Espacio de opinión de Canarias Ahora
En memoria de don Ramón Trujillo
El día 6 del corriente falleció don Ramón Trujillo Carreño, después de una larga vida dedicada a su familia, a la Universidad de La Laguna, donde fue catedrático de Lengua Española durante casi 40 años y ejerció diversos cargos de gestión académica (director del Departamento de Lengua Española, decano de la Facultad de Filosofía y Letras y vicerrector de Extensión Universitaria), a sus discípulos, a la lingüística española y a la sociedad canaria en general. Falleció, pero no murió, porque vivo sigue en sus hijos de carne y hueso (Ramón y Érika), a los que con tanta diligencia cuidó y educó y que con tanto cariño lo atendieron hasta sus horas postreras; en sus hijos intelectuales, que son los libros que escribió, que, por ir al fondo de los problemas del idioma para descubrir lo que de esencial hay en él (“lo invariante” o “formal” diría el maestro), relegando a un segundo plano lo accidental (“lo variante” o “sustancial”), mantienen el mismo interés y la misma vigencia que tenían cuando vieron la luz por primera vez; en los discípulos que dejó, a muchos de los cuales dirigió su tesis doctoral y atendió y promocionó con pareja diligencia; en las instituciones culturales que fundó o contribuyó a fundar, que tan proficuos servicios han prestado y siguen prestando a la Universidad de La Laguna, en particular, donde ejerció su magisterio, y a la sociedad canaria, en general, con la que se sentía enteramente identificado; y hasta en sus amigos, que en tanta consideración lo tenían.
Pervive don Ramón en sus hijos de carne y hueso, “porvenir de sus huesos y de su amor”, como todos los hijos del mundo, porque por las venas de todos ellos sigue corriendo su sangre, mezclada con la de su mujer doña Érika Morales. También a don Ramón y a sus hermanos Juan y Javier les cupo antes que a ellos la responsabilidad de perpetuar la vida de su padre, Ramón Trujillo Torres, su madre, Carmen Carreño Ghirlanda, y su tío Juan Manuel Trujillo, que tanto aportaron a la vida intelectual canaria y que tan importante fueron en la formación de don Ramón; el primero, como profesor de Ciencias en el Instituto Canarias y en la Universidad de La Laguna, y el segundo, como finísimo ensayista de arte, literatura, cultura e identidad españoles, en general, y canarios, en particular.
Pervive don Ramón en los múltiples libros y artículos que, siguiendo las enseñanzas de los grandes lingüistas europeos (Saussure, Trubetskoy, Hjelmslev, Jakobson, Benveniste, Coseriu…), que conoció principalmente a través de su maestro Gregorio Salvador, escribió a lo largo de su abnegada vida de trabajador infatigable y a los que tenemos que seguir acudiendo los que nos dedicamos a los estudios filológicos para encontrar respuestas a muchos de los enigmas particulares y generales que nos asaltan a diario en nuestro tareas investigadoras, docentes y hasta personales. Así, si queremos saber en serio cómo se encuentra organizado el plano del contenido de las lenguas naturales, de qué naturaleza son sus complejas unidades y cómo es su funcionamiento en la realidad concreta del hablar, en sus libros El campo semántico de la valoración intelectual en español, de 1970, Elementos de semántica lingüística, de 1976, e Introducción a la semántica española, de 1988, encontramos las respuestas que buscamos. Si queremos saber en qué consisten realmente esos lenguajes sustitutivos tan singulares y que tantos misterios de la comunicación humana iluminan que son los lenguajes silbados, en su espléndido libro El silbo gomero. Análisis lingüístico, del año 1978, encontraremos las respuestas que nos interesan. Si queremos conocer a fondo el pensamiento gramatical de ese titán de la cultura hispana imprescindible para el conocimiento verdadero de la lengua española que fue Andrés Bello, en el prólogo y en los cientos de notas que puso don Ramón a la edición crítica que publicó en el año 1981 de la Gramática de la lengua castellana para uso de los americanos del ilustre venezolano y en los múltiples artículos que escribió y cientos de conferencias que impartió sobre las ideas en ella contenidas encontraremos las respuestas que corresponden. Y, si queremos saber en qué consiste realmente ese uso tan supremo de las lenguas naturales que es el lenguaje literario, en sus libros Principios de semántica textual, de 1996, y La gramática de la poesía, de 2011, encontraremos igualmente las respuestas que demandamos. Incluso hoy, después de que algunos de ellos hayan cumplido la nada desdeñable edad de medio siglo, abrir cualquiera de los tantos libros firmados por el profesor Trujillo constituye un placer intelectual inmenso, no sólo por los problemas que resuelven, sino también por los que plantean. Don Ramón fue un librepensador y un conversador sutil y sugerente que abría constantemente nuevas vías al pensamiento y lo que hacemos los que tenemos sus trabajos de prosa siempre tan transparente y amena a mano es dialogar con él, con el mismo placer y entusiasmo que lo hacíamos cuando se encontraba entre nosotros.
Pervive don Ramón en los cientos de discípulos (Manuel Navarro, Maximiano Trapero, Manuel Almeida, Gonzalo Ortega, Carmen Díaz Alayón, Josefa Dorta, Dolores García Padrón, José Juan Batista, Juana Herrera Santana, Humberto Hernández, Consuelo Herrera Caso, Marcial Morera…) que tuvo en Canarias y América, porque los conocimientos fónicos, gramaticales, léxicos, literarios, filosóficos, históricos, etcétera, que estos atesoran, aplican en sus investigaciones lingüísticas e imparten en sus clases de lengua o literatura, sea en institutos o en las universidades, tienen como base su sólida doctrina semántica y lingüística, su amplísimo conocimiento de la literatura española y la literatura universal, su sólida formación artística en música y pintura, su visión universal de las cosas, lejos de todo localismo reduccionista, siempre tan anticientífico, su antidogmatismo y pericia para desenmascarar y desmontar lo que de camelo hay en la inmensa mayoría de las modas, sectas o capillas a que tan dado es nuestro mundo profesional, su forma de concebir la enseñanza de la lengua y de dar clase y sus siempre inteligentes y provechosas recomendaciones bibliográficas, tan alejadas a veces del canon de la bibliografía hispana, como El crítico como artista, del inglés Óscar Wilde, Veinte lecciones sobre las bellas artes, del francés Alain, o Poética musical, del ruso Stravinsky, por ejemplo. De la mano de don Ramón salió buena parte del profesorado que ha enseñado Lengua y Literatura en los institutos y las universidades canarios desde los años setenta del siglo pasado prácticamente hasta nuestros días, por lo que puede decirse que también estos últimos son hijos de su espíritu universal, aunque muchos no lo sepan, porque las ideas que profesan las sociedades humanas no llevan la marca de sus autores. No fue don Ramón un simple profesor, sino un verdadero maestro, que llegó incluso a crear escuela propia (en colaboración con su citado mentor), la llamada Escuela Semántica de La Laguna. A todos enseñó que la única forma de entender las cosas a derechas es pensar por cuenta propia.
Pervive, igualmente, don Ramón en las instituciones culturales que creó. En primer lugar, en el colegio Montessori de Santa Cruz de Tenerife, que fundó con el profesor Antonio Castro, en cuyas aulas enseñó su ideario progresista. En segundo lugar, en el Instituto Universitario de Lingüística Andrés Bello, que instituyó en el año 1976 para profundizar en los estrechos vínculos lingüísticos y culturales que existen entre España y América, tan ignorados o preteridos por la España oficial, y que dirigió hasta su jubilación, en el año 2001. Pensaba don Ramón con Miguel de Unamuno que, en la gran patria hispana, América, en cuya formación Canarias ha jugado un papel tan esencial, es tan o más importante que España. De ahí el amor que sentía por ella y el magisterio que con tanto gozo ejerció en los liceos y las universidades de Venezuela, México, Colombia, Cuba, Puerto Rico, Santo Domingo, Perú... Don Ramón amaba a América y era un redomado americanista. Y, en tercer lugar, pervive don Ramón en la Academia Canaria de la Lengua, que cofundó con Manuel Padorno, Francisco Navarro Artiles, Antonio Lorenzo Ramos, José Antonio Samper Padilla y Marcial Morera Pérez en el año 2000 y presidió hasta el año 2008, porque la letra y el espíritu de sus estatutos a él se deben en buena medida. Español de Canarias, español de Castilla, español de Andalucía y español de América no son realidades distintas y por eso ostentaba don Ramón con el mismo orgullo su condición de académico correspondiente de la Real Academia de Madrid y la de académico fundador de la Academia Canaria de la Lengua. De muy buena salud siguen gozando en la actualidad estas tres instituciones de inspiración trujillista, prestando un servicio esencial tanto a la sociedad santacrucera como a las universidades canarias y a la sociedad insular toda, que le han reconocido sus méritos con el doctorado honoris causa por parte del Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en el año 2001, la Medalla de Oro de Canarias por parte del Gobierno Autónomo de las Islas, en el año 2002, y el nombramiento de profesor emérito y la dedicatoria de un aula de su Facultad de Humanidades por parte de la Universidad de La Laguna, en los años 2002 y 2015, respectivamente.
Y pervive don Ramón en los amigos que le han sobrevivido, porque en ellos alientan muchas de las siempre inteligentes y certeras opiniones que tenía él acerca de los problemas lingüísticos, musicales, pictóricos, políticos, sociales, educativos, etc., del mundo moderno, su actitud socrática ante la vida y su siempre cervantino sentido del humor.
Todo ello hace que, pese a la orfandad en que hemos quedado tanto sus hijos de carne y hueso como sus hijos intelectuales, la profunda tristeza que nos ha producido su fallecimiento y el empobrecimiento intelectual y afectivo que para nosotros ha supuesto su desaparición, nos deje “harto consuelo su memoria”.