El Kiosko Rojo de Tenerife, paraíso para los amantes del bocadillo

Javier Suárez

Santa Cruz de Tenerife —

Hace ya para dos años que leí a José Carlos Capel, crítico gastronómico de El País, escribir sobre un sitio de Bocadillos en la Dársena Pesquera de Tenerife conocido como el Kiosko Rojo. Viajo a Tenerife varias veces al año, pero siempre, por un motivo u otro, dejaba esta visita “para la próxima ocasión”. Pero ahora que estoy en búsqueda de bocadillos con alma en Canarias, no podía dejar pasar la ocasión de visitarlos, cosa que hice con un gran anfitrión y conocedor de la gastronomía tinerfeña, como es José Carlos Marrero, fundador y uno de los alma máter del Salón Gastronómico GastroCanarias, que se dirige ya a su VII edición en el próximo 2020. 

De camino a la dársena pesquera, José Carlos me iba poniendo en antecedentes sobre el local, “una casa muy especial, verás a su fundador cómo lava a mano, sentado en un taburete, toda la vajilla según se va ensuciando. Dependiendo de la hora y del sol, aparcamos a un lado u otro de ese callejón, donde verás toda clase de público comiendo a la vez”. Y así que llegamos a la Dársena Pesquera (primera entrada según vienes de Santa Cruz). Eran las 11:30 de la mañana y me sorprendió ver el local vacío por completo, pero como pude comprobar después, fue solo un espejismo ese momento de tranquilidad. Saludamos a don Antonio (padre y fundador) y a David, quien regenta el local a día de hoy. Preguntamos por los bocadillos de la casa, esos que les han hecho famosos, y me dice don Antonio, “la primera vez que alguien viene aquí, debe probar un bocadillo mixto, la mitad de atún en adobo, la otra mitad de carne mechada. Pero mechada por nosotros, por mi madre, no porquerías de esas que se están oyendo estos días por la tele”. Y, por supuesto, quién soy yo para llevarle la contraria.

En lo que se preparaba ese bocadillo, mis oídos se abrían para escuchar la historia de esta casa. “Abrimos en 1971; en esa época aquí no había ninguna nave, estaban los barcos y nosotros, nada más. La Dársena fue creciendo cada día, pero nosotros seguíamos y seguimos igual. Sí es cierto que aún recuerdo con nostalgia cuando vendíamos entre 50 y 70 cajas de cervezas al día, porque los coreanos y los rusos se ponían en círculo a beber sin parar”. 

Ante la pregunta de cómo surgió en un sitio tan de mar como este un elaborado como la carne mechada me cuenta que “la idea surgió de mi mujer, que es quien la sigue cocinando a día de hoy todas las semanas. Una vez a la semana, ella sigue elaborando la carne mechada casera para la que usa unos 40 kilos de ternera, sus hierbitas, verduritas, pin pan que tampoco te voy a dar la receta (risas) y listos para los próximos días”. Ahora es David quien apostilla que “la elabora en bloque para poder congelarla y tenemos para una semana de servicio. Cada día sacamos dos calderos que duran poco, de hecho, tú te estás comiendo uno de los últimos bocadillos que serviremos hoy. Aquí nos visita gente de la isla, pero también muchos de otras islas como Gran Canaria, que cuando vienen a trabajar a la Dársena, hacen de nuestra casa su primera parada. Nosotros abrimos a las 5.45 de la mañana y cerramos a las tres de la tarde,  o cuando se acabe el pan, lo que llegue antes”. 

Ahora me toca a mí contarles lo que sentí al llevarme ese bocata de mechada a la boca. Tierna y desmenuzada, de tal forma que se deslizaba en el paladar, dejando tras de sí un intenso sabor a guiso casero, a cocina de las madres de toda la vida. Y si a eso le añadimos el pan, de panadería antigua y masa madre auténtica, ya el círculo se cierra por completo. 

Ahora toca el turno de la parte del bocadillo donde el protagonista es el atún en adobo. “Mi mujer también es la que elabora el adobo, es una auténtica apasionada de los adobos, prepara de todos los estilos y sabores, listos para cualquier ingrediente que queramos integrar después. Siempre me ha sorprendido y alegrado que a la gente les gusten los dos por igual, cuando vienen por primera vez aquí es casi obligatorio comerse la mitad de cada uno, que sería lo que yo llamo un bocadillo pa’ un hombre, coño (risas)”. 

La sensación que uno tiene al deleitarse con este bocado es sentir cómo el atún sigue vivo en el adobo. Esta elaboración casera está creada pensando en respetar el producto, consiguiendo que el mar esté presente por medio del caldero, sin duda, una manera de dar un bofetón sin manos a los que únicamente comen el pescado en crudo, porque así sabe mejor. El tomate y la cebolla que acompañan el pan tienen todo el sentido del mundo si eres canario, porque así comemos el atún en adobo en las casas, con tomate y cebolla, siempre mucha cebolla. Yo seré otro de los que no podré elegir entre uno u otro cuando vuelva a esta casa, pero también les digo algo, la próxima vez me comeré “un bocadillo pa’ un hombre, de cada producto”.

Pero esta casa tiene otro punto especial que no se puede narrar con palabras, se tiene que vivir aquí. David tiene una “afición” muy especial, que comparte con todo aquel que le pregunta y que nadie podría imaginar: la Bolsa. Sí, exactamente esa, le apasiona el mundo bursátil y está al tanto de las tendencias, momentos y situaciones ideales para comprar y vender, “Javier, yo soy economista, pero cuando terminé de estudiar y probé suerte en el mundo laboral al que me especialicé, me di cuenta que no estaba hecho para estar dentro de él todos los días. Si a eso le sumamos que este negocio y esta casa formaban parte de mi vida desde antes de nacer, cómo no iba a venir a relevar a mi padre cuando se jubilara, cosa que ya doy por perdida, porque como lo ves, no está hecho para darle de comer a las palomas. Mi pasión es la Bolsa, pero mi vida son los fogones de esta casa, y aquí he conseguido que ambas partes se den la mano y caminen juntas. Me da la oportunidad, además, de aportar ayuda a personas que a veces les ha venido muy bien, y eso no se paga con dinero.” 

Tengo que reconocer que impresiona ver a David sacar su smartphone y abrir la página bursátil para marcarte las tendencias de algunas compañías. Escucharle decir qué momentos son buenos para comprar o vender según qué paquete de acciones. Y que lo entiendas, porque hace que hasta un completo ignorante como soy yo en el mundo bursátil salga de esta casa sintiendo que hoy aprendió un poquito más.

Antes de salir y de despedirme de Antonio y David, no dejamos de comprar unos décimos para la Lotería de Navidad, los primeros que compro en este año, a ver si toca. Pero si no toca, da igual, porque hoy he descubierto uno de esos sitios donde siempre que vaya a Tenerife, haré lo imposible por visitar. Les dije en el artículo que cuando llegué, el Kiosko Rojo estaba vacío, pero ese momento, efectivamente fue efímero, porque me dio tiempo a ver cómo se llenaba, cómo se acababa el bocadillo de mechada, y, sin duda, emocionarme viendo a don Antonio, sentado sobre su taburete, paño en mano, lavando los platos y vasos para que, más de 200 bocadillos diarios, tomen dueño en esta casa. Si yo fuera ustedes, no dejaría de visitarlos.

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