Ravelo, el Kurosawa isleño
“Un japonés me enseñó el cine canario”. Y ese japonés al que se refirió anoche el director Armando Ravelo durante la presentación de su película La piel del volcán es Akira Kurosawa (1919–1998). Kurosawa, como nos recordó Ravelo, retrata a su pueblo a lo largo de su extensa cinematografía. Dersu Uzala fue la primera película que vi del nipón cuando estudiaba periodismo en Barcelona, pero fue su último film, Ran, una armoniosa fábula bélica, la que me llevó a bucear por la obra de Kurosawa y conocer algo de la historia de Japón a través de samurais de siglos pretéritos y también contemporáneos.
Armando Ravelo, en su muy recomendable primer largometraje, en La piel del volcán, nos muestra una visión de la historia de Canarias. Historia e historiografía son conceptos relacionados pero que no deben ser confundidos. Mientras que la primera es el relato de hechos acontecidos en el pasado, la historiografía es un conjunto de técnicas y métodos utilizados para describir los hechos históricos registrados.
Y eso es lo que hace Ravelo con su técnica cinematográfica, labrada a través de cortos y enriquecida con otras manifestaciones culturales como la literatura y el teatro. La piel del volcán es una obra de autor; dirigida, escrita y montada por Ravelo. Si el cuerpo actoral destila arte –están espléndidos tanto los tres protagonistas como los secundarios (la bruja y su hijo me fascinaron)-, quien reluce y hace brillar a sus actores es el director.
No obstante, hay que poner en valor, y mucho, el trabajo de la productora Las Hormigas Negras, del director de fotografía Mario Blanco, de la dirección de arte y del conjunto de 60 profesionales que han trabajado en esta producción. Han realizado un trabajo que destila factura de cine de altura, pero con el aroma de cine independiente de bajo presupuesto y en tiempos de pandemia.
La piel del volcán es cine canario porque está hecho en Canarias, por profesionales canarios y, principalmente, porque cuenta historias de las islas. La película amplifica tres escenarios temporales: época indígena, posguerra civil y la actual. Son como tres películas en una pero muy bien zurcidas a través del amor y de la muerte. Del drama. A mi juicio, esta es la tarea más complicada de la dirección y Ravelo la resuelve con un buen guión que, además, dinamiza el relato cinematográfico con oficio. La parte de la posguerra está muy bien lograda y también la actual, con recreaciones y un trabajo actoral que hacen muy creíble la trama –Yanely Hernández ha crecido como actriz de manera notable con su interpretación-. La época aborigen, indígena o guanche, como la quieran denominar, en cambio, no me sedujo, con una exageración interpretativa en la que sobraban gritos, faltaba naturalidad y probablemente una mirada neutra.
La piel del volcán, en definitiva, es una obra respetable; para verla y disfrutarla. Es una película necesaria para el cine de nuestra tierra. Ojalá que sea el inicio de otro camino en la industria audiovisual del archipiélago. Ahora, el reto es que la película sea entendida fuera de nuestra frontera atlántica. En cualquier caso, el Kurosawa isleño tiene el reconocimiento de un servidor.
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