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De Kio a las cajas: el prólogo del caso Bankia

Torres Kio

Federico Echanove / Federico Echanove

Madrid —

Ahora que con el escándalo de los correos de Miguel Blesa publicados por El Diario.es hemos constatado en negro sobre blanco la incuria con la que la clase política y financiera ha manejado el dinero ajeno en este país, podríamos recordar, en un ejercicio de humor negro no exento de filosofía, que cuando Álex de la Iglesia filmó en 1995 El día de la bestia escogió las llamadas Torres de KIO, entonces aún en construcción, pero después sede de Cajamadrid y de Bankia, para localizar el lugar que el Anticristo había escogido para nacer. Y no se trata de ofender a nadie, pero en ese mismo paraje urbano del norte de Madrid, en el que Blesa disponía de su cuartel general y se gestó buena parte de la burbuja inmobiliaria, es en el que los atrabiliarios personajes interpretados por Santiago Segura y Álex Angulo hallan al fin al maligno una Nochebuena en aquel delirante filme y le hacen valientemente frente.

Y es que sin siquiera haber sido concluidas, las Torres Gemelas de Madrid arrastraban ya por aquel entonces una notable aureola negra, por su vinculación a diferentes escándalos económicos relacionados con aquello que en los tiempos del felipismo se denominó cultura del pelotazo y beautiful people, algo que debió de pesar bastante en el cineasta vasco al escogerlas como escenario final de su delirante comedia de terror apocalíptica.

Porque, conocidas después como Puerta Europa, las torres ubicadas en la plaza de Castilla no solo constituyen, cual babeles modernas, para quien quiera hacer esa lectura algo maliciosa, un símbolo de la ambición humana por el dinero y el poder y un emblema arquitectónico de desmesurados e irracionales crecimientos económicos e inmobilarios insostenibles cuyos polvos han generado los actuales lodos. Es que, en cierto modo, y sin necesidad de tanta malicia, en ellas se sintetiza buena parte de la historia de España y de las peleas por la pasta y por las influencias de su élite económica y política, de las que las andanzas de gentes como Blesa o Rato solo son uno de los últimos eslabones. Andanzas y fechorías -las de las cajas de ahorros- en las que una vez más han quedado de manifiesto las carencias y rémoras que sigue arrastando este país, pese a la Santa Transición, por el modo y manera cómo ésta se llevó a cabo, y que cuando han llegado las vacas flacas han quedado mucho más visibles.

Las obras de las torres de KIO se iniciarían en 1989 -aunque los primeros proyectos para edificar unos rascacielos en lo que ya en la Segunda República se conocía como la salida de la antigua carretera de Francia datan de los últimos años de la Dictadura de Franco-, y después de interrumpirse varias veces su construcción a causa de distintos episodios en los tribunales, se adjudicaron en 1993, aún sin terminar, mediante subasta judicial, a Cajamadrid y Fomento de Construcciones y Contratas (FCC).

La inauguración llegaría en 1996 y se da la circunstancia de que en la plaza también está ubicado el monumento erigido por el régimen anterior al llamado protomártir de la cruzada, el político derechista José Calvo Sotelo, constituyendo por ello iconográficamente la plaza una especie de hiato de continuidad entre dos épocas.

En la operación inmobiliaria estuvieron presentes desde su inicio los petrodólares del consorcio kuwaití KIO y la venta de los solares ubicados al norte de la Plaza de Castilla terminaría por dar lugar al escándalo Urbanor, en el que los empresarios Alberto Alcocer y Alberto Cortina, dos primos por su relación de parentesco, pero nada primos si nos atenemos al significado picaresco del término, fueron denunciados por otros socios minoritarios del proyecto al considerarse estafados en los tratos que habían tenido con los árabes y recibir, según se dijo entonces, un precio por metro cuadrado muy superior al resto.

El poder de las Koplowitz

El poder de las KoplowitzLos espabilados primos, popularmente conocidos como los Albertos, y con excelentes relaciones con aquellos gobiernos socialistas -pese a su vinculación familiar directa con lo más conspicuo del franquismo- se habían visto anteriormente enriquecidos por otras operaciones inmobiliarias y financieras y por su matrimonio con otras dos estrellas mediáticas y financieras del momento, las hermanas Koplowitz. Ahijadas y herederas de quien fuera el principal factótum de El Corte Inglés durante el franquismo, Ramón Areces, andando el tiempo han seguido teniendo un papel de gran relevancia en la historia del ladrillo y en empresas como FCC, de la que una de las dos hermanas, Esther, sigue siendo principal accionista.

Pues bien, aunque el devenir judicial del escándalo Urbanor estuvo a punto de conducir a Los Albertos a prisión en 2003, finalmente eso no ocurrió y han salido bastante bien parados de sus aventuras, dedicándose con sus nuevas esposas, tras divorciarse de las Koplowitz, a la promoción de diversas obras benéficas. Asimismo debe recordarse que un hermano de Cortina, Alfonso, fue el presidente de Repsol durante los ocho años del aznarato hasta que, con la llegada de Rodríguez Zapatero a La Moncloa, fue relevado por Brufau.

Los kuwaitíes estaban representados en España por alguien que, al igual que los Albertos, siempre blasonó de su amistad con el Rey Juan Carlos y que también fue desde siempre una buena pieza: el empresario catalán Javier de la Rosa. Los arábes terminarían por denunciarle por apropiarse indebidamente de sus perras, desapareciéndoles unos 500 millones de dólares, y él diría que buena parte del dinero se había utilizado en pagos de guerra para facilitar la participación de España en la primera Guerra de Irak. Más en concreto, al menos 75 millones de euros fueron a parar al secretario privado de Juan Carlos, Manuel Prado y Colón de Carvajal. De la Rosa acumularía también más denuncias, como la de aquel proyecto en colaboración con una Generalitat de Catalunya presidida entonces por Jordi Pujol denominado Grand Tibidabo.

Pasaría bastante tiempo ente rejas por estos motivos, pero lo que más sorprende es cómo llegó tan alto este hombre que, según se cuenta, financiaba desde la suite que tenía en el madrileño Hotel Villamagna a distintos partidos políticos y medios de comunicación para ganarse su favor y que tuvieran la boca cerrada. Y es que poco antes de hacerse cargo, por indicación de vaya usted a saber quién, de los intereses de los kuwaitíes en España, el catalán había dejado en la banca Garriga Nogués un pufo de 100.000 millones de pesetas que se volatilizaron y todo el mundo lo sabía, por lo que muy poderosos debieron haber sido después sus padrinos.

Era aquella la época en que se acababa de entrar en la UE, del dinero fácil y de las fusiones bancarias, como luego con la llegada del euro, a partir del año 2.000, se produciría un segundo momento expansivo, del que volverían a ser emblema las Torres de Puerta Europa, que daría lugar a una gran burbuja financiera e inmobiliaria. Pero aquel otro fue el momento en que se atribuye a uno de los primeros ministros de Hacienda de González, el navarro Carlos Solchaga, aquella invitación a los empresarios a que se forraran, porque eso sería beneficioso para el país, formulada en una multitudinaria reunión o seminario al grito de Enriquecéos.

¿No les recuerda bastante dicho contexto y escena a los que unos 15 ó 20 años después debió protagonizar en Canarias en más de una ocasión otro político con orígenes izquierdistas al que adoraban los empresarios, que en algún momento fue conocido como el conseguidor y que actualmente se refugia sabiamente en Casa Africa? Por lo que nos tocó de aquel otro tiempo del pelotazo de los 80 y los primeros 90, que supongo debió ser poco, debe recordarse también que un canario de Arucas, Luis Carlos Croissier -que, por cierto, que se sepa sigue siendo en la actualidad miembro del Consejo de Administración de Repsol-, presidió la Comisión Nacional del Mercado de Valores durante diez años.

Mario Conde

Mario Conde

En aquel firmamento de corrupción y colusión entre lo público y lo privado, salpicado también de líos de faldas con repercusiones políticas o financieras -como el romance del ministro Boyer con Isabel Preysler o la infidelidad conyugal de Alberto Cortina-, y de peleas por el control de los medios de comunicación, brilló siempre con luz propia un gallego llamado Mario Conde, que, como De la Rosa, no provenía de tan alta cuna como los Albertos, y era un outsider. También caería en desgracia antes de la inauguración de las Torres KIO y sería condenado por su actuación en Banesto, aunque eso no le ha impedido seguir por ahí dando doctrina a quien quiera escucharla, pues siempre tuvo un verbo fluido y una notoria capacidad mediática.

Después, Aznar organizaría desde la sede pepera de Génova y desde La Moncloa su propia beautiful al socaire de las privatizaciones. Llegarían los Villalonga y Alierta. Y también El Bigotes y su Gürtel o el de Miguel Blesa, por no hablar de la compraventa masiva de favores gubernamentales en que parece que se convirtió, con Bárcenas y Lapuerta como factótums, la tesorería del PP en los años de gobierno aznarí, si bien antes ya habían pasado por allí otros expertos en estas lides como Angel Sanchís o Rosendo Naseiro.

No les contaré a ustedes nada nuevo que no sepan de esos escándalos actualmente en candelero y de los que pueden encontrar cuantiosa información en muchos otros lugares. Tampoco se trata de realizar aquí un mapa o geografía de la corrupción en España, ya que más que en su detalle, lo que pretendemos es profundizar en sus causas, y en cómo éstas se han mantenido incólumes gobernara quien gobernara. Recordemos solamente, por lo significativo que ello resulta, que en Comunidades como Madrid o Valencia, en las que el PP ha gozado históricamente de mayoría absoluta los chanchullos, con Gürtel a la cabeza, han sido moneda frecuente. Y que prácticamente lo mismo cabe decir de Andalucía y de escándalos como el de los ERE y otros anejos, en donde siempre ha gobernado el PSOE. De Canarias, quien más quien menos sabemos que los gobiernos de coalición entre el PP y CC fueron caldo de cultivo de todo tipo de escándalos bajo José Manuel Soria, y el modo como se llevaban a cabo las contrataciones de obras bien claro queda si se analizan affaires como el Caso Faycan.

Pero ¿cuáles son las causas de que eso haya sido así? ¿De que en muchísimos casos haya primado la impunidad? La respuesta hay que buscarla en que junto a indudables cambios en el sistema político e institucional, a un crecimiento económico innegable y a la apertura al mundo de la España más carpetovetónica, la Transición no supuso un cambio en lo que los sociólogos llaman sistema de poder, distinguiéndolo del sistema político, y que tiene más que ver con las fuerzas económicas y ciertos modos culturales. Nos quedaron muchas mañas del franquismo y la reforma sin ruptura permitió que la élite económica de entonces permaneciera incólume y apenas se haya modificado.

En ello tuvo mucho que ver el proceso de reforma sin ruptura, pero también el interés que, para evitar tentaciones involucionistas en el Ejército o en otros poderes, se tuvo desde un primer momento, pero más aún desde el psicodrama del intento de Golpe de Estado del 23-F, y la posterior llegada del PSOE al poder, en domesticar a los sectores más interesados en llevar a cabo reformas de calado, como las asociaciones de vecinos, que eran bastante pujantes en los años 70, y que fueron progresivamente desmanteladas, o los grandes sindicatos, que, como se ha constatado estos días, con hechos tan vergonzosos como los protagonizados por UGT de Andalucía, han desarrollado toda una nomenclatura de mandarines para sacar tajada de las mamandurrias que aquellos les suelen ser propias.

Volviendo a los partidos, el modo como se hizo la Transición, tratando mediante el sistema electoral de favorecer la estabilidad y el bipartidismo, al primar la representación de las circunscripciones provinciales e imponer un sistema de listas cerradas y bloqueadas favoreció cada vez más un sistema de castas en el que la promoción interna se basa en la sumisión y no en las ideas propias o en la democracia. El fenómeno es particularmente notorio en el PP, en donde nunca se celebran primarias y en donde para hacer carrera política de lo que se trata es exclusivamente de tener buena relación con quien elabore las listas. Si a ello unimos un poder judicial absolutamente politizado y en el que los partidos participan con sus respectivas cuotas en el órgano de gobierno de los jueces o en el Tribunal Constitucional -el único que se ha negado a hacerlo en la última renovación del Consejo General del Poder Judicial fue UPyD- y la penetración mediante este sistema en muchos otros estamentos que deben ser independientes, como los llamados reguladores económicos, se entenderá mejor el déficit democrático que hay en España.

Conchabamiento con el PP

Conchabamiento con el PPY es en ese contexto en el que debe analizarse el Caso Blesa, absolutamente indisociable de la quiebra generalizada de las cajas de ahorros y verdadero paradigma de las deficiencias políticas del vigente sistema de poder en España y de sus nefastas consecuencias. Porque en el caso de Cajamadrid es vergonzoso el conchabamiento de Blesa con el PP de Aguirre, Aznar y Gallardón, disparando con pólvora ajena y acumulando un pufo que tras la unión con las otras siete que conformaron Bankia terminó por necesitar 22.000 millones de euros para sanearse.

Pero también debe decirse que, como hemos sabido a través de ElDiario.es, los consejeros del PSOE y de Izquierda Unida, además de los representantes de los sindicatos, fueron cómplices de la gestión de Blesa. Y, siquiera sea políticamente, son responsables también de estafas como las de las preferentes. Y es que todo el sistema de supervisión falló -se calcula que ha habido que inyectar al menos unos 50.000 millones en el conjunto de las cajas- porque aunque la CNMV y el Banco de España sabían lo que pasaba lo toleraron.

Como Juan Villalonga o César Alierta, Miguel Blesa de la Parra (Linares, Jaen; 1947) llega a la presidencia de Cajamadrid en 1996 gracias a su amistad con Aznar, si bien en este caso el grado de intimidad parece mayor que en los dos anteriores. Ambos coinciden en la misma escuela de preparación de oposiciones a la inspección de Hacienda de la Gran Vía madrileña y ambos eligen como destino Logroño, donde sus esposas también intiman y comienzan a cenar todos los sábados. Es el fin de los 70 y mientras Jose Mari comienza a hacer política en el PP, su compadre hace carrera ocupando algunos puestos en la administración de UCD, y posteriormente del PSOE en el ministerio de Hacienda, hasta que posteriormente decide abrir despacho propio como asesor tributario de distintas empresas y en 1993 se incorpora al Consejo de Administración de Cajamadrid por su amistad con Aznar.

Cajamadrid condonó, durante el mandato de Blesa, deudas que venían arrastrándose desde los años 80, tanto al PSOE como al PP, por valor de 22 millones de euros. ¿Tendría ello algo que ver con la Obra Social de Cajamadrid? Y es que las cajas de ahorros, surgidas en algún caso, como el de Cajamadrid, en el siglo XVIII, no tenían en un principio ánimo de lucro, siendo entidades destinadas a proveer de crédito a las clases más humildes. La aureola la mantuvieron hasta el otro día, en que mucha buena gente pensaba que se podía confiar más en ellas que en otros bancos. Y ello convierte en algo aún más sangrante estafas como las de las preferentes, de las que han sido víctimas en su mayoría pequeños ahorradores, por no hablar de algo tan revelador de la catadura moral del sujeto como el hecho de que en alguno de los correos que hemos conocido se jactase del éxito que estaba cosechando aquella engañifa generalizada en las sucursales.

Eso sí, en sus últimos ocho años al frente de la entidad, Blesa ganó 19,7 millones de euros en concepto de retribuciones por rendimientos del trabajo, según se desprende del análisis de sus declaraciones de la renta. Y siempre ganó más de un millón al año, que incluso se fue incrementando, ya que, en 2007,en el umbral de la crisis económica, su salario pasó de 1,7 a 3,5 millones de euros.

Cuando en 2010 sea sustituido por Rato se llevará una indemnización de entre 2,7 y 2,8 millones de euros, unas 50 veces más de lo que cobraba por aquel entonces como presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, unos 70.000 euros al año que es más o menos la misma cantidad que ahora cobra Rajoy.

Por lo demás, la historia de Cajamadrid es conocida y quizá no se diferencie mucho de la de nuestras cajas canarias, en cuanto a tráfico de influencias por parte de los políticos. No obstante, se generaliza con harta frecuencia en que el hecho de que al “no ser de nadie”, y estar manejadas por los políticos mediante un sistema de gobierno corporativo nada eficaz, ésa ha sido la principal causa de su quiebra al “haber tenido que funcionar como bancos”.

Y es que algunas como la catalana La Caixa supieron realizar el tránsito bastante bien, creando un banco Caixabanc, de la que es propietaria en un 65%, que ha terminado por absorber a las entidades que en un primer momento se agruparon en Banca Cívica, como la tinerfeña Cajacanarias, y que no ha precisado ayudas públicas. Por el contrario, en el caso de Bankia, en que se integró La Caja de Canarias, los activos tóxicos procedentes de créditos irrecuperables del ladrillo eran inmensos no sólo en Cajamadrid sino en otras, como la valenciana Bancaja, y la intervención del Estado fue inevitable, además de un ERE y una reducción de plantilla de 6.000 personas.

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