considerable aumento de los asesinatos y robos ante la ausencia de trabajo. Por otro lado los caminos se fueron volviendo peligrosos por la conversión de numerosos campesinos pobres en bandoleros que asaltaban las caravanas comerciales.

¿Nos recuerda en algo lo hasta ahora comentado? ¿Cuánto han subido los alimentos básicos en la actual crisis?

El Estado imperial romano se volvió un monstruo burocrático y tirano que gastaba en el protocolo imperial montones de oro que eran necesarios para afrontar los graves problemas del Imperio. Los campesinos eran los que más sufrían la tiranía del Estado. A veces los mismos campesinos se rebelaban contra las injusticias del emperador. Los invasores bárbaros no fueron los causantes principales de la caída de Roma, ya que nunca podrían haber acabado con un Imperio estable, organizado y dinámico. El Imperio Romano se suicidó con sus crisis internas.

Crisis internas civilizatorias? ¿Nos suenan?

Estamos en el comienzo. El parto será largo. Un mundo nuevo surgirá, en el que Occidente sólo sobrevivirá si entiende que no será el poder dominante, sino uno más, una civilización más.

Un mundo en el que no sabemos aún el lugar de éstas nuestras islas.

Las lecturas de Huntington y Krugman nos avisan de lo que está por venir.

Sólo anticipándonos a ese mundo podremos atemperar sus consecuencias, para que el choque no sea un choque extintivo. Y no se está haciendo. No se está haciendo lo que debería salvar no ya a generaciones, sino a nuestra civilización caída en las manos de un algo por encima del pueblo, de un algo que no busca el beneficio de la suma, sino el de una parte al margen de la mayoría de la soberanía popular, al margen del Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Quizás no lo veremos, seguro que no veremos la caída, pero los siglos pasan pronto.

José Carlos Gil Marín

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