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La educación es a la sociedad lo que la democracia

Anastasia Hernández Alemán

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¿Algo de capital humano Sr./Sra.? ¡Sí, por favor! ¡Pero que no me cueste mucho! El “salario”, el “coste”, el “precio” parece ser lo determinante en algunos ámbitos. Y, ¿cuál es el ideal Sr./Sra.? Pues mire, quiero algo así tipo becario/a, fijo discontinuo, varios idiomas, con máster incluido, que no tenga que formar. ¡Ah! ¡Se me olvidaba, y con mucha experiencia! ¡No se preocupe Sr./Sra! Tenemos una amplísima variedad con estos condicionantes que usted pide, y sin limitación de horarios.

No hace mucho tiempo leí un artículo en el que se afirmaba que “la educación no interesa a nadie”. O bien que, “resulta paradójico que la comunidad con menos renta per cápita del Estado, sea la que mayor esfuerzo financiero realiza con su educación”. Tengo que confesar que me sorprendieron bastante estas afirmaciones pues, para no importarnos, llevamos unas ocho reformas en la materia.

Hasta estas declaraciones acerca de la educación en nuestro país, yo pensaba que realmente la situación de la educación en España es y debe ser objeto de preocupación. La inversión en educación se traduce, por ejemplo, en la necesidad de un menor presupuesto destinado a la limpieza de las calles. ¡Cuántos de nosotros no hemos visto alguna vez, aún hoy, tirar la colilla del cigarro al suelo, el papel de la chocolatina o el bote de zumo! ¡Cuántos de nosotros no hemos visto en este verano enterrar la colilla del cigarro en la arena de la playa o la cagadita del perro adornando la acera! Por cierto que esto último es cada vez más frecuente.

Invertir en educación supone destinar menos presupuesto a solventar la delincuencia callejera, supone destinar menos recursos a servicios sanitarios pues parece demostrado que la tenencia de hábitos saludables va asociado al nivel educativo; implica poder disfrutar de mayores salarios asociados a los escalafones profesionales mejor remunerados, o remunerados adecuadamente a la formación recibida, lo que conlleva menor presupuesto para tratar enfermedades mentales derivadas de la insatisfacción laboral, depresión, ansiedad, etc. asociadas a la sobrecualificación en el puesto de trabajo, y con ello, evitar las consiguientes pérdidas de productividad.

Mayores salarios significa mayor consumo y mayor recaudación. Con una sociedad “mejor y más educada” necesitaríamos menor presupuesto para alcanzar mayor conciencia ambiental y proteger nuestros recursos naturales. En relación con este último aspecto puedo ilustrarles un pequeño ejemplo fácil de visualizar. En el gráfico que les adjunto pueden observar que los puntos azules representan la distribución de una muestra de 26.689 individuos según su nivel educativo, mientras que los triángulos rojos representan la distribución de esa misma muestra según el grado de conciencia ambiental del individuo.

Es fácil observar, y además se han hecho otras verificaciones estadísticas para comprobar que realmente es así, que a mayor nivel educativo, mayor grado de conciencia ambiental. Podemos observar que los niveles educativos superiores se concentran en torno a “mucho”, que es el máximo grado de preocupación por el medio ambiente. Esto quiere decir que, si contamos con una sociedad más educada relativamente comparada con otra, más fácil resultaría alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030, por ejemplo.

Pero sobre esto ya hay mucha literatura acerca de cuánto contribuye la educación al crecimiento económico. Y así, por ejemplo, el World Economic Forum de 2016 señaló tres vías a través de las que la educación afecta a la productividad de un país: incrementa la habilidad para realizar las tareas más rápidamente, facilita la transferencia de conocimiento e incrementa la creatividad, aportando nuevo conocimiento.

Fuente: Encuesta de Hogares y Medio Ambiente. Ine, 2008.Nota: EU2=Estudios universitarios de segundo o tercer ciclo o equivalentes; EU1= Estudios universitarios de primer ciclo o equivalentes; EPGS= Enseñanzas profesionales de grado superior o equivalentes; EPGM= Enseñanzas profesionales de grado medio o equivalentes; EB=Educación de bachillerato; ES1=Educación secundaria de primera etapa; EP =Estudios primarios o equivalentes; EPI= Estudios primarios incompletos; NSL/NSE=No sabe leer ni escribir. Grados de preocupación por la situación del medio ambiente=mucho, poco, nada, y no sabe o no contesta.

Y en esto que contando todos los beneficios que genera la educación en una sociedad me viene a la mente los 345 euros (más exactamente 423,01 euros brutos de 2012) que cobraba en la universidad por un tiempo parcial de 6 horas de clase más 6 horas de tutoría, más corregir los exámenes, preparar el temario de la asignatura, o actualizarlo, según el caso, o ambas cosas a la vez. Añadamos también las reuniones de coordinación.

Ya era doctora por aquel entonces, pero como dice un amigo “¡levantas una piedra y te encuentras un doctor!”. ¡Y, claro, cuando llegó la crisis despidieron a muchos de los profesores asociados a tiempo parcial porque la caja no llegaba ni para estas alegrías! Siquiera llegaba para el low cost de la enseñanza universitaria.

Honestamente, entre usted y yo, y que no se entere nadie, sentí verdadero alivio cuando me llegó la carta de despido. Más bien la de “no renovación de contrato”. Tal vez, “me falta vocación”. Pesa mucho la responsabilidad de saber que estás contribuyendo a la formación de futuros profesionales y que no te llega el tiempo para preparar todo lo que te gustaría contar y hacer. Al tiempo, se te genera un sentimiento de estar “haciendo el bobo”.

Si cuento todas las horas que le dedicaba a esto (clases, tutorías, exámenes, temarios, reuniones) no pasa de 5 euros la hora. No digamos si tenemos en cuenta el coste del desplazamiento en términos de gasolina y tiempo, vehículo propio, etcétera. ¿Y los que se hacen autónomos y se tienen que pagar la seguridad social? ¡Ufff … entramos en suspensión de pagos, ya no queda liquidez en cuenta! Claro que, siempre tienes la opción del pluriempleo.

Trabajo por cuenta ajena para varios empresarios. ¡Ojo!, que Hacienda acecha el pluriempleo. Bien está que así sea, ¿no? O no. En tanto que los salarios no suben, crece el pluriempleo, y hacienda “gana”. Es probable que te toque pagar más por cada euro que ganes porque afecta a la obligación de declarar, y al total de lo que has percibido como rendimiento del trabajo. Si ganas 1.500 euros en una empresa pagas lo mismo que si procedieran de dos empresas porque se paga por todo lo que ganas.

Pero para el trabajador, ese de clase media, ¿es lo mismo trabajar para una empresa que para dos? Pues, por experiencia propia, ya les digo yo que no. Primero, porque los costes de desplazamiento son mayores cuando te tienes que desplazar a dos centros de trabajo diferentes, y segundo, porque el esfuerzo es mayor en muchos aspectos (conciliación de horarios entre ambos trabajos, tienes más jefes y diferentes obligaciones y responsabilidades, materias diferentes lo que conlleva doble formación o doble esfuerzo de actualización de la formación, etcétera).

Resulta agotador. No es lo mismo pero contribuyes igual por cada euro obtenido, proceda de una o de varias empresas. Mejor vete a playa, ponte a dieta y no te compres casa, ni coche, ni bienes innecesarios, y búscate compañero/a de piso. Es más rentable. Ganas en descanso. No sufrirás de ansiedad, y te lo ahorrarás en medicinas. Contribuyes igual aunque el esfuerzo personal y económico no sea igual; aunque sólo te llegue para ir sobreviviendo después de pagar el alquiler o la hipoteca, el agua, la luz y algo para subsistir.

Para el resto queda poco o nada. Ya lo dicen los sondeos. La Encuesta de Condiciones de Vida en su último dato para 2018 observa que el 64% de los canarios llega con dificultad a fin de mes. La media nacional es del 55,2%.

Bueno, yo sigo pensando... que algo no hago bien. No me salen las cuentas. Seguramente, hay quien pueda hacer lo mismo en menos tiempo y mejor, porque por algo ponen este salario. Alguien lo habrá estimado adecuadamente. No lo dudo. Debo ser yo la que falla, seguro. Como diría mi madre: “Esto no es soplar y hacer botellas” o “llegar y besar el Santo”. Por lo que, supongo, todavía no ha aumentado la productividad lo suficiente para que aumenten los salarios, que diría un empresario de buen hacer. ¡Hay que trabajar más y mejor! ¡Hay que formarse más! ¡Pluriempleo!

¿Dónde está el punto de equilibrio? Aunque esté en un error de cálculo, que no lo sé, creo que este sentimiento de impotencia o disconformidad es un sentimiento compartido por muchos, y en muchos ámbitos. No valoramos suficientemente el capital humano.

Esto es sólo un pequeño ejemplo circunstancial, anecdótico, si se quiere, pero, al tiempo, me cuestiono cuando les decimos a nuestros hijos que estudien para que pueda acceder a un buen empleo, para que sean independientes económicamente, para que se puedan comprar una casita o puedan pagarse su alquiler. ¡No nos pongamos exigentes con lo de comprarse una casita! ¡Qué viejos tiempos aquellos!

Hoy los padres creo que ya no nos atreveríamos a dar este tipo de justificación para motivar a nuestros hijos a estudiar, a tenor de la realidad. El/la primero/a de la clase, el/la de mejor expediente académico, ya tiene 40 años, y está de becario/a rezando para que le renueven la beca de investigación, y a duras penas se puede independizar. Siempre le queda la “cohabitación”, tan de moda hoy día. ¡Promesa de futuro! Así que, si te preguntan. Creo que lo mejor que se les puede decir es: ¡Haz aquello que más te gusta, aquello con lo que te sientas feliz! Y, ¡cross your fingers!

Genera cierto desasosiego, preocupación, al tiempo que tristeza, cuando sabes de un investigador del cáncer que termina siendo agricultor porque se ha cansado de mendigar ayudas para la investigación. Sencillamente, tiró la toalla.

¿Y qué pasa con todo ese capital humano acumulado? ¿Es que acaso las decisiones importantes se toman con el estómago? Sencillamente, tiramos el capital humano por la ventana y, en el mejor de los casos, se lo traspasamos al Reino Unido, Alemania, Estados Unidos, Australia, etc..

Allí donde ya hay muchos compañeros y compañeras que, si bien echan de menos España, están en la gloria en cuanto a recursos en investigación. Tal vez nuestro mercado de trabajo no está preparado para absorber tanto capital humano, que además es ineficiente cuando no se emplea adecuadamente. Pero, y entonces, ¿para qué la universidad?, ¿para qué las becas de investigación? ¿Nos engañamos como sociedad?

Pero con toda esta perorata, no me quiero despistar de mi objetivo, que es responder a la inquietud de inicio, y que me llevó a escribir este artículo: ¿cuánto nos preocupa la educación en nuestro país?, y ¿a quién? Para ello, voy a consultar los microdatos del sociobarómetro del CIS de septiembre de 2019.

El batacazo que me llevé fue sorprendente pues el Sr. de las afirmaciones que motivó este artículo a priori tiene razón. ¡Qué golpe de realidad! De una muestra de 5.906 entrevistados, sólo el 0,86% (51 individuos) colocaron la educación como principal problema en España. El 2,07% coloca la educación en segundo lugar, y el 2,73% restante la coloca en tercer lugar. En total, la educación sólo preocupa al 5,7% de los encuestados.

Más sorprendente aún fue observar que “los/as políticos/as en general, los partidos y la política” preocupan al 21,66% de los encuestados como principal problema de España, en primer lugar. Esto es, 1.279 individuos de la muestra. En segundo lugar lo ubica el 15,22% de los encuestados; y en tercer lugar lo sitúa el 8,45% de los encuestados. En total, el 45,33% de los encuestados coloca a “los políticos/as, los partidos y la política” como uno de los tres problemas principales de España, bien sea en primer lugar, en segundo o en tercer lugar.

Quiere esto decir que los españoles estamos más preocupados por los políticos/as, los partidos y la política que por la educación. No sé si decir que estamos aún peor de lo que esperaba. Y digo esto porque las estadísticas en educación relativamente comparadas con otros países de la UE no pintan bien. Tenemos la mayor tasa de abandono escolar de toda Europa con el 17,9% en 2018. Y como se suele decir: “de aquellos barros, estos lodos”, ya sea en el mercado de trabajo, en cuanto a los salarios, y un largo etcétera. Pero yo sigo buscando algún error en los datos, un halo de esperanza.

Tal vez, si controlamos por según cómo se identifique el ciudadano ideológicamente podamos alcanzar mayor grado de preocupación por la educación, ya que parece ser una cuestión política. Cruzamos, pues, ambas variables. En el cuadro que les muestro, podemos observar que los ecologistas, nacionalistas, comunistas, feministas y liberales de España sitúan a la educación como unos de los tres problemas más importantes en mayor porcentaje que la media nacional en su conjunto (5,7%). Los ecologistas apuntan el mayor porcentaje con el 8,14%.

Más ilustrador resulta el análisis según el nivel de ingresos del hogar. Así, la educación es uno de los tres problemas principales de España para el 47,82% de los hogares con ingresos inferiores a 2.400 euros, frente al 36,87% de los hogares con ingresos superiores a 2.400 euros, si bien es cierto que los hogares con mayores ingresos sitúan a la educación como primer problema de España respecto a los hogares de menor ingreso, que ubican la educación mayoritariamente en el tercer problema más importante. Lógico, primero hay que comer.

Bueno, pues parece que sí preocupa la educación, pero con diferente intensidad y a diferente escala. En cualquier caso, me gusta pensar que “cualquier tiempo pasado fue peor”. Mis ascendientes siquiera tuvieron la oportunidad de elegir, y a alguna ya le hubiera gustado haber podido ir a la universidad. Seamos, pues, optimistas. No perdamos la esperanza de que esto pueda ser mejorado con el esfuerzo de todos, y algún día alcancemos la tan ansiada “excelencia”.

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