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London calling

Leandro Betancor Fajardo

31 de enero de 2021 10:23 h

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-Tengo por costumbre, en las primeras visitas, dejar que sea el paciente quien hable, sin ninguna interrupción por mi parte. Cuénteme ¿qué le aflige, qué le ha llevado a venir a mi consulta? Yo permaneceré en silencio y mis preguntas se las haré en nuestra próxima sesión. Solo diré que siento enorme curiosidad por su caso pues quien le ha recomendado mis servicios me ha puesto en antecedentes y su problema me interesa desde todo punto de vista, no solo el meramente psicoanalítico sino que, por lo que sé, podría usted ser un caso excepcional dada la complejidad de su sintomatología. Con suerte espero que este tratamiento no solo tenga éxito para usted y podamos resolver sus problemas sino que, es mi deseo, que su curación me permita corroborar lo que durante mis estudios de los últimos 23 años llevaba tiempo esperando demostrar y, con ello, poder cerrar el capítulo más importante de mi vida profesional y académica. No se hace usted una idea de lo mucho que deseaba encontrarme en ese diván a alguien que finalmente despejara y demostrara todas las incógnitas que mis teorías ambicionaban. 

Así que cuénteme, cuéntemelo todo, desde el principio. 

-Me abruma usted doctor con sus expectativas pero haré lo posible, modestamente, para que el éxito de mi caso sea el suyo, si con eso solucionamos mi pequeño y obsesivo delirio. Pero dudo mucho que sea yo quien usted cree que pueda ser dado que lo único que a mi quita el sueño es que cada noche, cuando me voy a la cama, entro siempre por el lado izquierdo que es donde tengo la mesa de noche con la lámpara, al mirar el lado derecho, vacío -me divorcié hace seis largos años- veo al otro costado de la cama a la Reina de Inglaterra, impecable, con su corona puesta y con un salto de cama de satén rosa bordeado de encaje, mientras sus dos perros me miran, libidinosamente, desde la alfombra. Sobre dos patas. 

¿Es grave doctor?

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