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Más mentiras sobre AENA

Francisco Pomares

Nos dijeron que privatizaban Aena porque sus deudas eran insostenibles, porque había que mejorar su gestión y nos dijeron también que la operación estaba abierta a todos los que quisieran participar en ella. Falso. Después de repartir el 21 por ciento entre accionistas de referencia elegidos por el Gobierno, se sacó al mercado 38,18 millones de acciones, de las que el 90 por ciento estaban destinadas a inversores cualificados –bancos, grandes corporaciones- mientras que los pequeños inversores solo pudieron optar por el uno por ciento del total. No llegaron siquiera a cubrir esa ridícula cifra.

En cuanto a la ruina de Aena, la compañía cerró 2014 con 1.800 millones de euros de beneficio, el mayor de su historia, suficiente para asumir el pago de la deuda contraída. Se dijo entonces que eso no significaba nada, que el Gobierno había hecho ingeniería con los datos para hacer más atractiva la compra por parte de los grandes inversores (que deben ser tan tontos de capirote que son los únicos que se creen las mentiras del Gobierno). Pero la prueba del algodón de las verdaderas posibilidades económicas de la empresa llegó con la salida a Bolsa, con Aena experimentando una subida de más del 20 por ciento y haciendo que los grandes fondos y los llamados inversores institucionales ganaran en un solo día 836 millones de euros con la operación de privatización. Más de 800 millones en un día.

Ahora sabemos que la arruinada Aena, con 10.500 millones de euros de capitalización bursátil, es ya la segunda empresa del mundo en su sector, por encima de la hasta ayer primera de Europa, Aeroports de París y con más del doble de la empresa alemana de aeropuertos, y a poco más de mil millones de alcanzar a la empresa aeroportuaria de Tailandia, la mayor del mundo. O sea, que mi Aena era una ruina (ni nada que se le parezca), ni su deuda era inasumible. Si lo hubiera sido, su capitalización en bolsa no se habría disparado un 20 por ciento en su estreno. Lo que Aena representa es el penúltimo gran regalo de quienes hoy controlan el Estado a sus amigos, benefactores y colegas. Esta privatización no es distinta de las de Iberia, Telefónica y otras grandes compañías públicas saldadas con la excusa de que Europa obligaba a venderlas (Europa no está en contra de la empresa pública, sino del monopoluio, y Aena sigue siendo un monopolio), y colocadas a precios de ventaja a bancos que pagan la compra con dinero que les ha prestado antes el Gobierno. Nos mienten. Pero ya no nos engañan.

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