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Una jornada en el Foro y el Palatino: mucho más que ruinas en el corazón Roma

El Foro Romano a las primeras luces del día.

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El Foro y el Monte Palatino es una de las Poca gente sabe que entrando por la Via dell’Arco Settimo uno puede matar dos pájaros de un tiro y acercarse a dos lugares poco hollados por los ríos de turistas que vienen y van: el primero de los hitos es poder ver la Cárcel Mamertina (Clivo Argentario, 1), una oscura mazmorra subterránea en la que pasaban sus últimas noches los condenados a muerte que, por la gravedad de sus delitos o su significancia –enemigos externos e internos de Roma- eran ejecutados en el propio foro. Para darse cuenta de la importancia histórica de este lugar hay que hablar de nombres como Yugurta, Vercongetorix, San Pedro o San Pablo… Pues hasta aquí abajo no llega casi nadie. Es uno de esos secretos de la Roma subterránea que queda fuera de las rutas tradicionales por eso de las prisas.

Aquí, entre las moles de travertino de las iglesias de San José dei Falegnami y San Lucas y Santa Martina (que merecen también una visita –sobre todo San José de Los Carpinteros que es de las iglesias más bellas de la ciudad-) está uno de los balcones más hermosos de la ciudad. Y aquí hay que venir de día y de noche. Es uno de los lugares más intensos de esta geografía inabarcable de Roma. Uno estira el brazo y casi puede tocar el Arco de Setimo Severo, uno de los grandes monumentos del Foro. Y ahí a tiro de piedra (y desde las alturas) te encuentras con algunas de las ‘ruinas’ más importantes del antiguo Umbilicus Urbis. El centro de Roma; el centro de Europa; el centro del mundo occidental. Centro. Siempre centro. Roma hay que verla en varios viajes. Porque hay tanto que ver… La primera vez que estuvimos en Roma (hace casi 20 años) nos permitimos el lujo de ‘perder’ dos días en el foro. Y más de dos horas rastreando las escaleras de la Basílica Giulia, el gran tribunal de justicia de los tiempos del Imperio. En los escalones de mármol pueden verse tableros de juegos (similares a las damas) en los que las gentes de Roma trataba de matar las horas mientras esperaban a declarar o los fallos de una justicia lenta. “Esta es una de las cosas más sorprendentes de esta ciudad. En cada rincón te encuentras huellas de la vida cotidiana de sus vecinos y vecinas de hace más de 2.000 años”, escribíamos en aquella primera visita.

Entre el Arco de Tito (en el extremo oeste del Foro) y el Arco de Settimo Severo (en el extremo este y ya a los pies del Campidoglio) hay apenas 450 metros. Eso es un paseo de unos seis minutos a medio paso. Pero la cantidad de cosas que hay que ver es inabarcable y demandaría mucho más de un día verlo todo bien. Pongamos por ejemplo lo que nos encontramos cuando venimos desde El Coliseo y enfilamos la Vía Sacra. El Arco de Tito (Año 80 dC) merece un buen rato. Este arco se levantó poco después de la muerte Emperador Tito para conmemorar el triunfo de Roma sobre la revuelta de Judea (66-73). Este monumento triunfal es el más antiguo de los que pueden verse en la ciudad y es un ‘comic’ en piedra de la destrucción y saqueo de Jerusalén por parte de las legiones de Roma en el año 70. Los relieves son de una calidad brutal y dan para un buen par de minutos de tranquila disección. Es uno de los ejemplos paradigmáticos para decir que ver Roma en cuatro o cinco días es imposible.

El Foro en dos horas.- Tomaremos como eje de la visita la Via Sacra que es, desde tiempos de la Monarquía romana (753 aC-509 aC) la calle más importante de Roma. Esta vía une el Arco de Tito y el Arco de Settimo Severo en aproximadamente 450 metros de longitud. Nunca un tramo tan pequeño dio para tanto. En esta ruta ‘corta’ te propinemos una visita a los monumentos imprescindibles para entender el Foro (iconos azules). La primera parada es el propio Arco de Tito. Ya te hemos hablado de este magno arco triunfal que marcó el diseño de otros monumentos conmemorativos de todo el Imperio. Desde aquí pasa a ver las imponentes ruinas de la Basílica de Majencio. Hoy apenas pueden verse los ábsides de un edificio gigantesco que en sus buenos tiempos (siglo IV) cubría una superficie de 6.500 metros cuadrados. Esta basílica es el último de los grandes edificios imperiales de la ciudad y cumplía la función de tribunal de justicia y cámara de comercio (ambas actividades íntimamente ligadas al derecho romano). Lamentablemente, el edificio ya prácticamente no existe. Para ver cómo eran estas basílicas de los últimos tiempos del imperio hay que ir hasta la antigua Treveris (Trier, en Alemania) donde pervive la basílica imperial mejor conservada del orbe romano.

Caminamos hasta el Templo de Rómulo. Tradicionalmente se ha identificado este templo de planta circular cómo un tributo a Valerio Rómulo, hijo del emperador Majencio, pero estudios más recientes aseguran que este edificio, de los mejor conservados del foro, estaba dedicado al culto de los Penates o Lares, los dioses domésticos de la mitología romana. Aquí puedes alucinar con la enorme puerta de bronce que es original de la época. Este edificio se salvó de la ruina (el foro fue una cantera de materiales de construcción durante siglos) porque se convirtió en el atrio de la Basílica de los santos Cosme y Damián (acceso por Via dei Fori Imperiali). Justo al lado del Templo de Rómulo puedes ver las columnas del antiguo Templo de Antonio y Faustina (hoy el cuerpo del templo es la Iglesia de San Lorenzo in Miranda –Acceso por Via dei Fori Imperiali-).

Otro edificio que pasó a manos de la Iglesia y que se salvó del expolio es la Curia Iulia. Este es el edificio más importante de todo el foro ya que fue durante siglos el epicentro del poder político de Roma. Aquí se reunía el Senado la gran institución política de tiempos de La República que a duras penas sirvió de contrapoder a los emperadores después de la implantación de la monarquía tras la muerte de Julio César. Desde aquí podemos pasar a ver otras tres piezas fundamentales de la organización simbólica y política de la antigua Roma. El Umbilicus Urbis es el lugar en donde, según la mitología de la ciudad, Rómulo inició la excavación de los límites de Roma: ahí mismo tienes La Rostra, una especie de púlpito elevado que servía para que los magistrados y senadores se dirigieran al pueblo, y un poco más allá los restos del Templo de Saturno que eran la sede del tesoro romano (aquí se guardaba el dinero de La República). El paseo propuesto termina en el Arco de Settimo Severo (inicios del siglo III) donde se glorifica la victoria de Roma sobre los partos.

Qué ver en El Palatino.- La verdad es que para nosotros el Palatino es un lugar un tanto decepcionante. Si tienes sólo un par de horas para ver este lugar y el foro nosotros te recomendamos tres visitas: la Domus Flavia (el complejo más grande del área palaciega y que, además, cuenta con unas bonitas pinturas murales); los restos del Templo de Cibeles y atravesar los jardines Farnesiani antes de asomarte al imprescindible Terrazza Belvedere del Palatino.

Visitas adicionales en el Foro y Monte Palatino.- La política de entradas en Roma es un tanto ‘demencial’. La entrada al Coliseo da acceso al Foro y al Palatino pero no a sus monumentos. Así que si lo quieres ver todo tienes que dedicarle una jornada completa pero con el hándicap de que sólo hay un acceso: no puedes salir y volver a entrar (y no hay dónde comer). La mejor opción para verlo todo es el Roma SUPER PASS –no te ponemos enlace a la web porque es un desastre y el enlace se corta cada dos por tres-. Así que tocará hacer un alarde o pasar por taquilla varias veces. ¿Qué cosas se pueden ver con una visita más tranquila y concienzuda? Nosotros te recomendamos varios lugares (iconos rojos en el mapa). El primero de ellos se encuentra en la Via Sacra y es la Iglesia de Santa Francesca Romana. Este edificio medieval católico ocupa el espacio del antiguo Templo de Venus. El Claustro de Santa María Nova se ha convertido en un museo arqueológico que explora el foro. Es un lugar para estar varias horas.

Ya el resto de lugares de interés que te recomendamos están en la Via Nova y aquí te destacamos tres lugares: La Casa de las Vírgenes Vestales (era uno de los centros religiosos y ceremoniales más importantes de Roma); la Iglesia de Santa Maria Antiqua (un templo de los primeros siglos del cristianismo que cuenta con impresionantes frescos medievales –es una joya que casi todo el mundo pasa por alto-) y la Basílica Giulia, que fue durante siglos el mayor de los tribunales de justicia del Imperio. Como te comentábamos antes, es interesante ver los grabados en sus escalinatas de mármol. Aquí puedes ver nombres, tableros de juego, dibujos… Todo un eco de la antigua Roma. Ya fuera del recinto del foro ándate a ver la Roca Tarpeya (Piazza della Consolazione), el lugar desde donde Roma despeñaba a los traidores. ¿Merece la pena ver el Museo Palatino? Sinceramente nosotros creemos que no. Es un tiempo precioso que, por ejemplo, puedes dedicar a los Museos Capitolinos.

El Foro, fuera del foro.- Los foros imperiales y republicano abarcaban una amplia superficie que desborda el propio foro en sí mismo. Un ejemplo es el Foro Trajano, donde puedes ver la famosa Columna de Trajano y el Mercado de Trajano, el primer gran centro comercial de la historia. Verlo todo es imposible. Un paseo por la Via dei Fori Imperiali te va a permitir ir saltando de foro en foro, porque cada emperador trató de ser mejor que el anterior construyendo su propio centro urbano. ¿Qué ver aquí? Pues la verdad es que si vas con prisa lo puedes ver todo desde la calle; sí sólo puedes ver uno, el de Trajano sin duda alguna. Siguiendo la traza del foro original (el de la Via Sacra) puedes ir descubriendo algunos espacios interesantes como el Templo de Venus Genetrix o los restos del Foro de La Paz. También desde aquí se accede a las iglesias de San Lorenzo in Miranda (que da acceso a los restos del Templo de Antonio y Faustina) y San Cosme y Damián (que permite ver el Templo de Rómulo). El paseo termina en la explanada del Coliseo. Y por la noche recuerda el consejo de pasar por la Iglesia de San Lucas y Santa Martina; aquí vas a encontrar una de las mejores vistas del Foro (comparables incluso a las que se ven desde el balcón del Museo Capitolino.

Fotos bajo Licencia CC: daves_archive1; Tim McCune; -JvL-; Radek Kucharski; Michael Livsey; Adam Lusch; Jamie Heath; Juan Antonio Segal

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