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Losantos y Pedro. J. sobrepasan a Ratzinger por la derecha

Carlos Carnicero / Carlos Carnicero

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También se la han dado socialistas inconsecuentes o interesados. Algún día se podrá contar la alianza que estableció Miguel Barroso con Pedro J. cuando el primero era secretario de Estado de Comunicación y quería blanquear Televisión Española con la presencia del director de El Mundo en programas de debate. Miguel Barroso quiso “matar a besos” al director de El Mundo. También fue un asunto de familia.

Ahora, me imagino, después de lo que ha escrito Pedro J. de la ministra de Defensa, se habrá dado cuenta el asesor áulico de Zapatero que los traidores, como los escorpiones, tienen una naturaleza a la que no pueden resistirse. Se aprende con el tiempo. Algunos no aprenderán nunca, pero no les van mal los negocios, y puede que les compense sostenerse en el error.

La aristocracia establece unos cánones estrictos de reconocimiento social que filtran a quienes aspiran a pertenecer a esa clase. La democracia, en España, es mucho más laxa: permite que cualquier impostor parezca un hombre respetable: se puede decir una cosa y la contraria mientras se tenga poder de coacción en un universo en el que no se visitan las hemerotecas y es mucho mejor una memoria flaca que una precisa.

Los camaleones tienen tantos colores como timbres de reflejo la luz del día. Además hay supuestos periodistas que se confunden con los medios para los que trabajan: son millonarios que no se resignan con los emolumentos que consiguen y pretenden que su supuesto control de las audiencias lo tienen que financiar los editores de por vida. Ocurre porque en realidad son predicadores que cambian de púlpito y de Iglesia cuando su monopolio peligra. Y se llevan el misal, el breviario, el cáliz y las ostias.

De una filosofía sin escrúpulos pueden nacer las conjuras, conspiraciones y alianzas más insospechadas. Bueno, en realidad no son insospechadas sino interesadas. Ahora el locutor de la mañana se ha casado políticamente con Esperanza Aguirre y el director de El Mundo para declararle la guerra a Roma. ¡Mira que es difícil sobrepasar a Ratzinger por la derecha! Una operación de esa envergadura sólo la pueden pilotar el obispo Lefebvre o Pedro J. y Losantos. Y ahora ya estamos en un capítulo nuevo de los camaleones que han cambiado su posición con respecto al sol. Al mediodía, la luz que domina, es la de la Puerta Pía de Roma. Puede volver a ser asaltada. Lo que nos queda por descubrir es si Pedro J. y Federico quieren disfrazarse de Garibaldi o de Benedicto XIII, cuyo nombre era Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor, el Papa Luna. Entonces no existía la COPE y tal vez por eso este antipapa se refugió en Peñíscola. La historia es tan tozuda que siempre se repite. Incluso Federico también es aragonés.

* Periodista, analista político y articulista de elplural.com

Carlos Carnicero*

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