“En Mauritania las mujeres siguen sometidas a través de la mutilación genital o el matrimonio precoz”

Atikatou Dieng.

Iván Alejandro Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

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“Íbamos a preguntarles qué sabían hacer y algunas nos decían que teñían la ropa, otras hacían trenzas o brazaletes. Nosotras las ayudamos a que puedan desarrollar esas actividades y ser independientes, pero a veces solo se trata de enseñarlas a leer o escribir”, explica Atikatou Dieng, activista que decidió fomentar el empoderamiento de las niñas y las mujeres a través de una ONG en Mauritania, un país de 3 millones de habitantes en el que el 66% de las mujeres sufren mutilación genital, el 15% son casadas antes de los 18 años y donde sigue existiendo la esclavitud.

“En Mauritania persiste el sometimiento de la mujer a una posición de inferioridad y se perpetúa con la mutilación genital femenina o el matrimonio precoz”, pero también, afirma Dieng, con la escasez de mujeres en instancias en las que se toman decisiones, la falta de acceso a la tierra o el analfabetismo.

Dieng pudo realizar todos sus estudios en Mauritania. Economista de formación, se especializó en su rama más social. “Empecé a trabajar en el desarrollo rural y luego, tras pasar varios años, fui consultora para agencias de la ONU”, cuando debatía constantemente con sus compañeros de trabajo sobre la situación de las mujeres y las niñas en su país.

En 2018 decidió fundar Alliance Citoyenne, una ONG que actúa en dos vías: elabora reflexiones que traslada al gobierno para encontrar soluciones a las desigualdades de género y actúa sobre el terreno, aportando formación, materiales o fondos económicos. También trabaja como gerente de Educación Ciudadana y es miembro del Foro de Mujeres G5 Sahel.

“Lo más importante es que las niñas puedan formarse para que su situación mejore”, afirma Dieng, quien expone que el Banco Mundial ha especificado que la mujer en Mauritania es un elemento esencial para el crecimiento económico del país y una mayor igualdad “puede impulsar la productividad”. Pero se pregunta “¿cómo se puede alcanzar la igualdad si abandonan el colegio siendo muy pequeñas?”.

En Mauritania, el 49% de las mujeres no saben leer o escribir y en el índice mundial de igualdad de género, el país ocupa el puesto 124 con un 45% (mientras menor es el porcentaje, mayor desigualdad) según datos publicados en 2019 por Equal Measures 2030, una coalición de organizaciones entre las que están la Fundación Bill & Melinda Gates y Plan Internacional. España ocupa el puesto 23 (79%).

Dieng explica que Mauritania es un país marcado por tradiciones con “un fuerte acento patriarcal”, como la práctica de la mutilación genital femenina, que se realiza a niñas de 0 a 4 años y “está vinculado al nivel económico y educativo del hogar”, que se justifica a través de la religión, “el control o el dominio” o “la estética”. También el matrimonio precoz (que en el caso de niñas menores de 15 años se da en un 43%) se produce “por motivos socioculturales y especialmente por las condiciones económicas de las familias”. A pesar de que el Gobierno de Mauritania ha tomado varias medidas encaminadas a prohibir estas prácticas, continúa sucediendo.

Esto se ve agravado por otra práctica considerada ilegal: la esclavitud. Dieng explica que “existe tanto para hombres como para mujeres” y la situación se ve agravada porque no se denuncia esta situación públicamente en el país, sobre todo quienes la sufren. “Y son personas que no han tenido estudios, ni conocen sus derechos, no saben que lo que les están haciendo está mal, e incluso defienden a sus dueños porque les dan de comer. Pero hace falta que le digan que otra persona no tiene derecho a hacerla trabajar gratis, a violarla, a ser su dueño. Sus derechos están siendo vulnerados por unas prácticas penalizadas por ley”.

Dieng considera que una de las causas por las que se dan este tipo de prácticas se encuentra en que los hombres son los que toman las decisiones en los espacios de poder y en la falta de leyes en favor de los derechos de la mujer. “En los parlamentos nacionales las mujeres representan el 18% en 2018 y en las administraciones locales, el 31% en 2016; solo hay seis mujeres en el Gobierno de una treintena de ministros y seis alcaldesas en los 220 ayuntamientos del país”.

“Los partidos usan a las mujeres cuando hay elecciones para hacer el trabajo de fondo, pero cuando hay que dar un paso adelante para hacer una labor representativa, no están”, a pesar de que el Gobierno de Mauritania aprobó en 2017 una ley de cuotas para establecer que en instancias políticas y gubernamentales hubiera un 20% de mujeres. “La decisión de donde se construye un mercado, una escuela o un pozo, por ejemplo, que se toman en corporaciones locales, si no hay mujeres, no se las va a tener en cuenta”.

Y es que otro de los problemas que ha observado Dieng es la falta de acceso por parte de las mujeres a la propiedad tierra, que es normalmente transferida “bajo el régimen tradicional por los jefes de las aldeas o los propietarios tradicionales”. La tierra transferida a las mujeres bajo esta práctica “suele estar lejos de recursos hídricos o es menos productiva”.

Sin embargo, Dieng ve cosas positivas en el nuevo Gobierno de Mohamed Ould Ghazouani, el candidato apoyado por su antecesor durante 10 años en el cargo, Mohamed Uld Abdelaziz. “Es difícil valorar el gobierno porque tomó posesión en agosto y lleva poco tiempo y no sabe si tiene los apoyos necesarios para llevar adelante su programa, pero en sus propuestas da un papel importante a las mujeres y a los jóvenes”.

Pero Dieng opina que no se trata solo de lo que haga el Gobierno, de poder acceder a recursos o de educación, no cree que sean compartimentos estancos, sino que se trata de una suma de todos esos factores que deben partir de “la propia iniciativa para transformar instituciones y estructuras”, y eso parte de “la confianza en una misma”, de “sentirse capaz” y tener “liderazgo”. Para ello, a su juicio, es necesario “sumar fuerzas, hombres y mujeres, para avanzar y lograr un mundo más justo e igualitario, aceptar la diferencia”.

La violencia en el Sahel

Dieng considera que todos los logros que las mujeres pueden conseguir en Mauritania corren el riesgo de ser destruidos por lo que está sucediendo al sur del país, en la región de El Sahel, donde Acnur ha expresado su preocupación por el rápido deterioro de la situación en la región, que está provocando que la creciente inseguridad fuerce a un creciente número de personas a huir de sus hogares.

“Vivimos un momento especialmente duro. Los terroristas se aprovechan del bajo nivel de estudios de algunas mujeres y de la pobreza, aunque esto se extrapola a los hombres también. Se dirigen a zonas rurales, donde el gobierno no tiene mucha presencia y no hay ni escuelas ni hospitales. Son fácilmente influenciables y están necesitadas y ahí las captan” explica Dieng.

Esto también está provocando que muchas personas decidan emigrar ante “la situación de violencia y radicalización”, dice Dieng, quien considera que aunque Mauritania haya firmado acuerdos con muchos países europeos y el Frontex para la vigilancia de las fronteras, “no se puede poner un policía en cada metro y la gente siempre va a salir cuando no le quedan otras opciones”.

Sobre las deportaciones que realiza España a Mauritania en vuelos en los que incluye a nacionales de otros países, como malienses, Dieng opina que “quizá se pueda decir que hayan pasado alguna vez por el país” si salen de Nuadibú o van en la ruta hacia Ceuta y Melilla. “Eso podría ser una explicación”, pero añade que “no es algo agradable que España lleve a cabo esas prácticas aquí”.

Dieng participó el pasado jueves en un nuevo ciclo de las conferencias celebrado en Casa África denominadas #Agenda2030, que se iniciaron el año pasado sobre la importancia del turismo para la consecución de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) y la pobreza. La economista se centró en el ODS número 5, referente a la igualdad de género.

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