Se inauguró finalmente el Estadio de Gran Canaria, que ha alcanzado de momento el nada despreciable coste de 13.300 millones de pesetas de las de antes. Pero ya saben que está todo perfectamente justificado porque primero iba a ser un polideportivo y ahora tenemos una cosa grandiosa que, en realidad, no nos merecemos de puro injustos que somos. Sólo falta que nos expliquen esos 2.600 kilos de más que se nos vinieron encima desde julio de 2001 hasta la fecha, cuando dijeron que ya estaba todo presupuestado hasta el más mínimo detalle. Pero no será el único recuerdo que deje Angulo a las arcas insulares. Ni siquiera el Instituto Insular de Deportes ha cubierto la mitad de su presupuesto de 2002, lo que indica bien a las claras que van tan por libre que ni el órgano que preside el consejero se ajusta a las inversiones realizadas.