Siempre hemos sostenido que aquella declaración institucional contra el periódico El Día fue un error. Sostenemos que ese periódico es muy libre de defender la línea editorial que más le guste o le convenga, y en el caso de traspasar las fronteras impuestas por el ordenamiento jurídico, de defenderse o rendirse ante los tribunales de justicia de las demandas, querellas o denuncias que le sean interpuestas. Y no lo decimos ahora a la vista de esta disparatada demanda, lo sostenemos porque la sarna con gusto no pica, y don Pepito parece haber descubierto un filón al convertirse en víctima de las instituciones, de los jueces, de los otros periódicos y de los colonizadores de la metrópoli. Sin embargo, nadie le ha tocado donde más le duele, que es en la retirada de la subvención que El Día recibe del Gobierno de Canarias por contribuir a la unidad de las islas y a la exaltación de sus valores, como reza el decreto por el que se ayuda con cantidades millonarias a los periódicos impresos del Archipiélago. Ni se le ha dejado de premiar con campañas publicitarias institucionales de todo tipo. Si, como sostiene el Parlamento, es un periódico xenófobo y subversivo, ¿qué coño hacen las instituciones democráticas canarias subvencionándolo tan generosamente?