Francisco González, alcalde de Mogán, lo está pasando verdaderamente mal. No le preocupa especialmente que la juez Victoria Rosell lo haya llamado a declarar como imputado por su desafortunada rueda de prensa del pasado día 9. Al fin y al cabo añadir el delito de malversación a la ristra que ya le cuelga al hombre no es para abrirse las venas. Lo que le preocupa verdaderamente es ese sentimiento de soledad que empieza a embargarle. Soria, del que en sus conversaciones gondoleras llega a insinuar que no le interesa la política sino “otras cosas”, tiene ya poco crédito para salir a defenderle. Bastante hace con callar y aguantar el chaparrón que llega de Madrid. En el peor momento, una petición de pleno para solicitar su dimisión. ¿Cuándo, si no?