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Los gases del calentamiento global siguen imparables

Teo Mesa

Las Palmas de Gran Canaria —

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En la ciudad de Bonn acaba de iniciarse una nueva conferencia del Tribunal Internacional de Derechos de la Naturaleza, y lo hará hasta el día 17 del presente mes. Auspiciadas por la ONU, en ella se debaten y escuchan a los 190 países del globo que asisten. En esta cuarta edición se están exponiendo las acusaciones y las denuncias de cincuenta representantes de 20 países. Toda esta veintena de alocuciones proclaman los distintos casos de violaciones sobre el derecho de la naturaleza en todo el universo.

Este año tienen la palabra y se centra en los graves problemas medioambientales y étnicos de Latinoamérica, especialmente con la destrucción programada de la Amazonía por parte de las depredadoras multinacionales de los carburantes y la agricultura, con la ladina connivencia de los gobernantes de los países afectados.

También se denunciará, una vez más, el incumplido compromiso de las naciones de todo el planeta, sobremanera de las superindustrializadas, para reducir los gases de efecto invernadero producidos por el CO2. Se aporta en esta conferencia como novedad, que, la Organización Mundial de Meteorología confirma el nefasto dato de haber sido 2016 el año que más CO2 se emitió a la atmósfera. Y que asimismo, fue el año más cálido. Hecho que aumentó la sequía por la falta de lluvias en todo el globo.

Analizarán los efectos que día a día y año tras año causa el calentamiento global (que ya ha alcanzado una subida de 0’28 grados). Expresarán –solo eso–, proponer el respeto a los acuerdos de París. Acuerdos firmados por 197 países de la Tierra, y que ya el trueno que ocupa la Casa Blanca (frívolo amante del vil metal e irresponsable sujeto), ha causado baja en el compromiso que el anterior presidente había contraído con la reducción del dióxido de carbono. Y a esta sinrazón, para congraciarse con el presidente de EE UU –segundo país más contaminante, siendo ocupado el triste primer puesto por China– se quieren sumar China y Francia, en el intento de suavizar el cupo de emanaciones de gases suscritos en los acuerdos del texto firmado.

Todo seguirá igual tras esta conferencia: palabras y más palabras y denuncias tras denuncias. Nada cambiará. Y las legaciones estatales asistentes llevan muy buenas promesas y manifiestan lindos propósitos en sus huecos discursos. Son convidados de piedra que saben de sus farsas teatrales en estos foros. Ninguno de ellos desea decrecer su estatus ni los bienes gananciales producidos por la industria en la quema de combustibles fósiles. En nada se ha progresado para la disminución de CO2 desde que comenzaran los compromisos en el protocolo de Kioto (1997) hasta la actualidad. Todo es un histrionismo estatal de los países firmantes, pero incumplidores a conciencia de sus compromisos para la vida, la salud y la seguridad medioambiental.

Alegan los ponentes sobre los desmanes que causan las petroleras y las agrícolas –talando la masa forestal para el cultivo de vegetales para biocarburantes­–; y maltratando a los pueblos indígenas en la destrucción de sus hábitats, culturas y modos de vida ancestrales. Les hacen desplazar de la zona por las armas de fuego y muertes. La Amazonia está amenazada ‘por el progreso’ (¿?) desde hace décadas. Sobre esta selva ha caído la maldición del genocidio, el ecocidio y el etnocidio. Poco a poco la van reduciendo en su masa bosquedal por los intereses de unos desalmados, obviando que es el imprescindible pulmón de la Tierra, generando gran cantidad de oxígeno.

Los lobbys de las petroleras, carbón y gas, en nada respetan la naturaleza en demanda de sus particulares beneficios financieros para engrosar sus cuentas en los paraísos fiscales.

La naturaleza no nos pertenece, pero seguimos destruyéndola como si fuera nuestra propiedad particular. Pertenece a todos los seres vivos (y a las futuras generaciones) que en ella vivimos por un corto tiempo. Lo estamos en calidad de préstamo para desarrollar nuestras agraciadas vidas. Vilmente actuamos como si la mater natura se renovara prontamente en sus dones medioambientales y materias que hacen posible la existencia. Sin embargo, seguimos emitiendo dióxidos de carbonos, gases metanos, etc., tan alegre e inconscientemente a la atmósfera.

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