Espacio de opinión de Canarias Ahora
Los extremos
En el fútbol, los extremos juegan un papel crucial, ya que son los encargados de explotar las bandas, desbordar a los defensores y generar oportunidades de gol. Estos jugadores se destacan por su velocidad, habilidad para regatear y capacidad para centrar el balón al área o incluso para rematar directamente a portería. Dependiendo del estilo de juego, pueden ser extremos clásicos, que se mantienen pegados a la banda, o extremos invertidos, que juegan en el lado opuesto a su pierna dominante para cortar hacia el centro y disparar a gol. Además, en sistemas tácticos más modernos, los extremos no solo tienen que ser rápidos y habilidosos, sino también contribuir en defensa, presionando al rival y ayudando a los laterales. Estos jugadores son clave para abrir espacios en el campo y crear desequilibrios, ya que su capacidad para desmarcarse y generar jugadas rápidas es esencial para que el equipo pueda atacar con fluidez.
En otros ámbitos de la vida, los extremos también representan una amenaza latente para el equilibrio y la armonía de las sociedades. En el ámbito ideológico y económico, parecen estar siempre dispuestos a tocarse de una manera sutil, pero peligrosa, mostrando una paradoja dado que, en su búsqueda por defender lo opuesto, terminan convergiendo en un punto de no retorno que puede llevar a las sociedades a situaciones de inestabilidad, polarización y, en última instancia, a la disfunción.
En el contexto actual, los movimientos polarizantes y los discursos de odio amenazan con fracturar las bases de la democracia y el diálogo. Este tipo de posiciones radicales no se limitan solo a los movimientos políticos, sino que se extienden a cuestiones culturales, sociales y religiosas. Estas posturas rechazan cualquier forma de moderación o conciliación porque, en lugar de buscar soluciones equilibradas, se tiende a dividir a la sociedad en grupos irreconciliables, lo que dificulta la creación de consensos. El problema principal de estas posturas absolutistas es que se vuelve sumamente difícil encontrar puntos de acuerdo. Las ideas radicales se basan en una visión maniquea del mundo, donde todo lo que no encaja es considerado parte de la parte enemiga, llevando a la creación de burbujas informativas, donde las personas solo se rodean de aquellos que comparten sus ideas, reforzando sus creencias y reduciendo la posibilidad de diálogo constructivo.
A medida que la sociedad se fragmenta en estos puntos de vista, los conflictos se agravan. Las tensiones entre grupos radicales aumentan y el espacio para el compromiso se reduce. Es en este punto cuando, a pesar de parecer muy alejadas, las posturas más extremas comienzan a encontrar puntos en común en su visión totalitaria del mundo. La tentación de imponer sus ideales de manera autoritaria, sin aceptar diferencias, puede ser el paso previo a la erosión de las democracias.
Visto el contexto, una de las claves para evitar caer en las garras de las posturas radicales es la información y la moderación. Las sociedades exitosas han aprendido a encontrar un equilibrio entre los diferentes intereses y perspectivas, sin caer en la tentación de soluciones simplistas y absolutistas recordando una vez más que duros a cuatro pesetas o euros a noventa céntimos, no existen. Y crecepelos milagrosos, tampoco.