Es verdad que a partir de ciertas edades no se aprenden idiomas. Y no lo decimos por la edad de don Pepito, que desconocemos, sino a la que suman él y sus dos escribanos de cabecera, demasiados años como para pretender que cambien de registro, que aprendan que la prepotencia periodística hace tiempo que acabó, como acabó al franquismo que tantas veces invocan. No es de recibo que los patriotas editorialistas sigan insultando a los que critican sus aberrantes editoriales llamándoles directamente “delincuentes”. Y todo porque las querellas y demandas que contra ellos dicen haber presentado, han sido sistemáticamente archivadas, entendemos que por inexistencia del delito o de la vulneración en el honor. “Que alguien nos demuestre que no tenemos razón en nuestras demandas”, clamaba este miércoles don Pepito, como si los autos de archivo firmes no fueran suficiente demostración. Y, a continuación, el inveterado lamento, “mientras que a nosotros, por un inexistente e inventado racismo y xenofobia, por nuestro patriotismo y nuestra reclamación de libertad, identidad y dignidad, y sin nombrar nunca a las personas a las que criticamos, seamos condenados en cuantías máximas”. Pues habrá que cambiar el Código Penal, don José. O no sacar la lengua a paseo con tanta facilidad.