Al otro lado de la felicidad se situaron los mismos tristes de siempre, excepto Mariano Rajoy, que de un tiempo a esta parte ha dejado en manos de sus más conspicuos hooligans el penoso papel de prenderle fuego a cualquier cosa que, perjudicando o no a España, pueda dañar al PSOE, particularmente a Zapatero y a Rubalcaba. El presidente del PP se mostró cauto, prudente e incluso satisfecho por el comunicado de ETA. Y hasta desautorizó a personajes como Mayor Oreja al afirmar que se había alcanzado el cese definitivo de la violencia sin hacer concesiones políticas. Igualmente prudente y muy emocionado al recordar algunas víctimas cercanas se presentó ante la prensa Rubalcaba minutos antes. Otros interpretaron a la perfección su papel de estreñidos saltimbanquis de la ultra derecha, la que no quiere la rendición de ETA ahora, ni siquiera estamos seguros de que la quisieran alguna vez. En ese plano podemos situar a la inefable Esperanza Aguirre, que en su cuenta de Twitter escribió “Los delitos de un asesino no prescriben porque declare que no va a matar más”, un remate a la actitud que ella y sus diputados mostraron en la Asamblea de Madrid cuando se comunicó por la megafonía la noticia: todos los partidos políticos rompieron en un aplauso menos el PP. En la misma línea del Tararí Party disparaba desde Twitter Pedro José Ramírez, director de El Mundo, que llegó a acusar a Rajoy de mentir: “Rajoy dice que ”no ha habido ninguna concesión política“. Eso no es verdad. La legalización de Bildu lo fue y el festival de SS [San Sebastián] también”. Ramírez sólo se mostró de acuerdo con la reacción política de Rosa Díez, que dijo no esperar “nada bueno de ETA nunca”.