Un pensamiento dialéctico acepta la contradicción de un modo natural, de un modo, si se me permite, palmero. Así, los acantilados contradicen a las playas, los barrancos se oponen a las carreteras y la verticalidad a los cultivos. Los Llanos y Santa Cruz se contradicen y su complementan, tan lejos y a la vez tan cerca, pero pero pero a veces nos pasamos. El mismo día podemos celebrar una carrera por el producto local y un festival de hamburguesas, una fiesta a la Virgen y una danza al Diablo, actos de prevención del suicidio y de preparación para la eutanasia, luchar contra el impacto turístico y ver con absoluta indiferencia la proliferación de invernaderos, opiniones concluyentes y obras inconclusas, una romántica lucha por la movilidad sostenible y un tráfico de bicicletas y caravanas insostenible, tranquilidad maravillosa y volcanes pavorosos. Somos contradicción, pura dialéctica, aquí el que se aburre es porque quiere. Fíjense, somos la isla más alta con relación a su tamaño y nuestro acto más representativo es la Danza de los Enanos. Con la tecnología más sofisticada observamos las galaxias más lejanas, pero podemos observar a simple vista cómo los precios de los alquileres vuelan mucho más altos que grajas, aguilillas y cernícalos. En fin.