Salvador Iglesias ha sido nombrado magistrado sin que hubiera abandonado los alrededores del poder político y, lo que es peor, sin haberse aclarado cuál fue su participación exacta en las relaciones entre el Gobierno y el empresario Santiago Santana Cazorla. Al menos por eso podemos afirmar, con todos los respetos hacia el ahora excelentísimo señor, que se encuentra contaminado política y judicialmente. Desconocemos cuántas conversaciones de Santana Cazorla con el nuevo magistrado tiene el juez Reyes, ni el tono que ambos empleaban en las mismas, ni las cosas que el empresario pedía a Iglesias, ni si el concurso de éste fue vital para que se pudiera sospechar la existencia de tráfico de influencias... Tampoco sabemos si el ahora magistrado llegó a pedir algo a cambio al empresario. Y finalmente, ignoramos si algún día se podrá saber toda la verdad, si se darán a conocer esas conversaciones para que todos estemos tranquilos ante la Administración de Justicia.