Por cierto, se les notó especialmente callados en el consejo de administración portuario a los máximos representantes del Cabildo grancanario y del Ayuntamiento de la capital, José Manuel Soria y Pepa Luzardo, respectivamente. Las interpretaciones son varias, y ninguna de ellas especialmete elogiosas. Unos dicen que callaban porque ya han perdido cualquier posibilidad de influencia: ni los consejeros del Estado, ni los consejeros de la Autonomía, ni los consejeros de los cabildos periféricos... ¿Para qué plantear cualquier cosa condenada no tener votos? Y para colmo, nada que defender de la postura de los empresarios, los mismos que se ausentaron de aquel famoso consejo cuando tocaba mojarse en favor de la Gran Marina, que acababa de quedar suspendida por el Consejo de Estado, por Fomento y por la Unión Europea. Memorables aquellas palabras de entonces de la alcaldesa, poniendo a los empresarios de cobardes para arriba. Ahora a Luzardo le preocupa cómo explicar a los arquitectos Pelli y Ferrater que tienen que devolver el dinero del premio a la Autoridad Portuaria porque ella tampoco puede pagarlo de modo legal. Cosas que pasan cuando se traspasa la legalidad.