No fue sólo Parramón el que a su manera quebró en parte la rigidez de este tipo de actos. El presidente de la Sala de lo Contencioso, Francisco José Gómez Cáceres, que presidía a un lado de Antonio Castro Feliciano, puso al palmero en un aprieto momentos antes de ir a imponer la medalla. Castro fue a tirar de Raimunda cuando, alarmado, observó que la medalla no se encontraba en el estuche. No sabía qué hacer y pasó unos segundos verdaderamente angustiosos hasta que Gómez Cáceres -que se hacía el dormido- deshizo la tragedia sacando de entre sus manos el preciado objeto. Muy comentada la presencia del ex consejero Julio Bonis, que lo fue en la competencia de Justicia, desde donde le tocó lidiar con Parramón en sus más combativos tiempos de decano. Tampoco faltaron Paco Batllori y Marino Alduán, igualmente conocedores de las capacidades negociadoras del galardonado.