Es al PP de Las Palmas de Gran Canaria al que se le debió haber concedido cien días de gracia, o de desgracia, según se mire. Cien días en los que el grupo que lidera Pepa Luzardo pudiera tomarse unas merecidísimas vacaciones, decorar el nuevo local que les ha correspondido en el reparto y repasar punto por punto a qué vino ese castigo ciudadano. Nadie le habría reprochado nada si hubiera permanecido tres meses sin abrir la boca, pero ha preferido hablar, y en la mayor parte de los casos, para derrapar peligrosamente. El derrape mayor ha estado en la Mesa de Contratación, a donde ha regresado la oposición, expulsada aquellos aciagos días de agosto de 2003, cuando Pepa Luzardo adjudicó el vergonzoso concurso de los módulos de desalación a la recordada Isolux.