Manolo Millares: un canario universal
Se trata de uno los canarios que más lejos ha llevado su nombre y el de su obra por todo el mundo. Con un complejo universo interior abonado con la leyenda de una familia prolífica, Manolo Millares traslada a su obra las vivencias de una vida de búsquedas e inquietudes, la resaca de haber vivido dos guerras y la impotencia que le produce una sociedad llena de desigualdades.
Él mismo reconocía que la parte más importante de su obra surgió de observar e investigar en el Museo Canario. Nació en Las Palmas de Gran Canaria en enero de 1926, y sus inicios en la pintura se produjeron de forma autodidacta: desde los doce años de edad ya veía la necesidad de canalizar su impotencia e inquietudes a través de sus cuadros.
Ya se trate de sus primeros paisajes de La Playa de Las Canteras o de las revolucionarias arpilleras, esos cuadros nunca dejaron indiferente al espectador ni a la crítica más exigente de la revolucionada Europa de la época.
El artista grancanario no eludía reflejar en su obra las injusticias sociales de su época: la sangre de las guerras, el dolor de la pobreza? Por eso eligió para la última etapa de sus obras como soporte las arpilleras, telas de saco remendadas pintadas de colores primarios, que Manolo Millares cosía y recosía hasta quedar satisfecho con el resultado.
El hecho de que se decidiera por este soporte y no cualquier otro es relevante por el mensaje oculto que supo atisbar en la arpillera, que nos quiere decir que para hacer arte no hace falta sofisticación. Ademas, ésta sería la técnica que daría a Manolo un sello propio, el cual perdura hasta hoy como referente para el arte de todo el mundo.
Conseguir belleza en una tela de saco de elegancia humilde es un don que solo podemos atribuirle a un genio como Millares. Intentar conocerle en profundidad nos obligaría a superarnos, por eso sus cuadros nos son tan cercanos y a la vez tan misteriosos, tan bellos y tan dramáticos, tan surrealistas y a la vez no tanto.