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Contra la Unión Soviética: Barbarrosa, la división azul

Prisioneros rusos.

Emilio Díaz Miranda

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Unternehmen Barbarossa, así se bautizó al ataque recordando al antiguo Emperador que emprendió una Cruzada a través de la Europa oriental para conquistar la Tierra Sagrada. Según la ideología de Adolf Hitler, la guerra necesaria y decisiva entre dos concepciones del mundo: la nacionalsocialista y la comunista.

La Operación Barbarroja sorprendió a las desprevenidas fuerzas soviéticas, que sufrieron enormes bajas, perdiendo asimismo grandes extensiones de territorio.

El Pacto entre Alemania y la Unión Soviética (URSS) se inició a propuesta de Alemania que trataba así de cubrirse las espaldas o Frente Oriental en sus planes expansivos. Stalin accedió al Pacto a la vista de las constantes demoras anglo-francesas de firmar compromisos que protegieran los intereses soviéticos y la política de Appeasement del imperialista anglicano Chamberlain que había vendido a Austria y Checoslovaquia a Hitler y Mussolini, después de haber bloqueado toda ayuda a la II República Española gobernada por un Frente Popular que había tenido dos presidentes de Gobierno socialistas, Largo Caballero y el grancanario Juan Negrín.

En el Mein Kampf (Mi Lucha) de Hitler, la expansión hacia el Este era clave de su política de espacio vital (Lebensraum en alemán). Las ideas del Führer sobre los eslavos eran tan simples como falsas en un racismo que consideraba a los pueblos eslavos como una sociedad primitiva, cuyos habitantes eran más semejantes a los animales que a seres humanos civilizados, como eran los alemanes. En conversaciones privadas Hitler se expresó clara y despreciativamente sobre rusos, eslavos y asiáticos, que necesitaban, según él, ser regidos con mano dura. Y el ruso en su estado natural era una forma de vida elemental y primitiva.

Durante la visita del ministro soviético de Exteriores, Molotov, Hitler le dijo: “Tras la conquista de Inglaterra, el Imperio británico sería dividido como una gigantesca finca universal en bancarrota [...]. En esta finca en bancarrota, Rusia tendría acceso al océano libre de hielos, realmente abierto. Hasta entonces, una minoría de 45 millones de ingleses había gobernado a 600 millones de habitantes del Imperio británico”. Hitler ofrecía ese acceso después de aplastar a esa “minoría” inglesa. No tuvo éxito con esta oferta, ya que Molotov, pragmático, quería garantías fronterizas y la no agresión sin ningún interés por “regalos” que Alemania no podía ofrecer, ya que no los tenía todavía en su mano.

El 23 de agosto de 1939 se firmó el Pacto, que supuso un golpe político y moral en la izquierda, especialmente en los comunistas españoles, pese a que siguieron manteniendo fe ciega en los dirigentes comunistas rusos.

El comienzo de la Segunda Guerra Mundial tuvo lugar poco después. El 1 de septiembre de 1939, Adolf Hitler anunció la invasión de Polonia después que soldados regulares polacos hubieran, supuestamente, atacado territorio alemán. En realidad, todo fue un montaje nazi para justificar la invasión de Polonia en la esperanza de que Inglaterra cediera como con Checoslovaquia. No fue así, pero no hubo reacción militar que acompañara a la declaración de guerra de Inglaterra y Francia. Esta “guerra tonta” o “drôle de guerre”, como la llamaron los franceses al principio, es una expresión francesa referida al período de la Segunda Guerra Mundial que, sobre el teatro de operaciones europeo, comenzó con la declaración de guerra que Francia y el Reino Unido dirigieron a Alemania, el 3 de septiembre de 1939, y acabó con la invasión alemana de Francia, Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo el 10 de mayo de 1940. En ese tiempo las tropas aliadas franco-británicas apenas se movilizaron, pese a la “obligación” pactada con Polonia.

A partir del 7 al 12 de septiembre de 1939, Francia lanzó la fallida Ofensiva del Sarre, siendo rechazados varias veces. Y para mediados de octubre las tropas francesas regresaron a sus posiciones originales. Alemania abrió fuego el 10 de mayo de 1940 y, al cabo de solo seis semanas, con la táctica de la Blitzkrieg o guerra relámpago, derrotó a las fuerzas aliadas y conquistó Francia, Bélgica  Luxemburgo y los Países Bajos, terminando con las operaciones terrestres en el Frente Occidental hasta los desembarcos aliados en Normandía , el 6 de junio de 1944. Italia entró en la guerra el 10 de junio de 1940 e invadió Francia desde los Alpes, así trataba Mussolini de apuntarse tantos y algo del botín y la gloria.

Ocupada Francia, Hitler quiere encontrarse con Franco. El 23 de octubre de 1940, cuando se produjo el histórico cara a cara entre Adolf Hitler y Francisco Franco en la estación de trenes de Hendaya, debía de decidirse el futuro español en la contienda bélica. La postura del Führer era clara: España debía adherirse al Eje y ayudar en la tarea del control del paso por el Mediterráneo y comenzar a posicionarse en la zona del Atlántico a partir de las Islas Canarias, desde donde podrían influir sobre el Marruecos francés. Sin embargo, las posturas se mantuvieron alejadas, ya que la idea de Franco pasaba por un reabastecimiento del país, la concesión de diferentes territorios asignados a Francia en Marruecos, el temor a que la flota inglesa ocupase Canarias y el Marruecos español, así como que el Portugal autoritario de Salazar era pro-británico aunque “neutral” bélicamente, algo que Hitler entendió como excesivo.

La expedición de Franco llegó al encuentro de Hendaya con algo de retraso, lo cual, más tarde y visto el resultado de las negociaciones, entre los afines al Régimen de Franco fue muy valorado como si hubiera sido producto de una estrategia política, cuando la verdadera razón fue el mal estado en el que se encontraban las vías ferroviarias, que impidieron que el trayecto se pudiera hacer más rápido. La puntualidad alemana no era virtud en España.

En cualquier caso, con la participación de la Legión Cóndor en España el franquismo tenía una deuda moral además de sus simpatías por el Eje. Y cuando el 10 de junio de 1940 Italia entra en la guerra, Franco no se hace esperar y dos días después, el 12 de junio, cambió la posición oficial española de neutral a no beligerante. Esto implicaba que España se convertía en un aliado no beligerante de las potencias del Eje, es decir, que toma partida por un bando, pero sin entrar físicamente en la guerra.

La invasión alemana de Rusia fue acogida con entusiasmo en la España oficial de Franco. No había pasado un año desde Hendaya cuando se conoce en España el ataque-invasión del 22 de Junio de 1941 a la Unión Soviética.

Para el Régimen franquista, supone la ocasión ideal para entrar en escena, aunque Franco nunca quiso entrar abiertamente en la Segunda Guerra Mundial, pero sí autorizó la creación de un centro de reclutamiento para voluntarios que quisiesen ir a luchar contra el bolchevismo comunista que había en la Unión Soviética, ya que había apoyado política y militarmente al legítimo gobierno de la II República española durante la guerra civil iniciada por el levantamiento militar. Se propone el envío de un contingente de voluntarios, lo que permitiría a España saldar su deuda con Hitler, pero manteniendo su condición de no-beligerante, dado que no existía declaración oficial de guerra hacia la URSS. El día 23, a propuesta del ministro Ramón Serrano Suñer, el Consejo de Ministros aprueba en El Pardo enviar una división, y se informa de ello al embajador alemán, Eberhard von Stohrer.  Aunque la denominación oficial fue División Española de Voluntarios, José Luis Arrese la denominaría División Azul que era el color de la Falange.

La iniciativa tuvo una gran acogida entre los partidarios del Bando Nacional y los miembros de La Falange. Culpaban a la URSS de ser la instigadora y responsable de todos los sucesos de los años 30 que llevaron a la Guerra Civil, por la implicación de Moscú y el Komintern en propagar las revoluciones bolcheviques por la Europa cristiana. Para el Régimen, suponía devolver la visita, o sea la revancha, contra los voluntarios soviéticos al lado de los republicanos.

El 24 de junio se organizaron movilizaciones de adhesión y se proclamó la formación de la División. En Madrid, estudiantes del SEU convocaron una manifestación en la plaza de Callao. Allí se reunieron miembros de FET, de las JONS , estudiantes, falangistas.

La marcha ascendió por la Gran Vía hasta llegar a la sede del partido en la calle Alcalá, donde el ministro Ramón Serrano Suñer, conocido como El Cuñadísimo, les arengaría en su espíritu anticomunista desde el balcón gritando:

Camaradas: no es hora de discursos. Pero sí de que la Falange dicte en estos momentos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable! Culpable de la muerte de José Antonio, nuestro fundador. Y de la muerte de tantos camaradas y tantos soldados caídos en aquella guerra por la agresión del comunismo ruso. El exterminio de Rusia es exigencia de la Historia y del porvenir de Europa.

Inicialmente se barajaron los nombres de José Antonio Girón y Juan Yagüe (ambos falangistas) para dirigir la futura unidad. Al final se concedió que el liderazgo recayera sobre el general Agustín Muñoz Grandes, propuesto por el mismo ministro Ramón Serrano Suñer.

En la Rusia de Stalin las cosas no iban bien, habían perdido mucho tiempo pese a los informes secretos que antes del ataque Barbarossa habían recibido. Stalin no los creyó, tenía más confianza en los acuerdos con Hitler que en sus servicios de espionaje. Stalin, al recibir los primeros partes de guerra, creyó al principio que se trataba de una provocación y no de una ofensiva militar. Sus vacilaciones costaron caras a los soviéticos. Sin embargo, pese a su avance rápido, las tropas alemanas encontraron resistencia y los soviéticos contaron con un Aliado que no tuvo en cuenta Hitler: el General Invierno.

Las tropas alemanas no estaban acostumbradas ni equipadas para el invierno y su avance rápido se convirtió de ventaja en desventaja, ya que estaban en territorio ruso invernal sin vestimenta adecuada y la nieve dificultaba el avance de tanques y camiones. Primero dificultaba el avance y años más tarde, la retirada, cuando a partir de la derrota de Stalingrado, tuvieron que retirarse forzados por el empuje enérgico de las tropas soviéticas.

La genialidad militar de Hitler y sus ordenes de no retroceder y mantener sus posiciones hizo que una pequeña victoria para los alemanes del 19 de diciembre del 43, cuando a pesar de que era pleno invierno, el general alemán Eric von Manstein logró llegar a Stalingrado, ese avance se convirtiera en nada. Sus fuerzas se acercaron a 30 kilómetros del sexto ejército alemán sitiado, pero von Paulus se negó a atacar para hacer el cruce y tomar contacto con los tanques de Manstein. Obedeciendo las órdenes de Hitler. Si este último hubiera ofrecido más flexibilidad a los generales, von Paulus podría haber salvado la vida de muchísimos soldados. Finalmente, Von Paulus (ascendido al rango de mariscal de campo el día antes de rendirse) violó las órdenes de Hitler de luchar hasta el último hombre, y el 2 de febrero de 1943, se rindió con el resto de los soldados del Eje. Medio millón de soldados alemanes, rumanos, húngaros, italianos, etc. murieron, ya sea por los rusos o por el frío. La batalla de Stalingrado había terminado, convirtiéndose en el punto de avance sin retorno de las tropas soviéticas hasta la victoria final sobre las topas alemanas y el Eje.

Independientemente de Stalingrado, los divisionarios azules fueron, sin quererlo, carne de Cañón. Las cifras lo muestran. De los 45.500 hombres alistados, hubo 5.000 muertos y más de 2.000 mutilados, 9.000 heridos, 8.000 enfermos, 1.500 congelados y 400 prisioneros. “Uno de cada dos divisionarios pagó con la vida, la salud o la libertad su incorporación a la Unidad”. Hitler había enviado a los españoles, no precisamente bien pertrechados, ni con los medios técnicos adecuados, a la zona septentrional de Rusia, con frecuencia pantanosa y con temperaturas inferiores a 30º bajo cero. No parece que ello preocupara mucho a los mandos españoles pues, en el sentido antes mencionado, alardearon de esa contribución de sangre. Por ejemplo, Muñoz Grandes había informado en términos propagandísticos a Hitler de la “gesta” del lago Ilmen en enero de 1942, escenario en el que, tras dos semanas de lucha y penalidades con temperaturas de 50º bajo cero, sobrevivieron 12 hombres de una unidad de 228 (94% de bajas). Triste gloria a costa ajena. Y los supervivientes de la División Azul que no estaban pudriéndose en los campos soviéticos de prisioneros y pudieron regresar a España fueron recibidos en el más absoluto silencio. O menor dicho, no hubo ningún recibimiento oficial.

La Capitulación Incondicional a que obligaron a los militares alemanes representados por sus ejércitos fue firmada el 7 de mayo de 1945 en Karlshorst. El mariscal alemán Wilhelm Keitel firmó la rendición incondicional de la Wehrmacht en la sede de la Unión Soviéticaen Karlshorst. Berlín por representantes de las tres fuerzas armadas del Oberkommando der Wehrmacht (OKW). Las Fuerzas Aliadas con sus altos cargos supremos soviético, estadounidense y francés, fueron observadores presenciales de la firma. El Día de la Victoria en Europa fue el 8 de mayo de 1945, fecha en la que los Aliados de la Segunda Guerra Mundial aceptaron la rendición incondicional de la Alemania nazi y por tal la derrota de las Potencias del Eje en el teatro europeo.

Los victoriosos aliados acordaron que el texto fuera firmado por representantes del Alto Mando alemán bajo el pretexto de evitar el victimismo alemán que estos últimos fomentaron tras la firma del armisticio en la I Guerra Mundial, la cual fue firmada por representantes del Gobierno Civil Alemán y luego los altos mandos militares alemanes, Hindenburg y Ludendorf, que habían aconsejado firmar la rendición, dijeron más tarde que habrían podido seguir luchando si no hubiera sido por “la puñalada en la espalda” que mentirosamente atribuyeron a judíos y traidores socialdemócratas. Esa mentira calumniosa es conocida como la Dolchstoßlegende (la leyenda de la puñalada).

La historia azul no ha terminado y parece ser que el Gobierno del PSOE Unidas Podemos ha repatriado de Rusia a cinco combatientes de la División Azul que lucharon con la Alemania nazi durante la II Guerra Mundial, según ha comentado el año pasado El Confidencial Digital.

Los restos fueron trasladados a Madrid y entregados a los familiares, en un acto que tuvo lugar en el Cuartel del Infante Don Juan. Allí se encuentra la sede de la Dirección de Asistencia al Personal y de Apoyo a los Heridos y Familiares de Muertos del Ejército de Tierra (DIAPER), que desde hace años acoge los actos que se hacen cuando se llevan en España el resto de los muertos que lucharon en la invasión de la Unión Soviética.

Pero una cosa es respetar a los muertos aunque se sea contrario a sus acciones bélicas y a sus motivos ideológicos y otra cosa es organizar Homenaje a la División Azul como se hizo no hace mucho, febrero de este año en Madrid, por varios centenares de neonazis que desfilaron por el centro de Madrid y hasta el cementerio de La Almudena para rendir homenaje a la División Azul, la unidad militar española que combatió a las órdenes de Hitler durante la II Guerra Mundial, en un acto convocado por la asociación neonazi Juventud Patriota.

A lo largo de la ceremonia, jalonada por constantes cánticos fascistas, varias personas tomaron la palabra. Una de las primeras oradoras, tal como se aprecia en un tuit difundido por el medio La Marea, destacó la necesidad de “luchar por España” y “luchar por Europa, ahora débil y liquidada por el enemigo”, que a su juicio “siempre va a ser el mismo, aunque con distintas máscaras: el judío”. Uno de los oradores fue Ignacio Menéndez, conocido en España por ejercer la defensa jurídica del ultraderechista Carlos García Juliá, recién excarcelado coautor de la Matanza de Atocha en 1977, uno de los más sangrientos episodios del terrorismo tardo-franquista, en el que fueron asesinados cinco abogados laboralistas de CC.OO. y del Partido Comunista de España.

La Victoria soviética de Stalingrado y luego la toma de Berlín y el aniquilamiento del régimen terrorista nazi hizo posible las democracias europeas, y en Francia y Alemania se valora, incluso por los conservadores, la victoria aliada con apoyo comunista y se condena el terrorismo nazi, el Holocausto de judíos, gitanos, comunistas y socialistas, etc. a manos del régimen nazi agresor y provocador de la Segunda Guerra mundial. Pero en España todavía se levanta el brazo con el saludo fascista y se habla de la “conspiración judia” y se homenajea a un División puesta al servicio de la guerra de exterminio iniciada por Hitler y Mussolini y apoyada –cobardemente, sí, pero apoyada- por Franco y las fuerzas golpistas de entonces y, al parecer, de hoy. No olvidemos que todavía hay por caballerizas y pesebres españoles algunos militares de alto rango, ya retirados y fuera del servicio de armas aunque con amigos y parientes en activo, que proclaman sus odios frente al gobierno elegido por los españoles y se atreven a escribir al rey pidiendo que haga dimitir a Sanchez y su coalición progresista. Incluso alguno que ha escrito abiertamente que habría que fusilar a 26 millones de españoles que no han votado por la Derecha. Pero según algunos jueces esas expresiones entran dentro de la Libertad de Expresión, mientras otras libertades de expresión se castigan con multas o cárcel. Yo por mi parte sólo me queda desearles a los actuales divisionistas y simpatizantes el que Dios los tenga pronto en su Gloria.

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