Ni Román Rodríguez ni sus otros tres consejeros insulares pueden volver a presentar una censura en este mandato porque firmaron la que descabalgó a Soria en 2007. Por eso andan barajando meterse en el feo berenjenal de un fraude de ley (otro más y otra vez con Larry) haciendo dimitir a dos de ellos y dando entrada a otros dos que tengan limpio ese expediente. El presidente de Nueva Canarias, que empieza a tener contestación interna en la parte del sureste más dada a la decencia política y a la evitación de los peligrosos atajos, ha dicho a los suyos que ahora es la oportunidad de dar el salto, de coger el tren de un nuevo liderazgo nacionalista en Gran Canaria, para lo cual es necesario tocar poder. Y un proyecto que entusiasme a una parte de la ciudadanía: otro tren, el que el vicepresidente insular quiere liderar a toda costa para convertirse en referente con sus actuales socios socialistas mirando para los celajes. Román sabe que corre el riesgo de pasar al ostracismo y vuelve a plantearse el todo vale.