Vayamos por partes: si el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria está reclamándole a Evemarina nueve millones por obras no ejecutadas en el golf de La Minilla, y Cajacanarias se supone que prestó diez millones para destinarlos a esas obras, ¿en qué se empleó la pasta? ¿La afianzó suficientemente Cajacanarias para garantizarse el cobro en caso de emergencia, quiebra o cógelo Cuco? Porque miren que diez millones de euros dan para muchas obras, y el Ayuntamiento parece no haberlas encontrado seis años después. Ni Cajacanarias, de ahí que instara a la Junta de Gobierno municipal, reunida el pasado 29 de julio, a dejarle participar en el procedimiento de ejecución presupuestaria de la concesión administrativa. Tal pretensión resultó desestimada, lo que activó el plan B: que dos empresarios convenientemente estimulados y con hambre de gol digan que asumen el marrón completito, como si acabaran de quedarse con el negocio del siglo. Todo con tal de que el Ayuntamiento no resuelva la concesión, lo que acarrearía la pérdida de la operación bancaria. ¿Lo van cogiendo o les hacemos un croquis?