Tan ricamente instalados estábamos en singular atalaya observando las evoluciones de los cazadores que componían tan colorista cuadro -especialmente con los sucesivos cambios de chaquetas, rojas y verdes, que se producían inopinadamente- que no nos dimos cuenta de que la consejería proteccionista es la de Política Territorial. Mas alguien nos hizo caer en la cuenta de que las denuncias hubo que presentarlas en su día ante Economía y Hacienda porque, en realidad, de lo que se trataba era de evitar que el zorro, que no es endemismo -aclaremos- era el que en realidad se estaba metiendo en corrales ajenos acabando, a su paso, con cualquier animalito doméstico y de corral que se pusiera en su camino. Y encima lo hacía aprovechándose de las suculentas ventajas económicas que el tal Gobierno ponía a su favor. No gustaron tales denuncias, debemos recordar, ni en el Gobierno ni en algunos colectivos defensores de tan astuto animal. El primero, para incentivar el proteccionismo del zorro, se dedicó a filtrar a la prensa los recursos presentados por los dueños de las gallinas atacadas, mientras los colectivos conservacionistas se dedicaron a amenazar a los demantantes con peores consecuencias si se mantenían en sus trece. No midieron entonces los conservacionistas que algún día el mamífero que protegían podría acabar con los gallineros ajenos y, de ágil reviramiento, volvérsele en contra y dar tales brincos que amenazarían a la mismísima vía láctea. Los tiempos han cambiado y todos los afectados -todos- miran para el Gobierno una vez ha quedado manifiestamente claro que hay sobre la mesa muy duras denuncias contra la utilización plateada de recursos públicos para la nada noble actividad de asaltar corrales ajenos.