Una fiesta nocturna con hogueras pone en riesgo un Bien de Interés Cultural en el norte de Tenerife

Álvaro Morales

16 de noviembre de 2025 14:27 h

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Rambla de Castro no es sólo uno de los rincones más bellos de la costa del Norte de Tenerife, con su mezcla de palmeral, playas paradisíacas en bajamar o cuando arena mucho (como la de Castro o la cercana de La Fajana) y una densa vegetación que casi te transporta a otro sitio, sino que arrastra en su historia muchas luchas vecinales y de colectivos para su protección, logros administrativos en esa línea y reformas y limpiezas en diversas etapas. No debe extrañar, pues, que se haya convertido en uno de los lugares más visitados de Los Realejos por los turistas y que sirva de refugio bucólico para muchos residentes de la Isla conocedores de sus múltiples encantos.

Sin embargo, y como siempre, hay quien no tienen muy claro eso del bien común y que, como denuncian visitantes habituales de este espacio natural protegido, dejan sus huellas de incivismo e inconsciencia medioambiental que sería sólo anecdótica si no fuera por los enormes riesgos de sus acciones.

Es lo que se encontraron la mañana de este domingo (16 de noviembre) lo asiduos a Rambla de Castro que llegaron hasta el fortín de San Fernando, una pequeña construcción de 1803 que albergaba cañones de defensa costera y que forma parte del listado de Bien de Interés Cultural (BIC) de la Isla. Diversas hogueras, restos de una fiesta nocturna y las machas carbonizadas de los fuegos y los riesgos creados dejan a las claras que los enemigos de lo público les da igual todo con tal de pasarlo bien unas horas, aunque sea a riesgo de desatar un incendio en un rincón de enorme valor paisajístico, floral y natural, así como casi quemar las vigas de tea de este BIC, uno de los grandes símbolos del enclave y que sirve de excelente mirador hacia Castro, su gran casona y las vistas hacia el Oeste, como hacia La Fajana y la costa que lleva de Los Realejos al Puerto de la Cruz y el resto del Norte hacia el Este.     

Como indican a Canarias Ahora los testigos de estas pruebas de incivismo y “terrorismo medioambiental”, “seguramente se trata de cuatro energúmenos que no son precisamente migrantes que llegan a Canarias salvando sus vidas y atravesando el Atlántico ni turistas, sino de gentuza que tenemos por aquí y que hemos engendrado en esta sociedad. Claro que las administraciones podrían hacer más para proteger los espacios naturales, pero esto se debe a este tipo de gente”.

Los visitantes que denuncian esta situación esperan que se pueda investigar quién ha puesto en riesgo un BIC e, incluso, un espacio protegido de gran valor ecológico y vegetal con diversas hogueras que, por cualquier motivo, podrían descontrolarse y causar un incendio de consecuencias imprevisibles en una de las joyas naturales de Canarias, lugar habitual de especies endémicas protegidas como la paloma rabiche y turqué, así como invertebrados y otras muchas aves.