El campo abandonado: los campesinos no tienen la culpa

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La campiña descuidada

trae un problema asociado:

el del campo abandonado,

porque el campo no da nada.

La gente ya está cansada

de luchar por la comida,

de sentirse perseguida

por normas irracionales

y pagar tasas globales

que no resuelven la vida.

Jócamo, 11.VII.2025

Nota: Las autoridades medioambientales de Canarias y, por inclusión, los alcaldes de los municipios, con la llegada del verano se apresuran a recordarnos el deber que tenemos los vecinos de mantener limpios de maleza el entorno de nuestras viviendas, de acuerdo con la legislación vigente relacionada con el “suelo, la rehabilitación urbana y los espacios naturales protegidos”. Se recuerda además, que el incumplimiento del citado deber supone una infracción leve, penalizada con multa de 60 a 6.000 euros, como si ello fuera una levedad para el agricultor.

Poco que objetar al respecto, primero porque es la ley y, segundo, porque conocemos la geografía insular y sabemos el riesgo de incendio que entraña el mundo rural: esa amplia faja de territorio, llamada interfaz por los esnobistas, que va desde el medio urbano al forestal o desde las casas al monte, que dirían otros menos eruditos. Es precisamente en esta zona antropizada, antaño cultivada y hoy abandonada, ocupada por herbazales y matorrales diversos, donde se generan la mayoría de los incendios, accidentales o provocados, que luego se convierten en catástrofes forestales, con consecuencias irreparables para la biodiversidad.

No obstante, sí parece oportuno expresar algunas consideraciones en aras de no perder el contacto con la realidad:

1. La efectividad real de dichos bandos, si no se persigue el delito es más bien escasa.

2. Penar a un campesino que ha abandonado el campo porque se ha hecho mayor o no le resulta rentable cultivarlo, puede ser legal pero no razonable. Ellos no tienen la culpa.

3. Una vez más, recordamos que no es lo mismo vivir en el campo que vivir del campo. El territorio está lleno de urbanitas que viven en el campo, pero de espaldas al mismo.

4. El problema ambiental que supone el abandono del campo no se resuelve con bandos municipales bienintencionados. Exige una reflexión seria y profunda, que afecta sobremanera al modelo de vida por el que hemos optado en un mundo cada vez más globalizado.