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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

Una piedra (de traquita) en el zapato

Mario Cabrera, diputado en el Parlamento de Canarias por Coalición Canaria

Carlos Sosa

Cuenta la leyenda que fue el marqués de las Dunas de Corralejo, Domingo González Arroyo, el que los bautizó como “las ardillas”. El eterno cacique luego reconvertido en carismático líder democrático del Partido Popular hasta que Águeda Montelongo lo recluyó a una formación política residual, se refería así de despectivamente a los miembros de Asamblea Majorera: como una plaga difícil de controlar contra la que solo cabía la aniquilación. La plaga no solo ha sobrevivido al marqués sino también a la mujer que lo sucedió al frente del PP, reducida casi a la clandestinidad tras el advenimiento del post-sorianismo, otra plaga que tuvo sus correspondientes secuelas en Fuerteventura. Pero ésa es otra historia.

El caso es que, como decíamos, las ardillas crecieron y se multiplicaron, y lograron conformar en torno a un puñado de personas una alternativa política que con el paso de los años llegó a tener mando en plaza hasta el punto de llegar a desplazar a la autoridad (militar por supuesto) con mando en plaza.

Su lucha fue la de un pueblo que se rebelaba contra el olvido y la marginación, contra el caciquismo y la falta de oportunidades. Contra la condena a ser la última isla en incorporarse al desarrollo económico. Se llamó Asamblea Majorera desde el principio porque desde el principio adoptó el modelo asambleario que luego quedó eclipsado por los oropeles del poder de la mano de Coalición Canaria. Eso y algunos casos muy dolorosos de corrupción alimentados por la primera explosión desarrollista desinflaron pasiones y alimentaron la decepción.

 

 

Pero la deriva que ha tomado la organización regional (nacional, en el argot) en la que se integraron convencidos de que solos no iban a cambiar las cosas, conducen ahora a los líderes de Asamblea Majorera a recuperar siglas y proyecto, a la gente y a sus sentimientos, y sobre todos a líderes sólidos que reconstruyan y reconduzcan la situación. La crítica va dirigida a ATI, sin paliativos. El sentimiento más generalizado en la organización es que el proyecto de Coalición Canaria se está disolviendo por la mala gestión que se está haciendo en Tenerife, por los líderes tradicionales de Tenerife y por sus nuevos cachorros.

Desaparecida en Gran Canaria desde los últimos fracasos de Fernando Bañolas y puesta ahora en manos de un auténtico hombre-anuncio que más parece el del pandero de la tuna (si hubiera pisado la Universidad) que un vicepresidente del Gobierno; herida en Lanzarote como consecuencia de las diferencias internas y los malos humos del presidente Pedro Sanginés; casi desaparecida en La Gomera gracias al oxígeno que Fernando Clavijo otorga a Casimiro Curbelo y su Aserejé, a Coalición Canaria apenas le queda músculo que exhibir en otras islas que no sean La Palma, Tenerife y Fuerteventura. Y con reparos.

Porque en La Palma no atraviesa su mejor momento la herencia del eterno Antonio Castro Cordobez, que quiere retirarse como Diputado del Común, y en Tenerife se abren importantes grietas no solo en el poder municipal, sino también en ese dechado de gestión y genialidades que siempre creíamos que era el Cabildo, y en ese búnker que controla con mano de hierro la comandante Ana Oramas.

En El Hierro, la Agrupación Herreña de Independientes (AHI) observa con desconfianza el andar vacilante de la marca regional y, sobre todo, su pérdida de ejercicio del poder del modo que diseñaron los padres del invento hace casi una treintena de años como si fuera del todo imposible perderlo alguna vez.

No ayuda ni mucho menos la inconsistencia ideológica del Gobierno de Fernando Clavijo, entregado a las oligarquías económicas de las dos islas capitalinas en la confianza de a) recuperar en Tenerife los íntimos vínculos con los poderes tradicionales del tinerfeñismo, ansiosos de volver a la senda del pornográfico enriquecimiento al calorcito del poder; b) captar a los líderes empresariales de Gran Canaria para conseguir con ello el espacio electoral que los ciudadanos han dejado vacío, y c) mantener el poder a costa de cualquier cosa abduciendo ora al PSOE de Ángel Víctor Torres, ora a tal alcalde o cual alcaldesa sin siglas ni sentido del ridículo con los que apañar un puñado de votos más.

Esa derechización de Coalición Canaria hiere especialmente en la isla de Fuerteventura donde parece localizarse uno de los pocos focos progresistas del nacionalismo que todavía pervive en ese partido. Y este pasado fin de semana el foco ha vuelto a alumbrar de la mano de uno de sus dirigentes más envalentonados, Mario Cabrera, dispuesto -o eso parece- a rearmarse para lo que pueda ocurrir. Para blindar a la isla de las amenazas de una Ley del Suelo promovida por el Gobierno de su propio partido de la que quiere aprovecharse peligrosamente el socio local en el Cabildo, nada más y nada menos que el PSOE de Blas Acosta; para protegerse de esa involución nacionalista española de la que se ha contagiado hasta el presidente Clavijo, que apoya sin crítica la aplicación del 155 de la Constitución en Catalunya y sus consecuencias centrípetas; o que visita con encendido tono tropas españolas en Líbano despreciando olímpicamente la eterna lucha de los majoreros contra la presencia y las maniobras militares en la isla, como se recoge en la parte final de este vídeo conmemorativo de este cuadragésimo aniversario de AM.

 

 

Tampoco ayuda, y no es poca cosa, la inminencia de que el presidente del Gobierno pueda estar en el foco judicial a partir de un par de semanas, cuando el TSJC dilucide si lo investiga por el caso Grúas, lo que no habría de ser obstáculo, óbice o valladar para que otro asunto que está en los fogones -el de los contratos prorrogados también en contra de la Intervención de La Laguna- pueda comprometerlo un poco más. Sin contar, claro, con la deriva contencioso-administrativa, e incluso penal, que pudiera o pudiese adquirir el caso Santi Negrín, por el concurso de los informativos y por hacer lo mismo por lo que él mismo está personado (como órgano de contratación, administrador único y saltimbanqui, chim-pum) en la causa penal contra su antecesor. Aquí es ineludible un chupito. Pero estas también son otras historias.

Quizás para ahorrarse sofocones Fernando Clavijo ni siquiera se dignó aparecer el sábado por el local de Tarajalejo donde Asamblea Majorera celebró su cuadragésimo cumpleaños. No tenía agenda ese día, y la organización disculpó su ausencia alegando que temía quedarse aislado por el temporal que se supone se iba a cernir sobre la parte occidental del Archipiélago. Un temor que no contrajo la secretaria de Organización de CC, la nunca bien ponderada Guadalupe González Taño, que no temió las condiciones adversas (incluidas las meteorológicas) para constituirse allí.

Tampoco honró a los congregados con su siempre deslumbrante presencia el vicepresidente -tuno del pandero- del Gobierno, Pablo Rodríguez, que tampoco tuvo en su agenda ni un solo acto ese sábado y que seguramente prefirió reservarse para acudir el domingo por la tarde a la celebración de la II Edición de los Premios Gran Canaria Isla Europea del Deporte (único acto del día) después de darlo todo el viernes con una visita a Teror, un concierto de una banda militar y el aniversario de la patronal grancanaria del metal, Femepa. Compañeros del metal.

La máxima autoridad presente -si exceptuamos al promotor, Mario Cabrera, que es vicepresidente del Parlamento- era el consejero de Presidencia, José Miguel Barragán, que en realidad acudía más como fundador de AM y cangrejo (natural y vecino de Gran Tarajal). Entre el público, haciendo bulto para que no dijeran que no acudió, se pudo ver al presidente del Cabildo, Marcial Morales, que ya ha dejado de tirar voladores por Fernando Clavijo.

Mario Cabrera parece tenerlo claro: tres diputados por Fuerteventura pueden ser más decisivos que los tres de Aserejé. Y duelen más. Como una piedra de la piedra sagrada (la traquita) en el zapato.

Algo pasa en Fuerteventura.

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