Los Benítez siguen endulzando Teror: la tercera generación de la familia llega con “ilusión y ganas” de defender 80 años de historia
Ochenta años de historia, ilusión y ganas acompañan a la tercera generación de los Benítez para seguir poniendo el aroma dulce a la Villa Mariana de Teror, en Gran Canaria. Las recetas de Ferminita González y Pepito Benítez siguen vivas y ahora será José Abián Benítez, nieto de los fundadores de esta histórica dulcería terorense -1940 - actualidad-, quien, siguiendo los pasos de su padre y su tío, emprende un nuevo camino junto al equipo de trabajadores y trabajadoras que hacen posible que el barco siga navegando por todos los paladares grancanarios. La Dulcería Benítez es uno de los negocios más antiguos que existen en esta localidad de medianías, donde se celebra su continuidad.
Hijo de panaderos, José Benítez -conocido popularmente como Pepito Benítez- puso en marcha el negocio con su esposa, Fermina González, quien tenía buena mano para la cocina y la repostería. En su domicilio familiar abrieron aquel pequeño negocio que hoy es todo un referente para el pueblo de Teror. Con el paso del tiempo fueron dos de sus ocho hijos quienes siguieron el camino iniciado por sus padres, Pepe Agustín -padre del ahora propietario- y Juan Carlos. Al fallecer los dos hermanos -en 2008 y 2017- sus esposas, Teresa Santana e Isabel Marrero, cogieron las riendas del negocio familiar. Hoy son ellas quienes animan a su hijo y sobrino a seguir el proyecto que iniciaron sus suegros. “Es una fecha muy emblemática para que siga la tercera generación de la familia”, coinciden.
Para las cuñadas es toda una “alegría” que José Abián continúe con el negocio al que han dedicado parte de su vida. Son conocedoras del “nerviosismo” que había en el pueblo ante el inminente cierre de la dulcería, ahora cuentan con alegría a sus clientes que podrán seguir comiéndose las tradicionales truchas de batata, los petisús y que estas navidades volverán a ponerse a la venta los famosos pasteles de carne. No pueden ocultar la emoción y entre risas recuerdan como desde muy pequeño, José Abián, llegaba y cogía todas las golosinas. “Desde que tenía meses estaba aquí, siempre ha estado muy vinculado al negocio”, apuntan. Isabel afirma que se marcha con mucha alegría al ver a su sobrino con ganas de perpetuar el tradicional negocio terorense. Su madre, Teresa, seguirá caminando a su lado junto a los cuatro trabajadores, quienes están “muy contentos” de que la empresa se mantenga.
“Conozco a José Abián desde que estaba en la barriga de su madre”, declara Luisa, la trabajadora con más antigüedad, empezó a trabajar con los fundadores de la dulcería. Emocionada cuenta que, al igual que su padre, José Abián trata de ponerle ritmo a todas las mesas o máquinas con las que trabaja. “Lo he visto crecer”, añade. “No se estaba quieto y nos reíamos mucho con él”, comenta Rabí, hijo del antiguo maestro pastelero de Los Benítez. Creen que en la situación actual -de pandemia mundial provocada por la COVID-19- es “una satisfacción” mantener el puesto de trabajo, por lo que están muy alegres por la continuidad.
Animado por todos sus tíos, sus primos y sus hermanas, quienes le han brindado todo su apoyo para que mantenga el negocio familiar, José Abián reconoce estar “muy orgulloso” de la familia a la que representa. “Voy a aprovechar al máximo esta oportunidad que me ha dado mi familia”. Ingeniero de profesión, a sus 29 años ha decidido dar un giro de 180 grados a su vida para que no se cierren las puertas del negocio que levantaron sus abuelos. “Llevaba mucho tiempo deseándolo y ahora voy a poner todo de mi parte para que esto salga adelante, me hace muchísima ilusión”. Cuenta que más de una vez se lo planteó pero lo veía “muy lejos”. “A veces no me lo creo y ya es una realidad”. “No puedo estar más agradecido con ellos y con toda la gente de mi entorno que me da aliento para seguir con la tradición”. El próximo mes de agosto -tras un parón de tres semanas por vacaciones- será la tercera generación de la familia quien vuelva a abrir las puertas de la dulcería.
La noticia ha sido muy aplaudida en la Villa Mariana. “No soy capaz de imaginarme a Teror sin Los Benítez ¿qué haríamos en Navidad?”, se preguntaba una clienta habitual de la dulcería hace solo unas semanas. “En este año que llevamos me llena de felicidad que continúe, para los momentos amargos siempre se necesita un dulce”, bromeaba.
El alcalde de la villa, Gonzalo Rosario, asegura que para el pueblo de Teror es “una inmensa alegría” que la dulcería continúe. “Nos generaba cierta inquietud el cierre porque es un referente para Teror, que se mantenga abierta y encima siga alguien de la familia, en la línea generacional, tiene un valor añadido a la continuidad”. Asegura que “es símbolo de Teror” y un lugar “muy importante” para el pueblo, a donde se desplaza mucha gente “solo por buscar los dulces de Benítez”. Celebra que se recupere “la dinastía Benítez” con un vínculo directo de la familia, ya que hasta ahora la gestionaban las esposas de Pepe Agustín y Juan Carlos Benítez a quien les reconoce “el enorme esfuerzo” que han hecho para mantenerla. Recuerda que en 2018 la Dulcería Benítez recibió la Insignia de Oro Municipal por el trabajo y esfuerzo de tantos años de manos de su grupo de Gobierno. “Ochenta años son muchos, y esperemos que siga muchos más”, sentencia.
Existe un cántico popular de la localidad de las medianías que reza: “Hay dos cosas en Teror que me comería mil veces, los dulces de Benítez y los chorizos de los Nueces”. Fue Saro Marrero, la matriarca de la familia de los famosos chorizos de Teror, quien lo sacó a la luz. Hoy suena más que nunca en la Villa Mariana de Gran Canaria.
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