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Y tres p’al bote

Roque Mesa controla un balón ante la presión de tres jugadores del Málaga. (Alejandro Ramos).

Alexis González

Las Palmas de Gran Canaria —

A Quique Setién le sobran puntos. Entiéndase bien: yo también lo entiendo. La UD Las Palmas puede estar viviendo por encima de sus posibilidades, arriba d’ellos de las grandes multinacionales de la Liga, pero lo que cuenta siempre son las cuentas y esas son 9 de 12 puntos posibles en este imposible sueño amarillo. Hasta hacerlo posible. Que todo se andará con sufrimiento redentor por esos campos de España.

Es normal que el mejor arranque en toda su historia en Primera División codo con codo con Real Madrid y Barcelona de vértigo y hasta no sea real. Pellízcame, Eder, le dirá Quique a su segundo aunque sea por whatsapp. Pellízcame y dale un sopapo al árbitro, que por mucho que pitara ipso facto el penalti de la victoria canaria ante el Málaga (1-0, Momo), volvió a sacar de quicio a la gente del Gran Canaria. Y tanto.

A este equipillo me lo han cambiado. Las Palmas ya gana aunque no juegue bien. En el Pizjuán del vía crucis de Vitolo (qué cruz le ha caído a este héroe patrio fugaz) se le vieron las enaguas aunque no mereciera perder tan cruelmente; y este sábado de vuelta al Gran Canaria, el Málaga, con la puntería en Tamaraceite, hizo de formal test de estrés para que la UD sume otra vez. Y tres p’al bote que es lo que cuenta.

Bastó el gol de penalti de Momo porque la UD sabe sufrir. Lo ha hecho siempre a lo largo de su historia. Se defiende como un jabato, pero lleva dos partidos echando de menos a Jonathan Viera. Y este sábado, para más complicaciones, ni el penalti de Momo tan tempranero (minuto 8) le dio para asentarse y dominar al rival. Todo lo contrario: la UD ganaba y el Málaga dominaba, con un descosido en el espinazo.

Fue una noche rara. De sensaciones y apreturas desconocidas para un equipo que lo hace bien y puede hacerlo mejor, pero que debe andar ejercitando tareas mentales aún por resolver. No en vano vive el posible imposible por encima de sus posibilidades. Y por eso se entiende que Setién diga que la UD tiene más puntos de los que debiera (debió sumar uno en Sevilla, pero no tantos en Valencia o ahora).

Curiosamente esta vez fue al revés. En la primera parte, tras el gol, Las Palmas no se encontró ni entre Roque y Vicente ni con Tana de enganche o El Zhar al costado. Por el agujero del centro se plantaba el Málaga con demasiado peligro y pólvora mojada en el área de Varas. Y quizás con demasiada suerte se alcanzó el descanso.

Ya en la segunda mitad, los amarillos parecieron entender el papel que debieron haber jugado también tras el descanso en Sevilla. Si el rival, agobiado por el 1-0 en contra, se viene arriba con su dominio territorial, mejor matarlo a la contra. Pudo así dar la estocada Las Palmas pero tampoco el remate final iba a estar de cara.

Quique Setién cree que incluso el Málaga mereció empatar (lo tuvo Charles a portería inmensa en sus narices), aunque no parece que fuera para tanto (también Araujo la mandó al palo y una contra de los suyos no acabó en gol de chiripa).

Lo único cierto es que el Gran Canaria transmite esa extraña sensación de que sufrir es para siempre, pero es un sufrimiento desconocido, de tiempos lejanos. Como si algo nuevo naciera cuando algo viejo se está yendo…¿para siempre?

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