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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Algunos negocios familiares de Soria

La presidenta de la comisión que investigó el concurso eólico, Guadalupe González Taño, se dirige a algunos de sus miembros. Aquella comisión concluyó que los únicos responsables del desaguisado fueron el director general de Industria y el presidente de Canarias Ahora. Con un par.

Carlos Sosa

“No tengo nada que decir”. Con esta parquedad tan propia del cacho carne en cuestión, se despachó Juan Santana, el asesor de comunicación de José Manuel Soria, las preguntas de eldiario.es cuando fue requerido por los negocios petrolíferos montados por Luis Soria López al tiempo que su hermano tomaba decisiones importantísimas sobre la materia al frente del Ministerio de Industria, Energía y Turismo. No ha habido, de momento, anuncio de querellas salvajes ni demandas civiles de protección del honor. No ha habido declaraciones altisonantes ni acusaciones a los periodistas sobre una persecución implacable a la familia, ni invocaciones a una suerte de “obsesión” con el apellido. El periodista de eldiario.es Antonio Vélez hizo un diligente trabajo de investigación periodística hasta comprobar que en marzo de 2013 Luis Soria montó en Londres una sociedad dedicada al comercio internacional de petróleo justo en el momento en el que el barril Brent se pagaba por encima de los 100 dólares. “Lo hizo una semana después de que el Consejo de Ministros del Gobierno de Mariano Rajoy aprobase un proyecto de ley impulsado por el ministerio de José Manuel Soria para intentar allanar el camino del fracking en España, al clarificar el marco jurídico para las autorizaciones ambientales de los posibles yacimientos”, resaltaba Antonio Vélez en su reportaje. Los hermanos Soria no tienen una compañía de titiriteros, aunque en ocasiones lo pudiera parecer, y la noticia tuvo hace tres días su punto de ebullición para perderse acto seguido por las procelosas aguas de internet gracias al “Gora Alka ETA” del carnaval madrileño, a las negociones de Pedro Sánchez en busca del Santo Grial y al batacazo de los mercados bursátiles del mundo precisamente por la caída del precio del petróleo y por el estancamiento de las economías emergentes. Porque, así es, al poco tiempo de que Luis Soria se colocara al calorcito de su hermano José Manuel y se las prometiera muy felices con el petróleo que el ministro fomentaba desde su departamento, la cosa se empezó a torcer hasta estar ahora en los mínimos que está. El hombre acabó vendiendo sus acciones, dicen que por un precio “simbólico”.

 

 

 

Negocios habituales

No es la primera vez que descubrimos a Luis Soria tratando de hacer negocios alrededor de las gestiones públicas de su hermano José Manuel. O revoloteando por el mismo espacio aéreo aprovechando influencias directas o diferidas y el temor reverencial que siempre ha despertado el señor ministro en funciones. Al personal del hotel Santa Catalina tardará en borrársele de la memoria esa imagen del hermanísimo en la terraza del bar piscina, embutido en un níveo albornoz tras salir del lujoso Spa del establecimiento, departiendo con personas interesadas en sus quehaceres al frente de la Consejería de Industria del Gobierno de Canarias, donde lo colocó su hermano en uno de esos casi eternos pactos entre el PP y Coalición Canaria. Fueron años convulsos en los que estalló el primer escándalo de corrupción del PP, el caso Eolo, en el que pudimos ver a don Luis afirmar públicamente, en sede judicial y en sede parlamentaria, que él se encontró con los afamados hermanos Esquivel muy de casualidad, oye, al pie de un aerogenerador de Enercom, en Magdeburgo (Alemania) justo cuando se repartían bajo cuerda las bases del concurso eólico y se primaban esas turbinas como las favoritas. Y perdón por lo de favoritas. Ay, los Esquivel, y entre ellos don Javier, propietario del chalet en el que en aquellos momentos vivieron de gorra Soria y su familia en lo que se tramitaba el concurso eólico. Todo aquello lo gafó Luis, que tuvo la inmensa suerte de que ningún comisario de Policía ni ningún juez se atreviera a investigar su gestión por ser quien era. Su permanencia en Industria fue fugaz (cayó, como todos los demás consejeros del PP, en mayo de 2005, dos años después de llegar), pero tuvo tiempo de ordenar que le montaran un bidé en el baño contiguo a su despacho en el edificio de Usos Múltiples al que tenía prohibido el acceso cualquier otro ser humano que no fuera él mismo.

 

“Dale 100.000 euros”

Debió resultar frustrante para Luis Soria, y seguramente también para su hermano José Manuel, que el estreno político de altos vuelos del menor de la familia acabara como el rosario de la aurora, saliendo de la consejería por la puerta de atrás y escapando por los pelos de una investigación por corrupción que tan solo llegó al nivel del director general de Industria. Luis pasará a la historia de la política de Canarias, si alguna vez la historia hace un hueco a los mediocres, por el desastre que fue su gestión y por estar en el bollo del cogollo del meollo del primer escándalo de corrupción del partido de su hermano. El concurso fue anulado y los que pretendieron mamar de lo lindo con aquella asignación de potencia eólica repartida por el PP tuvieron que esperar unos años más. Luis Soria no pudo esperar. Apenas había transcurrido un año desde su marcha de la Consejería de Industria cuando ya estaba en boca de los investigados en otra trama corrupta del PP, el caso Góndola. Efectivamente, el empresario Santiago Santana Cazorla se ve en el mal trago de tener que quitárselo de encima en la puja entre dos cadenas de supermercados por ocupar la plaza que a tal fin se ofertaba en la lujosa urbanización Anfi Tauro, la misma, mira tú qué cosas, que estuvo terminó siendo autorizada por José Manuel Soria tras aceptar un viaje de colgadera (otra vez) a Austria y a Noruega con el otro propietario del asunto, Björn Lyng. Luis Soria, a lo que íbamos, representaba ante Anfi a Dinosol, propietaria de Hiperdino, frente a la cadena Spar, que tenía al alcalde de Mogán, Paquirrín González, como principal valedor. Los argumentos de Suso el del Spar fueron más convincentes, digámoslo así, lo que obligó a Santana Cazorla a ordenar que le pagaran al hermanísimo 100.000 euros de premio de consolación y a prometerle que le darían entrada en el negocio al fondo de inversión americano que el hombre decía representar. Luis Soria era completamente incompatible para ejercer de intermediario en materia de comercio por haber sido una de sus competencias en la consejería, lo cual no motivó acción judicial alguna. Les recomendamos que se lean la transcripción de la conversación policial grabada a Santana Cazorla, particularmente el pasaje en el que se refiere a las sutiles presiones que ejerce José Manuel Soria a favor de su hermano. Las tienen aquí.

 

“¿Y por qué no llevo yo lo tuyo?”

Parece claro que los negocios que el menor de los Soria ha pretendido hacer alrededor de las influencias de su hermano han terminado por joderse. De aquel fondo americano con el que trataron de engañarle en Anfi Tauro para quitárselo de encima nunca más se supo. Él se llevó sus 100.000 eurillos como intermediario, aunque quien le pagara no fuera el cliente que lo contrató. Luego montó Invertia Corporación, una empresa especializada en cursos de formación (parece que de altos vuelos) que está dando que hablar en determinados cenáculos. Y luego comercializadora de productos petrolíferos al socaire de los impulsos que su hermano –qué casualidad- imprimía desde la Consejería de Industria sin la más mínima intención de inhibirse. Luego están otros negocios paralelos de la familia, como muy bien recuerda Antonio Vélez en el artículo en cuestión: la esposa del presidente del PP canario, la procuradora de los tribunales María del Carmen Benítez, continuaba hasta el otro día mismo llevando cuentas de empresas con las que su esposo, el ministro, ha tenido y sigue teniendo relación directa. Muchos entran por el aro convencidos de que contratando a la señora se hacen con el favor del señor; otros se han visto directamente obligados al recibir de la mismísima procuradora una frase que no deja lugar a escapatoria alguna: “¿Por qué no llevo yo tus cosas”? Ante tanta indecencia y descaro produce vergüenza ajena oír a Soria acusar a nadie de mezclar los negocios con actividades incompatibles. Lo mejor de todo es que nadie –o casi nadie- hará nada por remediarlo.

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