Antonio Castro se cabreó mucho con Juan Fernando López Aguilar por haberle recordado aquella trapisonda de la certificación de la investidura de Paulino Rivero. Y le pidió a gritos que retirara lo dicho. El socialista parecía no inmutarse y, desde luego, no retiró sus afirmaciones. Cuando Castro terminó sus improperios, pidió silencio a sus compañeros de partido y continuó como si no hubiera ocurrido nada. Tras el incidente, que luego se prolongó con dos intervenciones de Hernández Spínola, Castro abandonó la presidencia del pleno y llamó a sus más estrechos colaboradores a su despacho. Estaba desencajado y algunos le dijeron que se le había ido el asunto de las manos. Por eso trató de convencer a los servicios de la Cámara para que retiraran del Diario de Sesiones la referencia hecha por el portavoz socialista.